madrid
La ignorancia, dicen, es muy atrevida. Como si el desconocimiento sobre determinada materia nos incitara a pontificar al respecto, a dotar de palabrería lo que somos incapaces de acotar con el entendimiento. Si bien es una disciplina al alcance de todos, pues todos en mayor o menor medida incurrimos en la ignorancia, hacer de la ignorancia un arte está, sin embargo, al alcance de muy pocos.
Entre los elegidos en esa suerte de olimpo hecho de confusión e irrelevancia nos topamos con los insignes Javier Cansado, Javier Coronas, y Pepe Colubi. Prebostes del desconocimiento que han tenido a bien dejar por escrito sus desbarajustes a través de otro ilustre −este último en la sombra− llamado Dani Rodríguez, "guionista de un programa sin guion". Juntos han pergeñado la Ilustrepedia, un artefacto a caballo entre el delirio y la bufonada.
Un libro capaz de concitar saberes dispersos como el Principio de Incompetencia de Peter, la lista de patriarcas antediluvianos, la fórmula matemática del amor, el panóptico de Bentham, los inventos del profesor Bacterio, los signos del zodiaco de los dictadores o las tarifas de una funeraria. Un revoltijo de paridas que cubre un amplio espectro de materias y que se zambulle en el absurdo como si no hubiera un mañana.
Pero vayamos por partes. La Ilustrepedia no deja de ser la adenda inesperada de un programa que no lo parece. Un espacio televisivo que juega al desconcierto y se eleva con un humor instalado en la cuerda floja, entre la banalidad y el nihilismo; a tientas. Durante trece años, ese programa del que usted me habla, moderado (es un decir) por Javier Coronas, ha surtido al personal de información altamente intranscendente. También de citas y declaraciones, algunas lindantes con la ignominia, otras con el delito. Siempre al borde.
"Lo bueno de follar es pasarse tres años recordándolo", esgrime ufano Pepe Colubi. "Me invitaron a una orgía en Hamburgo, pero no sabía alemán", evoca Cansado. "Papá, papá, ¿69 entre 3? Eso es imposible, hijo mío", remata Colubi. Y así. La Ilustrepedia recoge diatribas propias y ajenas, por sus páginas desfilan las ocurrencias de invitados de la talla de Raúl Cimas, Juanra Bonet, Dani Rovira, Ana Morgade o Miguel Maldonado.
"He descubierto que lo que ocupa lugar es el desconocimiento. Porque cuando no sabes algo, el rato que inviertes pensándolo es tiempo que pierdes para hacer otras cosas como puzles, visitar un museo, morrearte a lo fuerte o leer este libro", apunta Coronas en el prólogo. La enciclopedia del desconocimiento que ha compilado Rodríguez no ocupa mucho, es ligera y tiene aspecto vintage.
Condensa lo mejor de Ilustres a base de entecomillados fantasma, diagramas, trucos de magia, cronologías imposibles, etimologías, escatologías, semblanzas y vainas diversas. Un manual para opositores al absurdo que lo mismo te habla del duelo −"al morir mi padre, noté que nuestra relación se enfriaba"−, que de filias perversas −"no me gusta el delito; el asesinato me gusta más"−, o de lúbricos anhelos −"tenemos que aprender tanto de los bonobos".
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