Es un cine valiente, un cine-verdad, una historia que reposa sobre la sinceridad de su trama y sobre los mil matices de un juego de actores excelente. Se llama El silencio de Lorna, una película hecha por los artesanos hermanos Dardenne y, si los programadores de las salas siguen respetando su oficio, deberían poder ustedes verla en breve en cualquier ciudad española.
La Croisette tembló de aplausos ayer ante la nueva obra de los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne. Los corealizadores y hermanos, que siempre trabajan juntos rodeados de misterio, volvieron a pegar fuerte, contando el itinerario vital de Lorna, una inmigrante albana interpretada por la sublime actriz de origen kosovar Arta Dobroshi.
Sin miserabilismos. Sin llanto fácil. Lorna no es una blandengue, más bien lo contrario. Al empezar el filme, la joven es dura como una piedra, dispuesta a 'hacer de todo, incluso las cosas menos confesables, para conseguir su tajada de la felicidad', explicaron los Dardenne ayer ante la prensa internacional tras un pase que fue un triunfo.
En el caso de Lorna, la felicidad es el pasaporte belga y la posibilidad de abrir un restaurante en Lieja. Y lo que está dispuesta a hacer, 'lo que está más cerca del mal', es algo tan terrible como frecuente en cualquier barrio de nuestra felicidad, belga o español. Es verdad: quien tiene un objetivo tan alto como el de llevarse una tajada del paraíso, ¿por qué debería preocuparse de que un yonqui sobreviva o no?
Es un filme de transacciones cotidianas, de trapicheos constantes, de barriadas, de un instante de amor químicamente puro. Muchos billetes cambian de mano en esa Lieja que los Dardenne filman sin formatear, como nadie filma hoy las ciudades. Y en esas transacciones, en ese vaivén de billetes, sentimientos, esperma y taxis de negocios sucios, la propia Lorna, causante del mal, irá perdiendo su coraza, irá volviéndose humana hasta serlo infinitamente.
A la salida de la proyección de prensa, algunos críticos observaban que 'si los Dardenne se llevan la Palma de Oro, sería la tercera y eso es demasiado'. Desde el estricto punto de vista de pronósticos, no podía
haber mejor señal que ésa.
Los Dardenne, con mucho los directores más tranquis que uno se pueda cruzar en Cannes, siguen su camino, que nadie conoce de antemano. Y dicen que, respecto al palmarés, 'lo importante es estar aquí y para el resto, inch'allah'; o sea, ojalá.
En El silencio de Lorna, para sorpresa de propios y extraños, los hermanos Dardenne dejaron su cámara tranquila sobre el trípode para 'poder observar tranquilamente a Arta Dobroshi', magnífica , belleza de mujer verdadera, llena de 'instinto' y presa del 'momento'.
También prefirieron rodar en el centro de Lieja y no en la periferia, con lo que revelaron, en una respuesta a Público, uno de sus secretos de fabricación mejor guardados: 'Las escenas de bar siempre las rodamos en el mismo establecimiento. Y le aconsejamos que venga: tiene la mejor
cerveza de Lieja'.
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