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Guerra, miseria y llanto en la España vaciada

Luis Miguel de Dios se vale en su primera novela de un chaval obligado a luchar en la guerra de África para denunciar el abandono de los pueblos de Castilla y León.

El escritor Luis Miguel de Dios.- FUNDACIÓN ESTUDIOS RURALES
El escritor Luis Miguel de Dios.- FUNDACIÓN ESTUDIOS RURALES.

"De allí no vuelve nadie". El presagio de su padre tras ser llamado a filas. Las mujeres de la casa que lloran. Alarico Hidalgo Recio, el Agallas, se ve obligado a dejar atrás su pueblo de Zamora y partir hacia la guerra de África. "Bueno, es una putada, pero podía pasar; ya veremos", intenta tranquilizar el hijo a su familia. Sin embargo, ya está visto —para sentencia—. Y condenado.

De ahí que lo rebautizasen con otro apodo, que figura en el título de la primera novela de Luis Miguel de Dios (Guarrate, Zamora, 1954), Todas las muertes de el Sentenciao (Agilice Digital), donde se narra la odisea de un mozo por los campos de Castilla, de batalla y de concentración. Su autor, periodista de largo recorrido en la región, vuelve así a retratar su tierra.

Ahora lo hace en formato largo, después de sus libros de relatos El llanto del trigo y Tierra herida, donde ya había ahondado en el abandono de Castilla y León y denunciado el vaciado de la España hoy vacía. Desde los agradecimientos, deja claro que estas páginas van por los "héroes anónimos" que aún viven en los pueblos, "ejemplo de amor" frente al maltrato.

Del Rif a Leningrado

Podría ser Encinasola de los Escuderos como cualquier otra localidad carcomida por las penurias. Esta o aquella serían el espejo donde se refleja el discurrir de la historia —con mayúscula—, de la Segunda República a la represión franquista. Porque De Dios, más que un hito histórico, ha querido contar a un hombre y, con él, a un pueblo.

Importan tanto, por ejemplo, las batallas de la División Azul como el humilde campesino que se ve forzado a luchar contra los rusos, pero también el hueco que deja un chaval en su familia y en su tierra —Alarico también fue español vaciado—, a la postre el escenario que el escritor se propone reivindicar.

Por un lado, el protagonista, que sobrevive casi cada día a la muerte, sea en el Rif o en Leningrado. Por otro, el pueblo tenaz que se resiste a desertar del arado pese a las miserias del campo. En realidad, viene a ser lo mismo, pues la odisea del Sentenciao parte de una anécdota real que le contaron, por lo que ha habido tantos Alaricos como Encinasolas.

"Un buen día de hace un siglo, en un pueblo cualquiera de la meseta, le dicen a un chaval que viene de arar con los bueyes que debe ir a luchar a África, que entonces era un matadero", explica el autor de Todas las muertes de el Sentenciao, quien recuerda un hecho que enmarca en el realismo mágico.

Desde que recibió el oficio para irse a la guerra, en su casa ya es un hombre muerto. "Hasta el punto de que le ponen su nombre a un hermanastro recién nacido y él mismo ejerce de padrino en el bautizo. El objetivo es que siguiese habiendo un Alarico en la familia", añade el columnista de La Opinión de Zamora y en su día jefe de RNE y TVE en su comunidad.

La Castilla abandonada

En definitiva, los episodios regionales de Luis Miguel de Dios son también universales, ¿pero le atrae más lo micro o lo macro? "Me interesa la vida de quien se fue, aunque también la de quien se quedó. Circulo por varias décadas de la historia de España y, de paso, cuento cómo era la existencia en aquellos pueblos perdidos de la Castilla abandonada".

Algunos de los que se quedaron, incluso, terminarían marchándose. Amigos y familiares que, cada vez que vuelve Alarico, ya no están. La emigración. "Indirectamente, hablo de la gente que se ha ido, un tema siempre presente en el sustrato de mi obra", reconoce el periodista, crítico con el abandono del rural en sus libros, pero también en sus tribunas.

Él no la consideraba una novela histórica, hasta que un catedrático le enmendó la plana, porque "los acontecimientos fueron así". El protagonista, en cambio, ha sido confeccionado con los retales de una anécdota macabra. A partir de ahí, este es un relato sobre un superviviente de la traición, del que no cabe hablar más de lo debido ni anticipar su inesperado final.

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