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Actualizado:No todo han sido parabienes tras el anuncio de las medidas destinadas a paliar los efectos del parón en el sector cultural. Junto a la "satisfacción contenida" de algunos, han ido surgiendo voces discordantes que hablan de "incomprensión" e incluso de "indefensión" por parte del ministerio. Una cohorte de profesionales sin los cuales no habría show, porque no habría focos ni escenario, porque los instrumentos no estarían afinados y los músicos no habrían llegado a tiempo.
Hablamos de un regimiento de profesionales cuyo título es probable que le suene a usted a chino –backliners, carretilleros, maquinistas, eléctricos, sonidistas, roadies...– sin los cuales su artista preferido, ese que entona como nadie sus desvelos existenciales, se vería obligado a ofrecer un humilde set acústico en medio de un descampado subido a una caja de Solán de Cabras. Pues bien, muchos de estos especialistas quedarán fuera de ese "paro extraordinario" anunciado este martes por el Gobierno al no estar incluidos en el Régimen General de Artistas en espectáculos públicos.
Un régimen especial de la Seguridad Social que comprende a todos aquellos que realicen actividades artísticas ante el público (como por ejemplo un auditorio) o para su grabación, el caso de los actores en el cine. Pero excluye de forma específica a "personal técnico y auxiliar que colabore en la producción de espectáculos". La medida, que busca paliar precisamente el tradicional desamparo de los trabajadores de la cultura debido a la intermitencia de sus contratos, deja a muchos profesionales en la estacada.
"Sucede algo con lo que nadie contaba y estás vendido"
Es el caso, por ejemplo, de Javier González, backliner [responsable del montaje de instrumentos y equipamiento técnico, mantenimiento del mismo y asistencia a los músicos] con más de 15 años de experiencia. González, al que todos conocen en la profesión como Javito, ha trabajado para popes del indie patrio como Vetusta Morla o Iván Ferreiro. Ahora, con 42 años y una niña de diez meses, afronta la incertidumbre post-covid con creciente inquietud. "No he pedido ni una sola vez el paro en 17 años, te pasa esto y lo único que te dan son 660 euros por cese de actividad".
660 euros que Javito dejará de percibir sin saber cuándo volverá a subirse a un escenario. "Me está salvando el hecho de que en esta profesión, como los que nos dedicamos a ella sabemos que es muy intermitente y estacional, conviene hacerse un pequeño colchón, pero todo se acaba". De momento ya ha empezado a mirar ofertas de trabajo, a Javito no se le caen los anillos: "Tengo un furgón y a las malas me pongo a repartir paquetes o bajar escombros de donde sea, no tengo problemas en ese sentido".
Y así es como un oficio que no se enseña en ningún sitio, cuyo grado de especialización muy pocos tienen en este país, termina por convertirse en un callejón sin salida cuando vienen mal dadas. "Recuerdo cuando curraba en un bar y mi hermano me metió en esto, para mí no había nada mejor, se unía el amor por la música con la posibilidad de viajar por el mundo, de repente sucede algo con lo que nadie contaba y estás vendido".
"Me siento afortunada de no tener hijos"
Lo último que cobró Laura Lorenzo fueron varios bolos de Quique González. De aquello hace casi dos meses, ahora se apaña con los mismos 660 euros de los que habla Javito y lo poco que ha podido ahorrar. Lorenzo debía estar por estas fechas ultimando los detalles de la gira europea de Andrés Calamaro y de las nacionales de Zahara y David Otero. Un horizonte que se antojaba fecundo y que, de buenas a primeras, se ha visto eclipsado por una pandemia global.
"Es triste, lo sé, pero me siento afortunada de no tener hijos que alimentar", confiesa con dureza Lorenzo. No es para menos, en cuestión de un par de meses esta inquieta profesional bregada en todos los campos de la producción de eventos tendrá que abandonar la que es ahora su casa. "Me iré a casa de mi hermano, me ha ofrecido una cama, él supo hacerlo y no se dedica a la cultura", confiesa con desencanto.
No es una cuestión de limosna lo que aquí se dirime, los auxiliares y técnicos quieren, ni más ni menos, lo que les pertenece. Algo que, apunta Lorenzo, la mayoría de los autores comprenden y reivindican: "Los artistas son muy conscientes del lugar que ocupamos y lo valoran, saben que si uno de nosotros falla, la guitarra no estará afinada y su rueda de prensa mal iluminada, lástima que los que firman esos decretos no lo vean".
Se trata, a fin de cuentas, de dignificar cientos de oficios sin los cuales su confinamiento hubiera sido, probablemente, una oda al más legendario de los tedios. "Es curioso, pero parece que sólo se valora el acto creativo, olvidan que en cuanto el autor saca de su piel la obra, ahí siempre encontrarán a un técnico, hacemos posible que esa música o esa interpretación llegue a sus hogares o te emocione en directo", zanja Lorenzo.
"Vivimos instalados en la inestabilidad"
El desvelo de Álvaro García Vilches, avezado tour manager y adalid de mil y un proyectos en pro de la música y sus trabajadores, es el de dotar a muchos de estos profesionales de una estructura que haga frente a la profunda atomización del sector del espectáculo en vivo. "Estamos atravesados por normativas diversas, no tenemos un único reglamento que nos ampare, a lo que habría que añadir que vivimos instalados en la inestabilidad debido, entre otros aspectos, a la intermitencia de nuestros trabajos".
Para hacer frente a esta situación y "crear estructura", Álvaro ha puesto en marcha junto a otros compañeros del sector, lo que se conoce como APPORTE –Asociación de Profesionales de la Producción, Organización y Realización Técnica de Espectáculos en Vivo–, una organización que pretende unir fuerzas con el fin de "visibilizar, apoyar y fomentar la profesionalización del sector de los responsables, coordinadores y gestores de giras así como todo profesional relacionado con la producción de espectáculos en directo".
Un problema que no solo compete, tal y como apunta Álvaro, al Ministerio, sino que también incumbe a las comunidades autónomas y los ayuntamientos, que tienen en su mano la posibilidad de plantear políticas culturales que estén a la altura. "La financiación del sector es muy compleja, pero hay muchas competencias que se pueden gestionar en ámbitos más pequeños, creo que es nuestra responsabilidad exigirles que articulen a través de sus presupuestos soluciones".
Dicho de otro modo; que la música en vivo no sea sólo esa cosa a la que siempre se acude cuando vienen las fiestas patronales, sino que se haga perdurable a través, por ejemplo, de "circuitos estables de exhibición".
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