'El poder indeterminado de los libros es incalculable. Es indeterminado precisamente porque el mismo libro, la misma página, puede tener efectos totalmente dispares sobre sus lectores'. Las palabras con las que George Steiner inauguró la Feria del Libro de Turín hace diez años nos ayudan a leer Mein Kampf. Historia de un libro (Anagrama), donde el periodista Antoine Vitkine (Francia, 1977) reconstruye la génesis y ausculta la 'venenosa' actualidad del texto escrito por Adolf Hitler en 1924, nueve años antes de llegar al poder en Alemania.
Porque esa indeterminación es la que imposibilita una única respuesta a la primera gran pregunta que Vitkine plantea: ¿debería haber advertido Mein Kampf de la amenaza que representaba Hitler para toda la humanidad? Pero esa indeterminación radical, sin embargo, desmorona la respuesta sobre su actualidad, que el autor francés despliega en la segunda parte de este libro. El próximo jueves llegará a las librerías españolas, con la probable excepción de la única librería alemana de Ibiza, a la que Vitkine señala, sin pruebas, como atajo por el que los teutones seguirían volviendo al libro del Führer.
Por encima de sus lagunas, el libro de Vitkine es una guía útil, si no para entender por qué el libro de Hitler no puso suficientemente en guardia a sus contemporáneos, al menos sí para conocer cómo se gestó y circuló y en parte se leyó, lo que incluyó una veintena de versiones en otras lenguas (algunas traducidas por judíos), en entreguerras. Sin embargo, cuando rastrea su pervivencia en algunos países, la mayoría musulmanes pero también en la propia Alemania, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, Vitkine naufraga en un juego de espejos donde se reflejan, sobre todo, sus propios prejuicios.
01. La génesis: Una Remington
En noviembre de 1923, Adolf Hitler (Brunau, 1889-Berlín, 1945) acaba de fracasar al frente de un intento de golpe de Estado. En una celda de la prisión bávara de Landesberg empieza a redactar su memoria de defensa. Tiene la mejor máquina de escribir de la época, una Remington que le regala el director del Deutsche Bank, Emil Georg, papel y una mesita que un militante del grupuscular Partido Nazi le ha comprado por siete marcos (la primera edición del libro costará 12). 'Por primera vez, después de tantos años de trabajo incesante, contaba con la posibilidad de dedicarme a una obra que muchos me instaban a que escribiera y de cuya conveniencia para nuestra causa estaba convencido', escribirá luego en el prefacio a su Mein Kampf. El 20 de diciembre de 1924, sale en libertad condicional con el manuscrito terminado y la idea de llevárselo a un amigo impresor: 'Quiere hablar sin demora sobre la publicación de su libro', escribe Vitkine.
02. La expansión: Una voz impresa
La pequeña editorial Eher-Verlag, dirigida por un tal Max Amann y al servicio del Partido Nazi, publica el libro. El término 'judío' aparece 373 veces; 323 veces la palabra 'raza', 306 'Alemania', 305 'guerra', 194 'marxista' o 'marxismo' y 120 veces 'Francia', según Vitkine. Utiliza una vez la palabra 'exterminio', pero para referirse a las supuestas intenciones de los judíos.
Hitler, que tiene prohibido hablar en público, encuentra en la letra impresa un instrumento propagandístico eficaz. A finales de 1932, las ventas alcanzan los 230.000 ejemplares y sólo en enero de 1933, el mes en que Hitler fue nombrado canciller, vendió 13.000 ejemplares más. A partir de entonces, su distribución se convirtió en un asunto de estado: cientos de miles de alemanes, por ejemplo, lo recibieron el día de su boda enviado por los ayuntamientos. Y fue lectura obligatoria en las escuelas.
Todo lo cual sumó muchos de los 12 millones de ejemplares que Vitkine da como cifra global para Alemania. Max Amman, el editor, abrió por entonces una cuenta secreta en Suiza a nombre de Hitler (que había renunciado públicamente a su sueldo de canciller) para ingresar los royalties derivados de la venta del libro, según publicó The Independent medio siglo después, en 1996.
03. El mensaje: Lo inimaginable
'¿Cómo fue posible difundir este libro en la opinión pública y cómo, pese a ello, fue posible el reinado de Hitler (...): este será siempre para mí el mayor misterio del Tercer Reich'. La cita de Victor Klemperer es, también, la pregunta que articula la primera parte del trabajo de Vitkine. A falta de respuesta, hay esbozos que reflejan esa 'incalculable indeterminación' de la que habla Steiner.
Pero lejos de afectar sólo a las masas de lectores alemanes, Vitkine subraya que incluso Winston Churchill, atento lector del texto, dudará en 1937 de si lo que Hitler pretende es destruir la civilización o devolver a 'su honor y su espíritu de paz a la gran nación alemana'.
04. El presente: Metáfora alemana
Vitkine escribe convencido de que los alemanes 'han heredado la historia de su país' y de que el olvido del libro pretende también borrar 'la prueba del crimen': el exterminio de seis millones de judíos, aunque también de gitanos y opositores políticos, en los campos de Europa del Este.
Y para demostrarlo, echa mano de los arquetipos y de las metáforas. Así llega a Landsberg, donde Hitler escribió el libro: 'En la gran plaza y con Mein Kampf en la mano, abordo a los viandantes. Les pregunto si conocen el libro, si lo han leído, si saben si en su época fue leído. Los más mayores, todos, reaccionan con miedo. La generación siguiente, la del baby-boom, más serena, responde que hay que pasar a otra cosa, que el pasado es pasado'. (...) Cuando explico a una francesa, que vive allí desde hace 20 años, la razón de mi presencia, exclama: Está usted loco, Mein Kampf es tabú aquí. De eso no se habla'. Tal vez para aclarar una cosa con la otra, me explicará también que en otro tiempo los habitantes de la ciudad aprovecharon la situación. Señalando con el dedo a una tienda de zapatos, dice: Aquéllos les robaron la tienda a los judíos que estaban allí antes'.
Tan colorido episodio podría tomarse como un respiro narrativo de no ser porque cuatro párrafos más adelante, para fundirlo a negro, esculpe: 'En ciertos aspectos, Landsberg es por sí misma una metáfora de toda Alemania'.
05. El desliz: La librería de Ibiza
El dedo de Vitkine alcanza también a Ibiza, donde sin embargo no llega a poner el pie. El periodista francés afirma que 'en la librería alemana de Ibiza, centro de vacaciones muy apreciado por los alemanes, se venden todos los veranos considerables cantidades de Mein Kampf en su versión original'.
La librería alemana de Ibiza es la librería Azul y su dueño, Joa Nesch, responde al teléfono: 'Eso es mentira. Jamás lo he vendido y jamás venderé un libro como Mein Kampf', dijo a Público el jueves pasado. Vitkine reconoció luego, también por teléfono, que no recordaba su fuente: 'La verdad es que ya no sé donde lo leí, porque yo no lo constaté personalmente, desde luego. Yo no he puesto el pie en Ibiza, pero sí que lo leí', dijo, después de asegurar que lo había leído 'en algún recorte de prensa'.
06. La tesis (fallida): Las dictaduras árabes
Vitkine sí estuvo en El Cairo. Un abogado islamista con el que habló, para otro reportaje, acabó mostrándole un pdf de Mein Kampf en inglés. 'No es más que el resultado lógico de una historia que comienza en los años treinta del siglo pasado', sostiene Vitkine. Luego, su travelling histórico desemboca en un novelista argelino, cuya teoría se ajusta como un guante a la mano del periodista: 'Sansal describe las similitudes entre el nazismo y los regímenes dictatoriales árabes que tienen a su país sometido', anota. Sansal concluye: 'Las dictaduras de los países árabes y musulmanes se sostienen bien y son cada vez más fuertes' y Vitkine se pregunta si no será esa 'experiencia cotidiana' bajo las dictaduras lo que habría formateado 'la mentalidad de los lectores para leer Mein Kampf'. Los hechos, en forma de revueltas, llevan tres meses desmintiendo su respuesta.
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