Profesor, periodista y productor de documentales, el belga Pierre Duculot se estrena como director de un largometraje de ficción con Una casa en Córcega, película con la que se pregunta qué pasa cuando uno lucha por la vida que quiere tener y con la que denuncia el desconocimiento que tenemos de nuestras propias historias familiares. 'Es difícil decir ‘esto no funciona, lo cambio todo', pero este mundo hace aguas por todas partes y cada vez más gente se plantea otras cosas'.
Christine, el personaje principal de su película (interpretado por Christelle Cornill), se lanza a su propia aventura cuando recibe en herencia una casa en Córcega de la que nadie de la familia sabía nada. Camarera en bar de su pequeña ciudad, desencantada de su novio, la joven decide ir a conocer la casa y, de paso, el secreto que escondía la vida de su abuela. Su curiosidad la permite conocer también una promesa de vida diferente, una posibilidad por la que decide luchar.
¿Qué tiene esta historia que le animó a dirigirla desde la ficción?
Me gusta mucho contar historias y también amo el documental, así que generalmente me gustan las historias que están cerca de la realidad, porque esas son las que plantean más preguntas y yo me pregunto constantemente sobre el mundo en el que vivo.
¿En Una casa en Córcega se pregunta qué pasa cuando alguien decide tomar las riendas de su vida?
Sí, pero no estoy seguro de la respuesta, no estoy seguro de que Christine consiga vivir en esa casa. Sin embargo, lo importante es ver la evolución de una persona que toma decisiones por sí misma. Esta es una historia de emancipación, de liberación. Christine, cualquiera, tiene razón al intentar dirigir su propio destino.
¿Por qué se hace esa pregunta? ¿Hoy más que en otras épocas la gente se conforma con una vida que no le gusta o la vida cada vez es más difícil para la mayoría?
Este mundo hace aguas por todas partes y cada vez más gente se plantea otras cosas. No hay trabajo, las condiciones laborales son penosas... cada vez más gente intenta cosas nuevas, se plantea otra cosas. Pero eso requiere mucha audacia, es difícil decir 'esto no funciona, lo cambio todo'. Muchos de mis alumnos me dicen que dejan la ciudad y se van a sitios más pequeños a intentar una vida diferente.
Con Una casa en Córcega denuncia el desconocimiento que tenemos de nuestras propias raíces...
Bueno, hay gente para la que eso no tiene la menor importancia. Pero otros sí tenemos la necesidad de saber de dónde venimos. La historia familiar es importante. En el caso del personaje, ella procede de la inmigración italiana a Bélgica en los años cincuenta, personas que llegaron casi en condiciones de miseria, de las que hoy no quieren hablar. Pero hay una tercera generación que quiere conocer y comprender.
Ya, pero ¿por qué suena a denuncia en la película?
Siempre he dicho a mis alumnos que la mejor cualidad de un estudiante es su curiosidad. Hoy vivimos una época donde estamos tan marcados por las obligaciones de lo cotidiano que dejamos de tener curiosidad por demasiadas cosas. Yo quiero comprender las cosas del mundo en el que vivo...
¿Está diciendo que son menos curiosos los jóvenes hoy?
No. Yo soy optimista respecto de la juventud, no creo que sea mejor ni peor que en otros momentos. Simplemente, los jóvenes viven encerrados en un modo de sociedad que empuja cada vez más al consumo. La gente intenta llegar a un equilibrio económico que se le ha impuesto y se olvida de hacerse preguntas sobre sí mismos. Es un tipo de sociedad que, sin embargo, yo creo que está cambiando.
Otra cosa que subraya su película es lo lejos que vivimos de la naturaleza hoy, ¿si estuviéramos más próximos qué cambiaría en nuestras vidas?
Todo. Tendríamos mucho que ganar. Nuestro modelo de sociedad tiende a domesticar la naturaleza y los resultados son nefastos. Hay que replantearse la relación que tenemos con la naturaleza. Europa, por ejemplo, tiene una demografía controlada, agua en cantidades, tierras de cultivo abandonadas en todas partes, millones de parados... nada tiene lógica. Al mismo tiempo, importamos todo lo que comemos. Ese modelo no es sostenible, tarde o temprano tendremos que ocuparnos bien de nuestros campos.
La película se mueve en un territorio a medio camino entre el documental y la ficción...
Me pregunto si esa distinción no sería más apropiada si la hiciéramos entre el cine de lo real y el de lo imaginario. Se puede hablar de la realidad cotidiana desde la ficción y desde el documental.
Parece que usted ha encontrado su camino. Además, su cámara se mueve como si rodara un documental. ¿Es una declaración de intenciones?
Sí. La forma en la que ruedo lo es. Los grandes movimientos de cámara me irritan. A mí me gustan los planos de documental, las distancias medias, la cámara quieta para dos personas que hablan... Me gusta hacer esto, con el cine me hago preguntas sobre el mundo en el que vivo y esta manera de hacerlo es la mejor para compartir estas preguntas.
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