madrid
Si hubiese que definirla con dos palabras serían: periodista y empática hasta morir. Quizás por eso intuye las preguntas y casi antes de que se lance la primera, Paka Díaz, reportera freelance, advierte: "A pesar de todo lo que hay escrito, queda mucho por hablar del cáncer. Faltan perspectivas. Falta contar cómo se vive un cáncer si eres autónomo. Porque, ¿quién se pilla la baja? ¿De qué comes? Hay que poner sobre la mesa también otros temas como violencia de género y cáncer o cáncer y perspectiva de género", apunta.
El motivo de la entrevista con la periodista es el libro que acaba de publicar junto con la documentalista Mabel Lozano, Te invito a un mojito, un relato humano, muy útil y con sentido del humor sobre el cáncer de mama, editado por Catedral Books, un volumen donde ambas cuentan en primera persona sus experiencias con carcinoma de pecho del que ambas han sido operadas hace apenas unos meses.
Son diez capítulos, escritos al alimón en el que pareciese que se van quitando la palabra para contar y repetir que no hay cáncer bueno, que "esos guisantitos" en el pecho son una mierda. Sin pelos en la lengua y con toda la naturalidad del mundo recuerdan que las incertidumbres por las que se pasa antes, después y durante la enfermedad son muchas, que las secuelas son largas y que es necesario poner palabras a tanto velo y misterio a una enfermedad que es la primera causa de muerte entre las mujeres de 25 a 55 años. En España, es el tumor más frecuente en la mujer con 32.953 diagnósticos en 2020.
Con fuerza, ambas contadoras de historias se enfrentan a los falsos mitos, como ese que dice que quienes sobreviven, como ellas, son unas heroínas. No. El cáncer no es una batalla que ganan quienes luchan con fuerza. Maldicen sin pudor también a quienes achacan esos tumores malignos al karma porque hacerlo supone culpar a la enferma, explica Paka Díaz. Con humor, con mucho humor, las dos periodistas afirman lo necesario que es llevar también el feminismo a sus pechos y quererlos a pesar de que queden como una "teta –Frankestein".
"Un cáncer te afecta la visión que tienes de ti misma. Incluso al sexo. Es paradójico y perverso porque el cuerpo de las mujeres sigue siendo un campo de batalla sobre el que se te dice qué se puede hacer o no", apunta Díaz, que suma a su propio padecimiento de la enfermedad, su trabajo como reportera para el que ha entrevistado a numerosas pacientes oncológicas. "Sí, hay médicos que le cuestionan a una mujer el hecho de querer reconstruirse diciéndoles qué para qué, si tienen ya 70 años", puntualiza.
Somos libres, también con cáncer, grita el texto trufado de trucos y hasta recetas, porque sí, comer bien y cuidarse es importante, aseveran. Somos libres para querer someternos a las complejas operaciones que supone reconstruirse el pecho, libres para no hacerlo, como la activista "uniteta" Idoia Miranda, a la que citan y recuerdan su cuenta de Instagram @tocalastetas. Libres para llorar, tener miedo, ponernos una peluca o lucir calvas. Porque es nuestro cuerpo. Y ahí es importante reivindicar el feminismo y la necesaria perspectiva de género que señalan debe estar en cada página de nuestras vidas, en la medicina y en cómo una mujer padece está enfermedad en todas las dimensiones. En ese sentido, el texto recoge el testimonio de Sandra Ibarra y Yolanda Vielba, de la Fundación Sandra Ibarra. Ellas cuentan la violencia que algunos hombres ejercen sobre sus parejas después de la mastectomía o la caída del pelo.
Ayudar a otras mujeres
La sororidad sería otro de los pilares sobre los que se construye el libro. "Cuando Mabel me propuso escribir este libro, poco después de que le hubieran diagnosticado su carcinoma, me dijo algo clave para convencerme: que podíamos ayudar a otras mujeres. Con lo que había aprendido al lado de mi hermana con su cáncer, sus operaciones y sus tratamientos, además de lo que había recopilado de mi propia experiencia, aseguraba que yo la había ayudado mucho. La entendía porque sentía exactamente lo mismo. Mi hermana me había abierto el camino, como si anduviéramos por la selva y ella fuera delante con un machete. Además, Mabel consideraba un pro nuestro buen humor a prueba de bombas —y hasta de tumores—, mezclado con una ironía que nos hace bromear hasta con lo más oscuro", escribe Paka Díaz, que defiende también a machete la sanidad pública y la importancia de la medicina preventiva y las revisiones periódicas: salvan vidas.
"Nosotras imaginamos este libro como una amiga a la que recurrir. En él, entre nuestras aventuras personales, escribimos todo lo que creemos que puede ayudar a otras mujeres. Esta enfermedad se hace larga. Muchos días, aunque estés rodeada de amor, te sientes sola. Entre nosotras, las que la hemos pasado, nos entendemos y conseguimos animarnos. Convertir esa red de sororidad que hay entre las pacientes oncológicas en un libro nos pareció una muy buena idea. Aunque es verdad que, al final, cada una tiene que recorrer su camino. Pero no es lo mismo hacerlo sola que acompañada", concluye la reportera.
Cómo llevar mejor esa “larga enfermedad” que se llama cáncer
Para empezar, poniéndole nombre, apuntan las autoras. "Lo primero, es llamar a las cosas por su nombre: 'Cáncer, tengo cáncer de mama, soy una enferma oncológica'", repite Mabel Lozano.
Luego hay que ponerle resiliencia, fuerza y energía feminista. El humor lo dan por sentado. De ahí el título, el mojito con el que invitaría a Mabel Lozano el sanitario que le puso la anestesia para dormirla. "Y si no hay humor, yo aconsejo rodearse de los servicios de psicología que ofrecen los hospitales para pacientes oncológicos. Es importante aprender a pedir ayuda", apunta Paka Díaz, para quien acompañarse de seres queridos fue también fundamental. Parte estaban su círculo, sí, pero otras de esas personas fueron apareciendo durante la enfermedad. Lo cuenta en el libro, en una páginas que provocan sonrisa y ternura al tiempo. Son sus largos desplazamientos en ambulancia desde su casa al hospital durante el tratamiento de radio. En esos itinerarios, en los que se iba recogiendo a otros enfermos que hacían la misma "ruta", la periodista, amiga del conductor desde el primer viaje, no dejaba de hacer red, preguntar, preocuparse y hablar con el resto de pacientes que iban en el vehículo rumbo a la unidad de oncología.
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