A pesar de una larga carrera que se remonta a los años inmediatamente posteriores a la explosión del punk británico, para muchos españoles el nombre de Anne Clark va íntimamente asociado a ese peculiar y mediático momento social y musical que conocimos como la Ruta del Bakalao, cuando en las discotecas de Levante los fines de semana se estiraban hasta lo imposible con sesiones musicales donde el sonido frío, oscuro y maquinal del synth-pop británico y centroeuropeo de los primeros 80 era objeto de culto. Allí, entre luces estroboscópicas y coches tuneados, Anne Clark compartía protagonismo con grupos como New Model Army, Front 242, Nitzer Ebb... y Chimo Bayo.
Aquello parece quedar lejos de su ambición intelectual y sus aires de poetisa afterpunk, a pesar de que su última visita fue para actuar en Peñíscola. Pero su nueva gira europea ya no vive de la nostalgia: Anne Clark presenta nuevo disco, The smallest acts of kindness, a partir de este miércoles en Madrid, Alicante, Gijón y Barcelona. Su primer disco de estudio en más de diez años. “No quería añadir uno más a la enorme montaña de productos ya existente”, explica, “quiero que se valoren las cosas. No sé cuánto apreciamos, realmente, de todo lo que consumimos”.
Uno se pregunta, pues, ¿qué ha cambiado para sacar ahora a la luz este nuevo “producto”? “Cuando mi padre murió, el impacto que sufrí me hizo cuestionarme el valor de la escritura. Hace poco, la muerte de mi madre tuvo un efecto totalmente diferente: me hizo querer escribir y trabajar de nuevo, me hizo ver lo corta e impredecible que es la vida”, dice la artista.
A menudo se habla de ella como pionera de la electrónica, pero habla de las remezclas que le hicieron gente como Mouse On Mars o Sven Väth como de “un territorio extraño. La gente coge tu música y prácticamente la reescribe. Si te gusta eso, está muy bien...”.
Su interés principal, ahora mismo, es afectar emocionalmente al oyente. Según Clarke, “la gente está muy polarizada respecto a mi trabajo: o les gusta o lo odian. No creo que haya mucha gente que tararee mis canciones pensando que no están mal. No creo que haya un término medio y eso me gusta, porque quiere decir que dejas una huella. Tristemente, vivimos en un mundo cada vez más superficial y vacío. Todo parece ser tan cómodo y acogedor que no queremos amenazarlo demasiado”.
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