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Una idea que cambia 40 años de juego

PABLO OLIVEIRA Y SILVA

No hace falta remontarnos al lanzamiento de la consola Magnavox Odyssey en 1972 para recordar cuando soñábamos con la utopía de controlar con movimientos lo que sucede en la pantalla. Hace cinco años también lo hacíamos.

La novedad y la sencillez de Wii abrieron un nuevo camino y rompieron las barreras del juego estático. Ahora Microsoft quiere dar un paso más. Como en un Minority Report doméstico, el mando se nos cae de las manos mientras los sensores de Project Natal identifican nuestra anatomía. Reconoce las extremidades, las articulaciones, la voz... Nos movemos, literalmente, en la pantalla, interactuando con los objetos y las acciones como en el mundo real.

Jugar sin un mando en las manos resulta chocante y nuestro cerebro al principio no sabe reaccionar muy bien a los movimientos que pide el juego. Las manos se nos van al mando, los dedos a los botones.

Tras las primeras rondas de golpes al aire, comprobamos que el sistema es muy preciso, que permite moverse en todas direcciones, que diferencia entre una patada con el pie o un golpe con la pierna, un raquetazo con la mano o un golpe con el brazo. Damos cabezazos, empujamos con la cadera... Nuestro cuerpo está muy mal, pero está a punto de lograr una gran vida social.

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