Un equipo de arqueólogos ha logrado penetrar hasta el corazón de la base de la pirámide del Sol de Teotihuacan (México), donde ha descubierto un conjunto de estructuras anteriores a la construcción y lo que parece ser una ofrenda 'depositada como parte de una ceremonia de consagración [...] probablemente al inicio de su edificación hace más de 1.900 años', según explicó el investigador Enrique Pérez Cortés en un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México.
Los científicos, del INAH y la Universidad de Aichi (Japón), han dedicado los tres últimos años a internarse en la pirámide del Sol. Se trata de la más alta del país, erigida en torno al año 50 de nuestra era por una civilización aún desconocida, ya que incluso el nombre de Teotihuacan le fue dado a la ciudad por los invasores aztecas en el siglo XIV. Los expertos sospechaban que, como en otras pirámides mesoamericanas, probablemente la construcción se levantó sobre una ofrenda de consagración. En la década de 1930, el arqueólogo Eduardo Noguera cavó un túnel de 116 metros a lo largo de un eje de la pirámide, pero se desvió del centro. A partir de este corredor, el equipo de Pérez Cortés perforó varias catas hasta llegar al corazón de la edificación, una zona que 'siempre estuvo anegada, ya que la humedad que absorbe el edificio se concentra en la base y en el área central', según el INAH.
En aquel lugar los investigadores encontraron tres estructuras anteriores a la pirámide y siete enterramientos humanos, algunos de ellos de niños, además de dos ofrendas. La más rica de estas contenía tres figuras humanas de serpentina (mineral verde). La pieza más notable es una máscara de 11 por 11,5 centímetros tallada en una sola pieza y con ojos de concha y pirita. Según los arqueólogos, podría tratarse de un retrato. La ofrenda incluye además 11 vasijas, piezas de obsidiana y restos de esqueletos de un felino, un cánido y un águila que había comido dos conejos.
Por el tipo de vasijas ceremoniales, los arqueólogos sugieren que quizá la pirámide no estaba dedicada al inframundo como se creía, sino a una deidad de la lluvia similar al dios Tláloc, que aún se adoraba en Teotihuacan 1.500 años después.
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