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"Los grupos autoorganizados acabarán por hacer con las empresas lo que el software libre ha hecho con el software"

Profesor universitario y experto en redes sociales. Este teórico de la colaboración en Internet ha participado en Picnic08, unas jornadas sobre cultura y tecnología celebradas en Ámsterdam esta semana

JAVIER CANDEIRA

En la Universidad de Nueva York, el profesor Shirky (Nueva York, 1964) es el primero que ha conseguido la renovación automática de su contrato, a pesar de la política de no dar puestos fijos a nadie.

En la red, shirky.com es una fuente de implacables análisis sobre la mediación tecnológica de las relaciones sociales, con títulos y mensajes tan impactantes como Un grupo es su propio peor enemigo, sobre las dinámicas de las comunidades online o La RIAA [la SGAE norteamericana] consigue lo que los ciberpunks no lograron, sobre el uso de cifrado seguro por parte de la ciudadanía.

En el escenario de Picnic08 , Shirky comienza contando ejemplos e historias de interacción en comunidades de creación, siempre centrado en la interacción entre los usos sociales y las normas, implícitas o explícitas, que se establecen para codificar esos usos sociales. Al revés que otros autores que no pueden dejar de hablar de 'su libro', Shirky habla como el profesor que es, quitándose de en medio para llamar la atención sobre la materia objeto de su estudio, no sobre sí mismo.

En persona, Clay Shirky parece un Tom Hanks con la cabeza afeitada, como si se estuviera preparando el papel de John Locke en la versión cinematográfica de Lost.

¿Cuánta gente en todo el mundo está involucrada en estas actividades de colaboración y creación?

La primera respuesta es más o menos 1.400 millones de personas. En todas las encuestas que hacemos, la participación social es siempre el componente más alto, aunque sea sólo compartir fotos de los nietos. No es algo que cambie el mundo, pero siempre es más participativo que ver la televisión. Esencialmente, cuanto más específica hagas la pregunta, menos gente encontrarás. Twitter tiene un público de cientos de miles, quizá un millón o dos. Flickr ya ha pasado el umbral de los diez millones de usuarios, aunque tienen 3.000 millones de fotos. La gente que pone comentarios públicos son unos 100 millones, así que hay una correlación inversa entre lo público que sea un comportamiento y cuánta gente participa en él. Todo el mundo participa con su esfera familiar y su círculo de amigos, y cuanto más pública y declarada es la acción, menor es el núcleo de personas que se ven activamente como productores de medios.

¿Existen actividades que, por su propia naturaleza, no se puedan abordar mediante la colaboración espontánea en la red?

[Riéndose] La neurocirugía... absolutamente, no estamos hablando de un caso en que todos los sistemas anteriores vayan a desaparecer y los nuevos los vayan a reemplazar. No vamos a pasar de A a B, sino de uno a muchos. Solía pasar que para cualquier grupo grande que quisiera hacer algo tenía que ser un grupo gestionado, pero ahora encontramos también grupos sin gestión, o más bien grupos fuera del sistema de gestión jerárquica tradicional. El experimento para el que no tenemos aún respuesta es ¿Dónde funcionan mejor los grupos sin gestión tradicional? Esto se ve en las guerras entre guerrillas y ejércitos tradicionales. Hay ventajas tecnológicas que las guerrillas aprovechan mejor y que sólo ahora están empezando a ver los ejércitos. Y esta hibridación la vamos a ver en los negocios: la pregunta no será ¿seguimos con la jerarquía o nos organizamos en red?, sino ¿dónde seguimos con la jerarquía y dónde empezamos a jugar con modelos en red?'.

Se habla de las multitudes inteligentes, pero ¿qué pasa con las multitudes malignas?

Howard Rheingold, el autor de Multitudes inteligentes, ya dice en el libro que 'porque una multitud sea inteligente, no quiere decir que sea buena'. Este es un cambio social importante: estamos perdiendo la habilidad de decir qué grupos se pueden formar y cuáles no. Es más fácil juntarse con alguien para beber cerveza que para chutarse, porque en el mundo real los vendedores de cerveza pueden poner un neón que diga 'cerveza', y los vendedores de heroína no pueden. Esto pasa en el mundo real, pero en el virtual vemos que se juntan grupos que antes podíamos evitar que se juntaran, y que ahora tendremos simplemente que reaccionar después de que se hayan juntado.

Y en cuanto a la filosofía política en torno a estos grupos, si tenemos guardianes para estas grandes comunidades, ¿quién guarda a los guardianes?

Ah, ¡la pregunta más famosa de la ciencia política! La solución de consenso parece ser que los propios guardianes deberían estar en una posición en la que haya tantos que se puedan vigilar unos a otros, mediante algo que Steve Mann ha llamado sousveillance, vigilancia desde abajo. Es un experimento de transparencia radical, que a veces funciona y a veces no. Esto se está viendo en Wikipedia, donde hay un gran incentivo tanto para cuidarla como para intentar destruirla si no te gusta lo que representa. Además de estos dos grupos hay un tercero, que son los que se preocupan por los que defienden Wikipedia. El arreglo al que parecen haber llegado es que los defensores tienen que tener actividades tan transparentes que sea fácil ver cuándo se han convertido en agentes nocivos.

En su conferencia trató de la interacción entre las leyes y las normas sociales. ¿Cree de verdad que es posible que las normas acaben por suplantar a la ley?

Creo que igual que Stallman y el software libre luchan contra el copyright usando la misma legislación de copyright para subvertirlo, los grupos autoorganizados pueden darle la vuelta a las leyes de asociación, y que a medio plazo acabarán haciéndoles a las corporaciones lo mismo que el software libre le ha hecho al mundo del software.

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