Enjoyada, con zapatos de tacón alto y un elegante abrigo de piel. Así llegó la joven e inexperta Virginia Cowles a la Guerra Civil Española, donde demostró un coraje y un olfato periodístico que la convirtieron en una reportera de leyenda.
"La única cualificación con la que contaba como corresponsal de guerra era la curiosidad", admite la periodista en el libro "Desde las trincheras. Virginia Cowles, una corresponsal americana en la Guerra Civil española", que acaba de publicarse en España.
La obra reproduce los capítulos dedicados a la contienda fratricida española en "Looking for trouble" (1941), un best-seller que escribió Cowles, fallecida en 1983, sobre su vida como corresponsal de guerra.
"No es un libro de historia. Es el relato de un testigo", afirmó, en una entrevista con Efe, Harriet Crawley, hija de la reportera estadounidense y autora del prólogo del nuevo libro, que ha presentado esta semana en Madrid.
A Crawley le parece "maravilloso" divulgar en España las peripecias de "mami" en la Guerra Civil (1936-1939), "porque acercará este periodo histórico a una nueva generación, y nada lo hace más vivo que su prosa rica y accesible".
El caso es que Cowles, hastiada de escribir artículos de viajes para la revista "Harper's Bazaar", vio en España la oportunidad de hacer un "periodismo más arriesgado" y convenció al grupo de diarios del magnate William Hearst -cuya vida inmortalizó Orson Welles en la mítica película "Ciudadano Kane"- para cubrir la Guerra Civil.
Con sólo 27 años, la reportera se plantó en marzo de 1937 en Madrid, cuya población civil resistía con valentía el asedio de las tropas del general Francisco Franco sublevadas contra la República.
En la capital se hospedó en el céntrico y legendario Hotel Florida, cuartel general de los corresponsales extranjeros, donde también se alojaron figuras como Ernest Hemingway y su futura esposa (la tercera) Martha Gellhorn, John Dos Passos y Herbert Matthews.
Una chica como ella -alta, atractiva y con un cierto aire a la actriz Lauren Bacall- no pasó desapercibida en sus paseos por madrileña Gran Vía, hecha escombros por los bombardeos.
La desaliñada escritora Josephine Herbst, que coincidió con Cowles en el Hotel Florida, la describía con cierta envidia "vestida de negro, con gruesas pulseras de oro en las delgadas muñecas y con unos diminutos zapatos negros de tacón increíblemente altos".
Esa guisa no le impidió echarse a las calles de Madrid para oír el "prolongado siseo de los obuses" y ver las "trincheras sucias y estrechas con una fila de sacos de arena en la cima", donde se jugaban el pellejo soldados republicanos "harapientos".
Virginia no ocultó su simpatía por la República, pero a diferencia de su amiga Martha Gellhorn -que abominaba de "toda esa objetividad de mierda"- y otros colegas, Virginia se propuso "cubrir ambos bandos" con artículos que "contrastaran las dos partes".
Tras ser testigo en primera línea del terror cotidiano de Madrid, Cowles viajó a la España nacional, controlada por los franquistas.
Cowles arribó a esa zona antes de la entrada de los militares italianos de Benito Mussolini en Santander, "cuyas principales plazas habían sido despiadadamente bombardeadas" en agosto de 1937.
En esa localidad, un alto mando nacional le confesó la autoría del bombardeo de Guernica, capital histórica del País Vasco: "Pues claro que fue bombardeada. La bombardeamos y bombardeamos y bombardeamos y, bueno, ¿por qué no?", le espetó el oficial.
Guernica fue arrasada por la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, que combatían a favor de los sublevados, aunque éstos atribuyeron la destrucción de la urbe a los republicanos.
En Salamanca, ciudad que Franco usó como cuartel general, Virginia palpó un ambiente paranoico en el que "cada uno tenía su propia versión de la España roja" y "era peligroso contradecirlas".
En febrero de 1938, la reportera de los zapatos de tacón alto pasó una semana en la republicana Barcelona, donde halló "poca cosa, salvo hambre, terror y miseria", y ésa fue su última cobertura en la Guerra Civil, que le causó un "impacto enorme", según su hija.
Cowles, que cubrió la II Guerra Mundial (1939-1945) y trabajó para las cadenas BBC y NBC en Londres, se casó después con el periodista británico Aidan Crawley, con quien tuvo tres hijos.
Años más tarde, la periodista visitó varias veces Madrid, donde -como cuenta su hija con nostalgia- "siempre se emocionaba y buscaba edificios como el Hotel Florida, que ya habían desaparecido".
Virginia Cowles murió en 1983 en un accidente de tráfico ocurrido en Francia a la vuelta de unas vacaciones en el sur de España, el país que la había visto nacer como corresponsal de guerra.
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