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La pantomima del silencio

El director del Tour critica la alianza, en forma de huelga, de los equipos 'contra el espectáculo'

MIGUEL ALBA

La acción encontró su reacción. Ya lo expuso Isaac Newton en su famosa tercera ley. 'Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria'. El científico británico lo demostró hace cuatro siglos para explicar el movimiento de los cuerpos, así como sus efectos y causas. Ayer, el cuerpo que tanto se echaba de menos en el Tour no tenía alma. Sólo un corazón de litio y un esqueleto de cables que desaparecen en un auricular. El famoso pinganillo. Un invento que no aúna posturas. '¿Qué tal sin pinganillo? Para mí fue maravilloso', defiende Carlos Sastre. 'No está mal llevarlo de vez en cuando', sostiene Óscar Freire. 'Los experimentos, en otras carreras', se escuda Contador. 'Una mierda', replica José Joaquín Rojas en la meta de Issoudun. Su corriente es la mayoritaria en el pelotón. Por eso, ante la acción de la UCI de prohibir su uso, en busca de una mayor espontaneidad y espectacularidad, la reacción del grupo se circunscribió a un día de pedales caídos.

Fue como una huelga, pero sin el como. Una postura de no agresión que amenaza con repetirse el viernes, entonces tendrá más morbo entre los dientes de sierra de una etapa que atisba ya las primeras cumbres alpinas, si la UCI no se aviene a las condiciones de los equipos. 'Les hemos pedido que lo pudieran llevar hoy por sólo dos corredores por equipo y que se permitiera el viernes, a cambio de seguir con el experimento en la Vuelta a España'. Sin embargo, a cada reivindicación de Bruyneel, que encabezó la postura de los equipos, la UCI amenazó con una sanción de tiempo por el uso del comunicador.

La etapa se convirtió entonces en una pantomima con un final pactado. 'Los corredores hemos decidido que se iba dejar atacar a los equipos franceses -ayer fue la fiesta nacional gala- y equipos que no han firmado contra la prohibición de los auriculares, para posteriormente controlar la fuga y disputar el sprint siempre y cuando trabajaran los equipos de los velocistas', se explicaba desde el pelotón.

Así fue porque para meterle vatios a la pedalada no hace falta pinganillo. El pelotón se saltó el ritmo caribeño a poco más de 20 kilómetros para meta, por donde Vaugrenard, Dumoulin, Hupond e Ignatiev todavía esperaban sacar partido del silencio. La rutina, cuando se circula sin freno en el último kilómetro, situó a Tony Martin delante de Cavendish para soltarle desbocado a escasos 100 metros. Por detrás, Hushovd aprovechó el rebufo del británico del Columbia, que sumaba su tercera victoria en este Tour, para mantenerse firme en la pugna por el maillot verde.

La huelga terminó con algún despistado (Zubeldia y Leipheimer llegaron a 15 segundos, por lo que el americano cedió el cuarto puesto) y bronca. 'Los equipos se han aliado para que no haya espectáculo', denunciaba Christian Prudhomme, director del Tour. Por primera vez, desde el inicio del Tour, las interferencias de los pinganillos habían silenciado la polémica Armstrong-Contador. Y eso sí que no es una pantomima.

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