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Ni lo intentes

CARLOS PARDO

De los libros póstumos de Bukowski, La gente parece flores al fin es el último, seguramente su 'testamento' literario, si hacemos caso a su editor John Martin. Pero uno no puede evitar la sospecha de que la (inteligente) selección y ordenamiento de estos poemas no sea obra de Bukowski, sino el resultado de un acuerdo entre Martin, su editor de siempre, y los herederos del poeta. Un orden que hace hincapié en el final de una biografía en perpetua guerra contra la quietud, la tranquilidad y otras maneras de muerte doméstica.

Un Bukowski nostálgico (sin perder mala leche) que también corrige, modifica y reelabora versos ya publicados para mostrarnos que el aparente desarreglo de su estilo es fruto de un trabajo exigente, un precario orden robado al caos de su vida. Y la traducción de Eduardo Iriarte sabe reproducir esa soltura, secretamente aprendida de la tradición experimental norteamericana de autores como William Carlos Williams.

La gente parece flores al fin es un gran libro. Uno de los mejores de Bukowski en el género que sea. Se puede leer como un diario de vejez o un conjunto de hilarantes relatos en verso. Aquí está su álter ego, Henry Hank Chinaski, con cuatro de sus monotemas: borrachos, mujeres, escritores y caballos. Borrachos en éxtasis al descubrir su coche perdido en la calle, un lugar donde dormir la borrachera para recomenzar la vida pasado mañana... Mujeres con las que no se cumple o follan con un idiota o sencillamente son una salvación breve. Escritores vanidosos que comen lengua de vaca hervida mientras sueltan una perorata contra su propia mediocridad. Y caballos, es decir, apuestas y animales que giran a mitad de carrera para volver a la salida.

Bukowski también regresa a la salida. Vuelve nostálgico, pero duro y sin ninguna respuesta para tanto desperdicio vital. Sólo la imagen de un veinteañero en una pensión con una botella debajo de la cama y un periódico con ofertas de trabajo tirado en el suelo, y la idea del que sería su epitafio: Ni lo intentes.

El desamparo de los personajes de Bukowski -de sus relatos, novelas y poemas- tiene algo de místico: una religión de los perdedores, de los que sólo pueden encontrarse porque antes se han perdido. Pero quizá hablar de religión con Bukowski -¿o de escatología?- sea exagerado y él mismo se anticipe a decir: 'Ser capaz de rascarte y / mostrar indiferencia es victoria / suficiente. Esas mentes estreñidas que buscan / un sentido más alto / serán despachadas con el resto / de la basura'.

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