El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, deja hoy su cargo, pero también deja atrás un extenso rosario de polémicas. El blanco de sus críticas han sido principalmente el aborto, los gays, el matrimonio homosexual, la clase de Religión o el 15-M.
Rouco ponía de relieve el pasado noviembre, en una de sus últimas menciones, la preocupación aún viva de los obispos por 'el presente y futuro del matrimonio y de la familia' a cuyo empeoramiento contribuyen las 'leyes injustas' como las del aborto y el matrimonio homosexual.
Hablaba también de la 'estremecedora tragedia del aborto practicado masivamente desde los años setenta del pasado siglo en la práctica totalidad de los países europeos, incluida España, al amparo de una legislación primero despenalizadora del mismo y, luego, legitimador'.
La contrarreforma del aborto de Gallardón ha sido muy aplaudida por un Rouco que clamaba durante el Gobierno de Zapatero porque el aborto era una manifestación de una crisis 'mucho más honda' en sus causas que la económica o la política. 'Siempre que se cuestiona o se niega la verdad del matrimonio y de la familia en la teoría y en la práctica, las consecuencias negativas no se hacen esperar' y, así, por ejemplo, 'se ciegan las fuentes de la vida con la práctica permisiva del aborto', decía.
El hasta hoy presidente de la Conferencia Episcopal también auguraba la desaparición de las sociedades por el aborto, al haber entrado en el 'sendero fatal de un radical no a la vida'. 'No se puede jugar con el derecho a la vida, y menos pensar que el Estado es el dueño del derecho a la vida. La vida sólo es de Dios', llegó a afirmar.
La familia y atizar a los homosexuales siempre ha sido uno de los hobbies del cardenal. 'Sin la verdad del matrimonio, el organismo vivo que es la sociedad, se desintegraría. El hombre mismo se desintegraría. Despreciar la verdad del matrimonio como fundamento de toda sociedad que quiere y trata de edificarse de modo justo, solidario, profundamente humano y fecundo es como poner en juego su misma viabilidad histórica', proclamó en una misa en Colón.
Días después de que el Constitucional diera su visto bueno al matrimonio homosexual, Rouco abogaba por dar a todos los niños, 'con efectividad jurídica y social', la seguridad de poder contar y vivir 'con su padre y con su madre, en la medida de lo realmente posible'. Asimismo, instaba a la unidad entre el padre y la madre y entre los padres y los hijos; la posibilidad de tenerlos y criarlos física, psicológica y espiritualmente, 'en su dignidad de hijos de Dios'. También hacía referencia a la salvaguarda de la 'estabilidad fiel del amor conyugal entre la esposa y el esposo, y su activa disponibilidad para abrirse generosa y abnegadamente al don de los hijos y a su madura y responsable educación'.
Y tras la victoria de Rajoy en las generales hablaba de la 'nueva evangelización' ante una cultura matrimonial y familiar 'gravemente herida, en España y en el mundo, por el individualismo hedonista y el positivismo jurídico, a los que ha conducido el alejamiento de Dios y de la verdadera humanidad'.
Antes de la ley Wert, el cardenal acusó al Gobierno de Zapatero de 'discriminar' la asignatura de Religión, hasta el punto de calificar de 'héroes' a los alumnos que eligen esta materia en los colegios públicos. 'El derecho a recibir formación religiosa en la escuela es primario e intocable, es anterior al Estado y no se puede privar ni recortar, ni en la escuela pública ni en la concertada', llegó a decir.
Dentro de la Educación, tampoco se libro de sus ataques la asignatura de Educación para la Ciudadanía que, en su opinión, tenía que 'ser programada como materia de formación estrictamente cívico-jurídica y no, como es ahora el caso, como una materia de formación moral y de visión del hombre, de la vida y del mundo, fórmula típica de una enseñanza ideológica y adoctrinadora'.
En plena efervescencia del movimiento de los indignados, aseguraba que 'el olvido de la tradición cristiana [...] impacta sobre todo en los jóvenes, como estamos viendo estos días con el fenómeno del 15-M de la Puerta del Sol'. Rouco los definió como 'jóvenes que no conocen a dios, no conocen a Cristo', por lo que 'se encuentran con sus vidas rotas, y si las soluciones temporales y materialistas no funcionan, como no están funcionando, el fracaso está servido, y la rebelión también, y el desconcierto todavía más'. También declaraba que los problemas de estos jóvenes no sólo tienen que ver con la situación política y económica sino 'con lo más profundo, en su alma, su corazón'.
Asimismo, llegó a cargar contra el botellón para señalar que los jóvenes españoles que lo practican deben volver su mirada al interior y a Dios porque 'en el fondo de su alma' tienen una vida de amor y oración.
Internet y las redes sociales tampoco se libraron de sus críticas. Según él, la Red es un instrumento 'poderosísimo' para informar y comunicar globalmente ante acontecimentos como las revueltas en el mundo árabe, pero también propaga fórmulas de vida 'menos acordes a la dignidad humana' que exponen a los jóvenes de 2011 al 'todo vale', a la vida 'virtual' que ofrecen las redes sociales y a la 'incertidumbre'.
La causa de la crisis no es económica, no es la burbuja, ni los bancos, sino 'el olvido de Dios' , según proclamaba el cardenal. 'Las causas no son de carácter exclusivamente económico ya que en su origen también hay causas de naturaleza ética, moral y espiritual'.
Una vez determinadas las causas, tocaba conocer la forma para salir de esta crisis. Para Rouco, el rey era clave en este sentido, como fuente de 'inspiración'. 'En un momento lleno de no pocas y serias dificultades de diverso orden, España puede encontrar en los años de vuestro reinado motivos de inspiración para mirar adelante con fortaleza', le dijo al monarca en una carta. Con los recortes y ajustes puestos ya en marcha, pidió 'espíritu de sacrificio' para afrontarlos.
En junio de 2012, Rouco llamó a la Policía para que desalojara a un grupo de personas que se habían encerrado en la Catedral de la Almudena de forma simbólica para llamar la atención sobre 'la gran estafa hipotecaria' y el drama social de los desahucios. Meses más tarde, pedía una solución 'justa, equitativa y solidaria' al 'angustioso' problema de los desalojos.
El presidente de la Conferencia Episcopal calificaba la corrupción como un 'problema social de primer orden' y subrayaba que la Iglesia pide cada domingo 'para que los gobernantes acierten' y su conciencia sea lo mas 'moral, justa y solidaria posible'. 'Pero de ahí no podemos pasar', avisaba.
A su vez, a finales de 2013, y ante el referéndum independentista en Catalunya, se mostraba preocupado porque la 'unidad de la nación española pudiera llegar a romperse'. Al mismo tiempo, reclamaba a los políticos que respetaran las normas básicas de convivencia, 'como es la Constitución'.
Por otro lado, tras el fallecimiento de Manuel Fraga, destacó su 'noble servicio a España' en circunstancias 'no siempre fáciles'. 'Admirado y respetado por un número incontable de conciudadanos, que no olvidarán nunca la forma extraordinariamente generosa, desinteresada e incansable de su entrega al bien común de los españoles', añadió.
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