El prestigioso semanario alemán Der Spiegel lo describía así en 2009: 'Cuando Ackermann mira el mundo, ve un lugar donde el Deutsche Bank hace negocio'.
En el fondo, Josef Ackermann, el refinado primer ejecutivo del gran banco alemán, un suizo culto y cosmopolita que escapa a Nueva York a la mínima ocasión para visitar el Metropolitan Museum, no sería tan distinto del chabacano alcalde lerrouxista de Barcelona en 1935, Joan Pich i Pon, quien contemplando extasiado su ciudad desde el Tibidabo exclamó: '¡Cuánta propiedad inmobiliaria!'.
La gran diferencia es que la visión de Ackermann puede tener consecuencias letales inmediatas lejos de Fráncfort, como han comprobado Ferrovial, el BBVA, el Banco Popular, Gamesa y Grifols. Al tiempo que advierte contra la gravedad de la situación en España, con el efecto que tiene en los mercados la luz roja prendida por una institución tan poderosa como el Deutsche Bank, apuesta desde Londres en operaciones a corto contra las cinco empresas del Ibex 35.
El propio Der Spiegel se preguntaba por la ética de esta visión del mundo como si fuera un campo de batalla para los negocios de su banco: 'Para él, todo lo que ayude a Deutsche Bank a seguir vivo sería ético. Un Deutsche Bank fuerte es bueno para Alemania, dice. Y está convencido de que Merkel cree lo mismo. Acierta. Merkel está de acuerdo', escribía el semanario en 2009.
'Der Spiegel': 'Merkel está de acuerdo con que la fortaleza del banco es buena para Alemania'
La canciller y Ackermann, nacido en Mels (Suiza) en 1948, llegaron a ser lo suficientemente amigos como para celebrar juntos el 60º aniversario del banquero en la misma cancillería. Fue una fiesta privada para un poderoso hombre de las finanzas en el corazón mismo del supuesto poder público: una buena metáfora de la correlación de fuerzas entre las finanzas y la política. Al ágape asistieron una treintena de personas y, cuando trascendió, se convirtió en lo suficientemente embarazoso para Merkel como para que intentara irse distanciando, al menos públicamente, de su compinche. Y ahí siguen: aparentemente distanciados.
Ackerman fue reelegido el año pasado como primer ejecutivo del banco hasta 2013. Llegó al Consejo directivo en 1996, tras dejar Credit Suisse por un choque de trenes con su jefe de entonces, y su programa organizativo anglosajón en seguida fue abriéndose paso en una entidad como la alemana marcada por una cultura más pactista y en línea con el modelo social europeo, que ya entonces estaba siendo horadado desde dentro y desde fuera.
En 2002, fue elegido primer ejecutivo. El balance: Deutsche Bank avanza en el tablero bélico mundial y se desprende de grasa. Sin perder nunca la sonrisa, en su mandato ha eliminado con guante de seda en puño de hierro más de 14.000 puestos de trabajo, el equivalente al 18% de la plantilla.
La visión bélica de este hombre acostumbrado a mandar, que con 33 años ya tenía a centenares de subordinados en Credit Suisse, no es sólo metafórica: compaginó sus estudios en la Universidad de Saint Gallen con una exitosa carrera en el ejército como reservista, que le llevó al grado de coronel y a hacerle dudar si seguir con las finanzas o con la milicia.
Celebró su 60º aniversario con sus amigos en una fiesta en la cancillería
El dilema debió de ser tan difícil que logró unir ambas inquietudes: finanzas con mentalidad militar y de conquista. Él mismo lo contó en 2002 a la revista Manager Magazine, donde explicó que su experiencia militar le fue más útil que lo aprendido en las aulas. '[En las escuelas de negocios] enseñan macroeconomía y este tipo de cosas. Te preparan para tiempo de paz, no para lidiar con conflictos. ¿Pero cómo es luego la vida de un ejecutivo? Cada media hora, una nueva crisis'.
El general ha prosperado en Deutsche Bank y en las otras empresas, además de Credit Suisse, en cuyo consejo se ha sentado: Bayer, Lufthansa, Siemens, Linde... Siempre dispuesto a conquistar nuevos territorios con las herramientas elementales del catecismo anglosajón del Estado tan diminuto como sea posible y la lucha sin cuartel contra todo el que se interponga en el camino recto hacia la cuenta de resultados.
Sin embargo, también a él se le removieron las tierras en pleno terremoto financiero. Lo más cerca que estuvo del abismo fue en septiembre de 2008. Hypo Real Estate, un banco centrado en hipotecas, se tambaleaba y los analistas coincidieron en que su caída hubiera arrastrado a Deutsche Bank hacia terreno desconocido. Pero ahí estaba el Estado para rescatar el Hypo. Y además, lo controlaba Merkel.
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