Las niñas de familias educadas que sacan buenas notas en el colegio parecen correr más riesgo de desarrollar un trastorno alimentario, quizá porque sienten más presiones para triunfar, según un equipo de investigadores suecos. El estudio siguió a más de 13.000 mujeres en Suecia, descubriendo que según aumentaba la educación de sus padres o sus abuelas, también lo hacía el riesgo de que las niñas fueran hospitalizadas por anorexia u otro desorden alimentario.
Las posibilidades también aumentan a la vez que las notas de las niñas en el instituto, señalaron los investigadores del instituto Karolinska de Estocolmo en el American Journal of Epidemiology. 'Es posible que estas niñas sientan más presión de la familia para triunfar, lo que para algunas puede traducirse en una obsesión por controlar su alimentación y su peso corporal', indicaron los expertos en un comunicado.
Las chicas con mejores resultados en el colegio tienen más probabilidades de tener algún trastorno alimenticio
Las chicas con mejores resultados en el colegio también tienen más probabilidades de tener ciertos rasgos de personalidad, como el perfeccionismo, que las hacen relativamente más vulnerables a los desórdenes alimentarios. Es probable que estas demandas jueguen un 'papel importante' en el desarrollo de estos desórdenes, explicó la investigadora Jennie Ahren-Moonga.
'Esto es incluso más relevante cuando se combina con baja autoestima, ya que la sensación de no poder cumplir con las expectativas juega un papel crucial tanto en la anorexia nerviosa como en la bulimia nerviosa', apuntó. La gran mayoría de las chicas estudiadas no recibieron nunca tratamiento por un desorden alimenticio, al margen de la educación de su familia y de sus notas, y sólo 55 de las 13.376 fueron ingresadas mientras duró el estudio.
Los investigadores creen que los hallazgos no prueban que una educación mejor y los logros escolares lleven a desórdenes alimenticios, pero sí sugieren que las chicas de familias de más éxito académico tenían un riesgo relativamente mayor de padecerlos, lo que podría ayudar a prevenir la aparición de estos problemas. Así, las hijas de padres universitarios corrían en torno al doble de riesgo de recibir tratamiento por un desorden alimenticio que las hijas de padres que sólo habían recibido una educación a nivel de primaria.
El riesgo era seis veces mayor entre las chicas cuyas abuelas maternas habían recibido educación universitaria, frente a las nietas de mujeres que sólo habían ido a la escuela primaria. Y de forma similar, las niñas que tenían notas más altas a los 15 años corrían el doble de riesgo de hospitalización que las chicas con las notas más bajas. Ahren-Moonga dijo que los padres deberían ser conscientes de los signos potenciales de un desorden alimentario, como cuando un niño empieza a saltarse comidas, va habitualmente al baño después de comer o pierde peso sin un motivo claro.
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