Al líder del PP, Mariano Rajoy, no le gustaron las iniciativas propuestas por José Luis Rodríguez Zapatero, pero tampoco aportó ninguna al debate sobre el estado de la nación. 'Podrá usted improvisar, inventarse medidas nuevas todos los días y arruinar a los españoles, pero no logrará ningún resultado. No quiso hacerlo cuando pudo. No pretenda arreglarlo ahora con cuatro gestos', denunció el dirigente conservador.
A su juicio, el 'nuevo catálogo' de propuestas del Gobierno 'no responde a un plan global', que es lo que la economía demanda. 'Es un plan más, el duodécimo', señaló de forma burlona. Rajoy se mostró faltón y mitinero. Sobre todo, durante su primera intervención. En esta parte, esgrimió el plan anticrisis, pero sin trasladar ni concretar sus ofertas. Y como entre los socialistas comenzaban a elevarse las críticas, respondió a la defensiva: 'Pero si ustedes no saben leer, cómo se van a enterar de ellas'.
Además, parecía encontrarse en un acto de la precampaña electoral. Así, volvió a sus argumentos: 'Recesión, déficit, deuda y paro galopante. Este el estado de la nación. Sin maquillajes ni aspavientos'. Y también a sus peores augurios: 'Seguiremos en recesión, se ensanchará la deuda pública y la tasa de paro alcanzará el 20,5%'.
Aunque Zapatero dejó a los conservadores bastante descolocados por la mañana, Rajoy cumplió al pie de la letra con su programa. Como había anunciado, pidió una 'rectificación' de la política económica como la que se había producido en materia antiterrorista y denunció, una vez tras otra, que las cifras del paro hubiesen alcanzado los cuatro millones. Daba igual que el jefe del Ejecutivo hubiese recogido varios de sus planteamientos, como la subvención en la compra de coches o la rebaja del impuesto de sociedades y el IRPF a pymes y autónomos.
En los corrillos conservadores, aseguraban que todo era 'una mala fotocopia' de sus ideas porque estas se quedaban cortas y, además, no llegaban a tiempo. Rajoy acusó a Zapatero de 'despilfarrador' y dijo que estaba convencido de que la crisis no fue una sorpresa, sino que hubo 'un deliberado y mezquino cálculo electoral'.
En la réplica, se mascó la tensión. Rajoy fue al ataque. Más irónico que nunca, declaró que después de haber escuchado la intervención 'moderada, ecuánime, equilibrada, educada y presidencial de Zapatero', lo que se preguntaba era si no estaba siendo 'injusto con este hombre, que es una bendición para España'.
El presidente del Gobierno había hecho autocrítica, se había mostrado abierto a compartir objetivos para salir de la crisis... Y había animado a aportar en vez de criticar. Por ejemplo, en la reforma del mercado laboral. Pero sólo, y ya al final, Rajoy le respondió que él era partidario de revisar los contratos temporales. Ya lo había dicho en la clausura del congreso del PP de Galicia el domingo.
El jefe de la oposición no quiso entrar más de lleno en un tema que, según él, corresponde a quien gobierna. Tampoco lo hizo en ninguno de los otros retos que le planteó Zapatero. El dirigente socialista le había pedido que fuera capaz al menos de resaltar algún dato positivo de la economía, como la solidez del sistema financiero español. Pero no quiso. Al igual que se negó a hablar del 'boom inmobiliario' que comenzó bajo el mandato de Aznar. Rajoy prefirió cargar contra el anuncio de que los que tengan unos ingresos anuales de más de 24.000 euros no podrán desgravarse por la vivienda a partir de 2011. Con ello se está dando 'la puntilla a las clases medias españolas'.
Rajoy reprochó a Zapatero que hablara del decretazo de 2002 cuando los socialistas votaron en 1992 un real decreto que provocó una serie de recortes sociales que llevaron a la huelga general. No toleró que se refiriera al despido libre: 'Hay dos formas de entender el despido. Una, pasar del 22% de tasa de paro al 11, del PP. Y otra, del 11 al 20, como usted'. Y se cabreó cuando el presidente del Gobierno le acusó de servirse de la crisis para ganar elecciones. A Rajoy le indignó: '¡Cómo me puede acusar a mí de falsedades!', le gritó. Y defendió que él estaba diciendo lo mismo que 'los autónomos, las pymes, la Comisión Europea, el Banco de España, Solchaga, Almunia, Ordóñez, todos ellos jalean el paro'.
Al término, los marianistas valoraban el papel de su jefe de filas. Le habían visto 'bien y en forma'. Para los críticos del PP, le había faltado 'cierta cintura política'.
La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, protagonizó la anécdota del día. Ajena al debate, tan concentrada estaba escribiendo en su escaño que se dejó arrastrar por la ovación que sonaba a su alrededor y casi sin darse cuenta acabó aplaudiendo a Mariano Rajoy.
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