Diez meses después de que las excavadoras del Ejército israelí tirasen abajo su casa, Mohamed Jader, su mujer y sus cinco hijas siguen viviendo en una tienda de campaña en la que cada día se siente más el frío del invierno.
La ofensiva israelí del pasado invierno contra Gaza dejó 1.400 palestinos muertos, 11.000 viviendas destruidas o dañadas y medio millar de familias en tiendas de campaña; una de ellas es la que acoge desde entonces a Mohamed y los suyos.
Los daños materiales causados por la operación militar Plomo Fundido no han podido ser reparados debido al férreo bloqueo que Israel mantiene sobre la franja palestina, lo que ha impedido la entrada de materiales de construcción.
Muchos de los que han perdido su hogar han podido alquilar apartamentos baratos o se han mudado a casas de familiares pero los más desafortunados, como la familia Jader, con cinco niñas de entre uno y dieciséis años, no han podido ser acogidos por sus parientes, que viven en casas minúsculas, ni alquilar otra vivienda.
No han tenido más remedio que permanecer en el campo de refugiados temporal de El Salam, en la ciudad de Yabalia (norte de Gaza), donde decenas de familias esperan una reconstrucción que parece no llegar nunca.
El primer día de la invasión terrestre la casa de Mohamed Jader fue blanco de las bombas de tanques israelíes y su aterrorizada familia tuvo que huir y refugiase en casa de unos amigos.
Sus llamamientos de ayuda a la Media Luna Roja durante la operación fueron infructuosos: nadie pudo llegar al lugar donde se encontraban para sacarlos de allí y les aconsejaron que abandonasen la zona agitando banderas blancas.
"Estábamos asustadísimos y tuvimos que caminar hasta la casa de mi tío, a unos dos kilómetros", explica a Efe este trabajador de la construcción de 46 años.
Tras la retirada de las tropas israelíes, los Jader regresaron a su vivienda de doscientos metros cuadrados, que encontraron demolida.
La familia recibió 4.000 euros del movimiento islamista Hamás, que gobierna Gaza, y otro tanto de la agencia de desarrollo de la ONU, que gastó en ropa y utensilios de hogar pero que fueron insuficientes para hacer frente a un alquiler.
Desde entonces viven en la tienda de campaña, rodeados de ruinas y haciendo fuego para calentar su precario hogar y hervir agua para ducharse o cocinar.
Los niños juegan en medio de los escombros y las tiendas raídas del campamento y la familia no tiene acceso a agua potable, por lo que se ve obligada a comprar agua mineral.
Al llegar las lluvias, Mohamed reforzó la tienda de campaña con escombros de su casa, que utilizó también para construir un pequeño cuarto de baño a diez metros de la tienda.
"A mis hijas les da miedo ir hasta allí en la oscuridad, así que por las noches tengo que acompañarlas", afirma.
Su mujer, Suaad, vive con miedo de que sus niñas enfermen por el frío y permanentemente asustada por los animales.
"Doy comida a los gatos para que se queden por aquí y persigan a las serpientes y las ratas o, al menos, nos alerten cuando se acerquen", narra esta mujer de 38 años.
La operación israelí acabó también con la única fuente de ingresos de los Jader: una pequeña granja de pollos que Mohamed montó en el tejado de su casa cuando perdió su trabajo como obrero en Israel tras el comienzo de la Segunda Intifada, en el año 2000.
Uno de sus mayores temores son sus hijas y el futuro que les espera tras el trauma que están sufriendo.
Fadhel Abu-Hain, profesor de psicología en la Universidad Al Aqsa de Gaza, indicó a Efe que los niños están conectados emocionalmente con sus casas y su pérdida puede producir "miedos y tensiones que pueden generar graves repercusiones en el futuro".
Cada día que pasa se siente con mayor intensidad el frío en las tiendas de campaña, cuyos ocupantes han recibido con esperanza el reciente anuncio de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) de que repartirá 26 millones de euros en ayuda directa a los "sin techo".
"El dinero es para ayudar a la población de Gaza a prepararse para el invierno", dijo la pasada semana el director de la UNRWA, John Ging, que señaló que los refugiados "necesitan comida, pagar un alquiler y ser capaces de vivir".
Familias como la de Jader cruzan los dedos para que la ayuda sea suficiente para pagar cuatro paredes y un techo a la espera de que la tan prometida reconstrucción de Gaza se convierta en realidad.
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