Las tropas tailandesas restauraron el orden en la mayor parte de Bangkok el jueves, pero la paz parecía frágil un día después de los disturbios e incendios que amenazaban con llevar a la anarquía, mientras los soldados tomaban el control de un campamento ocupado por manifestantes antigubernamentales.
Miles de manifestantes "camisas rojas" de sectores urbanos y rurales de escasos recursos habían abandonado el campamento protegido por barricadas en el centro de Bangkok, pero la fuerte represión y derramamiento de sangre generó temores a un aumento del malestar entre las clases desfavorecidas de Tailandia.
La Tailandia moderna jamás había pasado por un período tan prolongado de violencia urbana, disturbios mortales, enfrentamientos y destrucción extendida, y jamás se había acercado tanto a un completo conflicto civil.
Toda la semana fue declarada festiva en un intento por mantener a la gente lejos del centro de Bangkok.
La represión, que comenzó antes del amanecer el miércoles por la mañana, provocó la muerte de 15 personas y dejó heridas a cerca de 100. Alrededor de 1.500 manifestantes se refugiaron en un templo, donde seis cuerpos fueron encontrados el jueves. Cientos de personas que se quedaron dentro fueron sacados por la policía.
Decenas de edificios fueron incendiados, incluyendo bancos, la bolsa de valores y el segundo mayor complejo de tiendas del sudeste asiático. Al amanecer, lo peor había terminado. Los manifestantes se habían ido.
Algunos disturbios continuaban en el área de Din Daeng, escenario de intensos enfrentamientos el fin de semana pasado. Decenas de manifestantes quemaron neumáticos y prendieron fuego a las instalaciones de un banco. El Ejército hizo disparos de advertencia.
Sin embargo, en comparación con los últimos enfrentamientos, la zona estaba principalmente en calma.
Los analistas políticos dicen que el próximo paso dependerá del primer ministro Abhisit Vejjajiva, cuya reputación, según algunos, quedará empañada para siempre por haber supervisado las operaciones militares en las cuales han muerto 82 personas, desde el 10 de abril, en su mayoría civiles.
Cerca de 1.800 personas han resultado heridas en el mismo período mientras el Gobierno, respaldado por la clase monárquica de Tailandia, y los manifestantes, apoyados por masas rurales y seguidores del derrocado primer ministro, Thaksin Shinawatra, no logran llegar a un acuerdo.
Los líderes de las protestas, ahora detenidos, hicieron un llamamiento a la calma.
El toque de queda en Bangkok y otras 23 provincias se amplió a otras tres noches, mientras seguían los incendios en 39 lugares, después de que la mayoría de ellos fuesen sofocados.
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