Bueno, ahora viene la Semana Santa...' Estas seis palabras sintetizan el pensamiento vital y la estrategia política de Mariano Rajoy. Las pronunció el líder de la oposición el jueves, en una esquina del aeropuerto de Bruselas, donde tuvo un inesperado encuentro con varios periodistas que intentaron averiguar qué pensaba hacer si Jaime Mayor Oreja insistía en su desatino de ver por todas las esquinas a enviados del Gobierno negociando con ETA. Lo que vale para Mayor Oreja vale también para Jaume Matas, que para entonces ya se había sentado en el banquillo de los investigados por gürtelmanía, esa dolencia apandadora que parece haberse propalado en el PP tras incubar el convencimiento de que los precedentes roldanianos del PSOE habían tejido una cortina de impunidad para quienes llegaron al poder en 1996 enarbolando la bandera de la regeneración ética.
Se deja llevar Rajoy por el axioma clásico de que, mientras la izquierda necesita ofrecer argumentos para ganar las elecciones, la derecha puede permitirse buscar primero el triunfo y argumentarlo después. Para obtener la victoria parece creer que le bastará con remover el atávico sentido trágico del destino de España, en virtud del cual los años de bonanza habrían sido sólo un paréntesis, tan pequeño como los gobiernos de izquierdas. Pero cabe que la factura que no parece pasarle al PP la corrupción se la acabe pasando a Rajoy el agujero negro de su programa. A la postre, todas las campañas electorales se reducen a dos motivaciones: esperanza o miedo.
Rajoy confía en que Oreja y la Semana Santa ayuden a olvidar la gürtelmanía del PP
Vista la incapacidad del líder conservador para infundir esperanza y el miedo que a muchos provocan voces de ultratumba como la de Mayor Oreja, no es descabellado pensar que José Luis Rodríguez Zapatero puede acabar rehaciéndose y hasta conseguir la impronta de que en su segundo mandato sentó las bases de la modernización económica de España igual que en su primer cuatrienio pilotó una revolución en los derechos cívicos.
Si no perdón, al menos absolución. Esto es lo que el PSOE espera que reciba Zapatero por el pecado original de la legislatura haber negado la crisis cuando llegue el momento de someter al veredicto de las urnas la gestión de su segundo mandato presidencial. Al fin y al cabo, hasta el santificado Pedro Solbes descartaba en 2008 el escenario de crisis, que por aquellas fechas se utilizaba como sinónimo de recesión crecimiento negativo. Y ahora, con todavía dos años por delante, los datos que maneja el Gobierno apuntan a que esa página puede estar a punto de pasarse, con un crecimiento en el primer trimestre del 0 o el 0,1, aunque el ritmo de la recuperación económica será lento y el de creación de empleo aún más, tanto que difícilmente llegará a tiempo para cambiar el ánimo social ante las elecciones municipales y autonómicas de 2011 e incluso puede llegar tarde para las generales de 2012.
Los socialistas han decidido volver a sacar en procesión al presidente del Gobierno
La definición de la estrategia se ve dificultada por el encadenamiento de campañas electorales que se va a producir a partir del verano, con el consiguiente tronar de las sintonías partidistas. Los concernidos directamente sean presidentes autonómicos, alcaldes o simples candidatos tendrán la tentación de desmarcarse del presidente del Gobierno al grito de 'sálveme yo', olvidando que muchos le deben el cargo y que el sentido de un partido político es la defensa de un proyecto colectivo. Además, la negociación de los Presupuestos para 2011 será especialmente dura, sobre todo si el president José Montilla se empecina en apurar la legislatura hasta noviembre y el Gobierno insiste en irritar al PNV que ha acreditado reiteradamente su condición de socio más fiable con decisiones mal justificadas y peor explicadas como la enmienda Florentino.
De momento, en las últimas semanas el Gobierno ha dado muestras de un mayor dinamismo. Zapatero ha hecho una serie de movimientos en el tablero que, tomados de manera aislada, tienen un alcance limitado, pero que si cuajan en un cuadro global pueden cambiar la percepción ciudadana. Más allá de su alcance concreto, las reformas que se negocian en los procesos de Zurbano y del Diálogo Social serán también un indicador de la capacidad de aglutinar voluntades del presidente la auténtica foto de Zurbano será la votación en el Congreso, lo que influirá en los índices de confianza, ese importante ingrediente económico.
El agregado puede dotar de contenido el relato de la economía sostenible, que con todas sus carencias, que no son pocas constituye el único proyecto de futuro que en estos momentos se presenta a los españoles, según se reivindica desde el Gobierno ante el clamoroso silencio de Rajoy. El líder de la oposición sigue instalado en la comodidad absentista de esperar a ver cómo cae Zapatero por la fuerza gravitatoria del pesimismo nacional, una expectativa que ha llevado a la disidencia interna del PP a adoptar un estado durmiente, en la esperanza de que, aunque su candidato carezca de pegada, podría ganar por incomparecencia del electorado socialista.
Para reanimar a su parroquia y restaurar su imagen de líder nacional, los estrategas del PSOE han decidido volver a sacar a Zapatero cual santo en procesión, a razón de dos actos de partido por mes hasta el verano. El riesgo de esta operación es que, si no se dosifica bien, puede dar la imagen de que el presidente está más preocupado por la marcha del partido que por la del país. Tendrá que cuidarse Zapatero de que el traje de presidente del Gobierno no acabe arrugado bajo el uniforme de cofrade socialista.
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