Madrid
Actualizado:Esta mujer de 30 años de edad solo responde con monosílabos a la entrevista telefónica que ha podido conceder por el protocolo de seguridad que tiene dentro de la red andaluza de intervención contra la violencia de género. Sus respuestas se entrecortan. Su voz es baja. Muy apagada. Se encuentra en el patio interior de los diez apartamentos que componen su centro de acogida esperando que la directora la llame para hablar de un tema que solo es capaz de sacar cuando está en terapia. “No me salen las palabras cuando ni a mis propias amigas les puedo decir por culpa de mi agresor dónde estoy, cuál es mi dirección o cómo es mi vida. Toda mi familia me ha dado la espalda”, explica a Público.
Su hijo de tres años es el único buen recuerdo de aquella etapa de infierno. “Él me da vida y me ayuda a salir adelante con la rutina de llevarlo al colegio, a los médicos o juegar con él fuera de nuestro apartamento”.
Sus datos son privados, también su procedencia. Aunque sí hemos podido desvelar su origen. María Jesús es de etnia gitana y recuerda que desde la denuncia puesta a su agresor el pasado mes de julio no ha vuelto a recibir la llamada de sus padres. “Me decían que si vas a dejar a tu marido no te vas a venir aquí. No queremos a una mujer abandonada. Casi mejor que te ahorques”. Ese fue el ultimo deseo de su padre. El marido de María Jesús era el primo "payo” de la familia. Bien posicionado, con un buen piso pero como bien dice su exmujer “sin capacidad de querer a nadie” y con una intención de maltrato que nunca hubiera podido imaginar cuando lo conoció siendo muy joven.
Del encierro total a una vida normalizada
"Los domingos era el único día me dejaba dar una vuelta con él por el parque. Era cuando me obligaba a arreglarme"
María Jesús no olvida la prohibición que tenía para salir de su casa y el control que la familia de él ejercía sobre ella y su hijo desde su nacimiento en el año 2014. “No podíamos salir a la calle. Sólo me dejaban recoger al pequeño de la guardería y para casa. A la vuelta del trabajo lo único que hacía él era estar sentado, beber o gritarnos. Yo me metía con mi hijo en la habitación y la gente dejó poco a poco de visitarnos. Sabían lo que pasaba. Los domingos era el único día me dejaba dar una vuelta con él por el parque. Era cuando me obligaba a arreglarme”.
A principios del pasado verano, María Jesús intentaría pensar en un nuevo proyecto de vida para ella y su hijo, muy lejos de esta dura realidad. “No sabía como enfrentarme a una situación tan complicada pero fui a la policía donde puse la primera denuncia que me llevó a un centro de emergencia donde estuve ya protegida por primera vez”. Sin embargo, no fue hasta la segunda denuncia un mes después cuando tomó la decisión de salir de casa de sus padres donde su expareja la amenazaba constantemente por abandono y para quedarse con su hijo, obligándola incluso a visitarlo cuando la amenazaba de muerte horas antes.
Para María Jesús ese fue el peor momento. “Al no haber ninguna condena en firme, le dejaron a ver al niño para que pasara parte de las vacaciones con él. No he dormido en tres semanas pensando que no iba a regresar, que se iba a quedar con él para siempre”. En julio, a la vuelta de las vacaciones, la segunda denuncia permitió a María Jesús ingresar en uno de los centros de acogida de la Junta de Andalucía, pioneros en este tipo de asistencia desde el año 2000.
Las cifras del IAM destacan que un “total de 1.343 supervivientes de violencia machista, 684 mujeres y 659 menores y personas dependientes a su cargo”, han contado durante el primer semestre de 2016 con protección, un hogar seguro y una atención integral (psicológica, jurídica, sociolaboral....) en la red de centros del Servicio Integral de Atención y Acogida a Mujeres Víctimas de Violencia de Género del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM). El balance, según ha explicado a Público la directora del IAM, Elena Ruiz, supera en un 11,3% el número de personas acogidas del año anterior, debido al mayor nivel de concienciación de las víctimas, "que dan el valiente paso de pedir ayuda y alejarse de sus agresores" y, por otro, a la creciente atención "a víctimas de otras formas de violencia machista, como las redes de trata".
Víctimas jóvenes con hijos a su cargo y en paro
Inés es una de las trabajadoras sociales que convive a diario con María Jesús y recuerda el perfil tan variado de las víctimas que se trasladan hasta el centro. “Intentamos que hagan vida normal pero a veces resulta muy difícil que permanezcan sin el recurso de sus familiares no solo económico, también emocional. Un mínimo porcentaje vuelve con su agresor dándoles una última oportunidad de seguir con sus vidas anteriores”. Para Inés la principal consecuencia es el creciente número de usuarias jóvenes que están recibiendo como víctimas de violencia machista. “Antes había muchas mujeres de 50 o 60 años. Cada vez nos encontramos un perfil mas mayoritario de jóvenes de entre 20 y 35 años con hijos a su cargo y en paro. Una situación de indefensión total”.
“Cuando nació mi hijo lo tuve que dejar porque me decía que era una mala madre”
María Jesús trabajaba antes del encierro obligado de su agresor como limpiadora de una clínica, con un sueldo de media jornada que le permitía tener una mínima independencia económica. “Cuando nació mi hijo lo tuve que dejar porque me decía que era una mala madre”. A casi trescientos kilómetros de su otra vida busca empleo a través de los programas que profesionales como Inés le van mostrando día tras día para que conozcan las posibilidades que tienen de futuro. “Estoy esperando acabar un curso de fotografía que nos han ofrecido para hacer aquí con otras mujeres y nos permite tener la cabeza más distraída”, aclara.
Inés declara que el “setenta y cinco por ciento” consigue integrarse en el mercado laboral, a pesar de las dificultades. Las empresas ofertantes pertenecen al sector servicios y cuentan con un cupo especial para este colectivo con graves necesidades y ganas de salir adelante. Así logran normalizar, en la medida de lo posible sus vidas. “Volver a su etapa anterior es imposible, tampoco empezarla lejos de sus seres queridos aunque las mujeres que se quedan en un nuevo entorno son las que más consiguen una vida satisfactoria alejada de aquel infierno”, apunta Inés.
El siguiente paso tras el centro de acogida es la llegada a un piso tutelado, cuando la víctima ha logrado establecerse con sus hijos en un entorno independiente con una base económica.
El último paso. Un piso tutelado y una vida en libertad
La red andaluza cuenta en la actualidad con 34 centros de atención y acogida, de los que 9 son centros de emergencia, que dan cobertura inmediata a las necesidades de protección y seguridad de las víctimas, 8 casas de acogida compuestas por 52 pisos y 17 pisos tutelados. Estas últimas son viviendas independientes para uso familiar, ubicadas en edificios normalizados, destinados a favorecer la autonomía de las mujeres, una vez que han pasado por los otros dos recursos.
El IAM ha incorporado como novedad dentro de la red el programa ‘Vacacionantes’ que han podido disfrutar en 2017, 38 mujeres
El IAM ha incorporado como novedad dentro de la red el programa ‘Vacacionantes’ que han podido disfrutar en 2017, 38 mujeres. A finales de verano la directora del IAM, Elena Ruiz, ha resaltado que este enfoque ha permitido a las víctimas y a sus hijos tener "diversión, al mismo tiempo que aumentar la autoestima y, sobre todo, crear un ambiente de seguridad, respeto y buen trato como modelo de convivencia", junto a un programa de actividades deportivas y lúdicas en cada una de las ciudades andaluzas.
“No tengan miedo. Hay otra vida lejos de estas personas indeseables”
Son las once de la mañana y suena de nuevo la campana. Es el final de la entrevista. Cada una de las mujeres tiene un calendario diario que realizar dentro del centro de acogida mientras sus hijos se encuentran en el colegio. “Ahora me toca ir al abogado a enterarme cómo va el tema del juicio. Al menos ya ha salido la vista y estoy a la espera de fecha. El otro trámite es conseguir la custodia de mi hijo”.
En la última pregunta, María Jesús da consejo a las miles de mujeres que se encuentran en España dentro de su misma situación. Con un tono más enérgico de voz recuerda que “no tengan miedo porque hay otra vida lejos de estas personas indeseables”. Hace un silencio antes de cortar la llamada y reitera la ilusión que tiene por encontrar de nuevo empleo “Solo depende de nosotras. Y estoy dispuesta a empezar de verdad mi nueva vida lejos de todos los problemas”.
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