MADRID
El modelo laboral impuesto tras la crisis económica no solo ha empobrecido a las capas sociales más desfavorecidas. También se ha cebado con sectores que parecían a salvo: ir a la universidad ya no es un blindaje contra la precariedad. Desde el inicio de la crisis, la cifra de universitarios pobres ha crecido un 29% en España. Prácticamente uno de cada diez está bajo el umbral de la pobreza.
Si en 2008 esta tasa era del 7,2% sobre el total, en los peores momentos de la crisis llegó a alcanzar el pico del 10,4%. El pasado año, esa cifra se quedó en el 9,3%. A esto se suma que hay unos 200.000 más que hace una década, por lo que el aumento también es en términos absolutos. Muchos temen que la excepción se haya convertido en norma.
La tasa AROPE mide el riesgo de pobreza y aborda la problemática de forma más amplia, con conceptos como el de "privación material severa", no poder afrontar gastos imprevistos o tener dificultades para llegar a fin de mes. Ésta era del 9,8% en 2008, cifra que se ha incrementado hasta el 12,6%. Todos son datos del último informe de la Red Europea contra la Pobreza (EAPN), donde están adscritas organizaciones como Cáritas o Cruz Roja.
Aunque "cuanto mayor es el nivel formativo de las personas, menor es la tasa de pobreza que les afecta", entre la población pobre más de un tercio de las personas tienen un nivel de educación medio -bachiller- o alto -universitarios-.
La 'uberización' del trabajo
Hace 20 o 30 años costaba imaginar que alguien que estuviera en la universidad estuviera en situación de pobreza, algo que hacía que en muchas familias hicieran un esfuerzo para que sus hijos alcanzaran este -en teoría- ascensor social.
Entonces, ¿qué ha pasado? Graciela Malgesini, responsable de la Red de Incidencia Europea, pone los datos en contexto. Esta experta apunta que "no tenemos un mercado de trabajo acorde", algo que achaca a varias cuestiones. Por un lado, que "las universidades tienen que renovarse para adaptarse a la demanda del mercado de trabajo y de la investigación, equilibrando teoría y práctica".
"Al final, que haya tantas personas en desempleo hace que los nuevos trabajos tengan una remuneración muy baja"
Por otro, apunta a las condiciones económicas de ese mercado, pues "la economía española está poco diversificada", y las sucesivas reformas laborales. "Se reduce la regulación para la contratación y el despido para, en teoría, agilizar la creación de puestos de trabajo. Al final, que haya tantas personas en desempleo hace que los nuevos trabajos tengan una remuneración muy baja", desarrolla Malgesini.
"También hay que tener en cuenta el nuevo tipo de economía, como son los trabajos remotos a través de Internet", advierte esta experta pues "prolifera el tipo de trabajo de plataformas como Uber, que generan un conjunto de trabajadores como son los falsos autónomos, sin ninguna estabilidad".
Ante esta coyuntura, muchos se han marchado a otros países y otros incluso optan por seguir formándose. "Entre quienes se han quedado, prácticamente la mitad están en paro, algo que afecta en mayor medida a las mujeres según avanza la edad", detalla Malgesini: "Entre los 25 y los 29 años, la tasa de paro de hombres es del 40,7% y de las mujeres, del 60%".
Una situación que tiene su causa en que "algunas mujeres inician procesos de maternidad y eso las sitúa en condiciones muy precarias o las saca del mercado de trabajo". Otro factor que influye es el tipo de carrera, pues "tener un título universitario no significa gran cosa: hay que ver la demanda de empleo que tiene y de qué". "Las mujeres no estamos en las carreras tecnológicas, con empleos mejor remunerados y mayor inserción, como las ingenierías", ejemplifica.
Ahorros precarios para seguir estudiando
Unas dificultades en un mundo laboral en el que también influye la capacidad económica de cada familia: muchos de estos jóvenes han sido los primeros en ir a la universidad en su casa. Ana es una de esas personas. Esta gallega de 28 años acabó de estudiar Enfermería en 2015 y, desde entonces, solo ha encontrado trabajos temporales, con escasa remuneración y peor estabilidad.
"He trabajado en un geriátrico en el que llegaba a tener 100 pacientes en una tarde o noche"
Por lo público, esperando las llamadas de la bolsas de empleo, y avisa de que "se está precarizando mucho". Por lo privado, cubriendo bajas y vacaciones. "He trabajado en un geriátrico en el que llegaba a tener 100 pacientes en una tarde o noche", ejemplifica. Y, por trabajar toda una semana en horario nocturno y librando un día, el sueldo era de 1.200 euros.
Una estacionalidad que ha hecho que se anime a estudiar una carrera que poco tiene que ver con su formación actual. "Sé que cuando llegue verano me van a llamar, así que he estado ahorrando año y medio para seguir estudiando. Siempre quise estudiar Bellas Artes, y si no lo hago ahora, no lo hago nunca", comenta. Sobre su paso por la universidad, critica que "al final es dejar de trabajar cuatro años y dudas de que te salga a cuenta".
Pagar por trabajar
Néstor es de Getafe, ciudad al sur de Madrid. Al igual que Ana, tiene 28 años y fue el primero de su familia en ir a la universidad. Él estudió Fisioterapia y, nada más salir, encontró empleo en una clínica. Algo perfecto, si no fuese porque era como falso autónomo. "Yo tenía que estar allí toda la jornada laboral, no podía hacer otras actividades y pagaba mi propia cuota", relata a Público.
"Tengo parejas desde hace años y no he podido ni ahorrar para independizarme. No veo futuro"
Al principio lo pudo "soportar", hasta que la cuota fue aumentando con el paso de los meses y "llegó un punto en el que pagaba por trabajar, no ganaba ni para cubrir gastos". "La mayoría de lo que encontré era así", se apena este joven que "por suerte o por desgracia" vive con sus padres: "Tengo parejas desde hace años y no he podido ni ahorrar para independizarme. No veo futuro".
No se arrepiente de ir a la universidad, pero "hubiera cogido una con más salidas". De hecho, ahora está estudiado el grado en Desarrollo de Videojuegos, de nueva creación, para "buscar más salidas". "A mis padres ya les hice pagar una carrera y esta la he querido pagar yo desde el principio", explica, así que está trabajando a la vez. Entendiendo por trabajo jornadas laborales que se quedan lejos de las 20 horas semanales. "Gano lo justo para pagar la matrícula", remacha.
¿Cómo se ve esta generación? "Con muchísima frustración. Queremos independencia y libertad, pero nos la están negando con mensajes de que no nos esforzamos. Eso mina mucho la moral". En su entorno, cuenta este joven, "la mayoría de los que tienen cierta independencia es porque sus familias les han podido ayudar". Tener hijos, espeta, "es difícil incluso de plantear".
Currículums sin respuesta
Amaia, joven vasca de 25 años, es una de ellas. Estudió el grado en Psicología y el correspondiente máster habilitante. Tras salir de la universidad, probó suerte en el mundo laboral y encontró trabajo como monitora: "Me pagaban entre 6 y 7 euros la hora. Además, tenía que desplazarme para ir a distintos sitios y me pagaban la gasolina, pero era poco". Lo dejó hace unas semanas porque, en efecto, "no merecía la pena", y ahora busca trabajo.
"Estoy viendo que el mundo laboral es muy complicado, ni siquiera para la gente que ha hecho máster", expone esta joven, que continúa con un relato que ya es habitual: "Mandas muchos currículum, pero la mayoría no responden. Los pocos que lo hacen te dicen que no necesitan personal".
Aunque en su entorno de amistades "han tenido suerte", también ve casos de gente de su edad "con muchos problemas, cambiando de trabajo constantemente". "Aún tengo esperanza de encontrar algo", añade.
Memorias de un teleoperador
Miguel Gómez Garrido estudió el doble grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Rey Juan Carlos. Empezó en 2012. "Cuando entré, ya sabía que lo iba a tener muy complicado. El periodismo vivía una tormenta perfecta y sabías que lo ibas a pasar mal", relata este joven madrileño del barrio de Vallecas.
"Somos una generación que ha crecido con la crisis y, sin embargo, tampoco hemos tenido la posibilidad de contar lo que nos está pasando"
No obstante, tenía "la esperanza de que el mundo laboral fuera otra cosa". Tras hacer prácticas en algunos medios de comunicación, echó una beca para trabajar como teleoperador. "Me ofrecieron 400 euros por unas prácticas, así que las cogí por dinero, porque era donde más pagaban", comenta el estudiante, de 25 años.
Allí aguantó tres meses, que fueron relatados en Memorias de un teleoperador, un breve fanzine que reunía sus post en Facebook contando su primera experiencia laboral. También ha trabajado como vigilante de comedor por 200 euros al mes. Si pudiera rebobinar, "habría estudiado algo con más seriedad", lamenta. Ahora cursa un máster y lamenta no tener "muchas ilusiones a corto plazo, porque cuando termine el curso va a venir una travesía dura y situaciones difíciles de llevar".
"Somos una generación que ha crecido con la crisis y, sin embargo, tampoco hemos tenido la posibilidad de contar lo que nos está pasando", reflexiona para concluir: "No ayuda que no tengamos un horizonte material ni una explicación de por qué está pasando esto. Estamos muy desorientados, con poca ayuda y cargando la culpa sobre nosotros mismos".
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