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Actualizado:A Peter Ross le interesan más las tumbas de los desconocidos que las de los famosos. En el cementerio londinense de Highgate yacen la escritora George Eliot y el cantante George Michael; el padre del Manifiesto comunista, Karl Marx, y el padrino de los Sex Pistols, Malcolm McLaren; el pintor Lucian Freud y el científico Michael Faraday, entre muchos otros nombres ilustres por merecidas o desafortunadas razones, caso de Alexander Litvinenko, el exagente de la KGB envenenado con polonio.
Durante uno de sus paseos por el camposanto, descubrió una lápida que le llamó la atención: pertenecía a un niño, según el epitafio, "destinado a la grandeza". Sin embargo, lo que más lo sorprendió fue un detalle colorista, pues la lápida se quebraba en una de sus esquinas superiores y el espacio vacío lo ocupaban varios ladrillos de Lego. Quizás ese detalle lo retrotrajo a su infancia, cuando durante los veranos se entretenía en el cementerio de Sterling, una afición que lo ha llevado a publicar Una tumba con vistas (Capitán Swing).
"Yo me crie en cementerios. Los muertos eran mis niñeras, mis tranquilos compañeros. Aunque no silenciosos. Se daban a conocer con gran formalidad. Solo había que leer las lápidas", escribe el periodista escocés. "Aquellas tumbas. Dispuestas en filas, eran estanterías llenas de historias. Yo era un niño tímido; receloso, cauteloso, encerrado en mí mismo y en los libros". Sigue siendo un hombre de palabra, pero fue entonces cuando descubrió el significado de muchas de ellas, grabadas en la piedra.
Ni "destinado" ni "grandeza" entrañaban dificultad alguna para el articulista, más allá del misterio que encerraba la máxima y de la edad de Sonny Anderson, nacido en 1999 y fallecido en 2011. ¿Quién era aquel crío de apenas once años con un brillante futuro truncado? Peter Ross localizó a sus padres y supo que había fallecido de cáncer, después de dos años de sufrimientos. "La elección de enterrarlo fue nuestra forma de mantenerlo lo más cerca posible de nosotros", le dijo su madre, Zoe.Piezas y figuras de Lego en la lápida de Sonny Anderson, en el cementerio de Highgate. / Leo Reynolds
Podría parecer una información baladí. Sin embargo, en Reino Unido tres cuartas partes de los fallecidos son incinerados y sus restos no suelen ser inhumados. Además, la necrópolis de Highgate, declarada patrimonio cultural de Inglaterra, podría saturarse dentro de diez años por falta de espacio, lo que afectaría a su conservación. Aun así, fue el elegido por Ruby, la hija del matrimonio Anderson, que decidió que la tumba estuviese situada cerca de una urbanización donde los niños juegan al fútbol.
Sonny era del Arsenal, de ahí que en su funeral sonase la canción de Elvis The Wonder Of You, un clásico en el estadio de los Gunners. Su pasión era tal que su madre pidió a los asistentes que vistiesen la camiseta blanquirroja del equipo londinense, pese a que la familia guardase el luto. Y, para alegrar la lápida, pegaron en la piedra ladrillos de Lego, al tiempo que repartieron otras piezas entre los niños "para que, en lugar de tierra, las arrojaran sobre la tumba", como relataba Zoe en un blog dedicado a su hijo y contaba al propio Peter Ross.
Los juguetes eran del pequeño, quien había sobrellevado la enfermedad en el hospital con las construcciones y las figuras, que luego han coronado el trozo de muro multicolor. La familia las va cambiando durante el año, aunque algunas también desaparecen: un par de guerreros, Homer Simpson, un conejo con su zanahoria, Darth Vader y otros personajes de La guerra de las galaxias… "Las lápidas", cuando Peter Ross tenía la edad de Sonny, "no eran más que otros cuentos", recuerda el periodista, autor de un relato triste y vital a un tiempo.
"Victor [el sepulturero] me dice a menudo que, cuando hay funerales, la tumba de Sonny sirve de distracción a los niños", le cuenta la madre al autor de Una tumba con vistas. Historias y glorias de cementerios, que recoge la singular vida y muerte de personajes como la bruja Lilias Adie o la soldado Phoebe Hessel. "A veces están en el entierro de su madre, algo realmente horrible, y jugar con los Legos se lo pone un poco más fácil", explica Zoe, consciente del trance que supone no solo para los críos, sino también para los adultos.
Cuando enterraron a Sony, pese a las camisetas del Arsenal y las piezas de Lego, lo pasaron mal todos, incluidos los empleados de la funeraria. "En ocasiones aquellos hombres, tan acostumbrados a la muerte, lloraban más que nosotros", escribía en su blog, clausurado tras el sepelio en Highgate. Allí sigue la lápida de Neil Luxton, autor de unos 2.000 monumentos en el cementerio londinense, entre ellos las lápidas del dramaturgo Anthony Shaffer, la actriz Jean Simmons y el empresario punk Malcolm McLaren. Ninguno tan entrañable, sin embargo, como el de aquel niño "destinado a la grandeza".
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