Mutilación genital femenina / EFE
madrid
Actualizado:“No grites o serás una vergüenza para toda tu familia y veinte años después seguiremos recordándote que no fuiste valiente”. Fatoumata Coulibaly, nacida en Mali, tenía seis años cuando su madre le dijo estas palabras, justo antes de convertirse en una víctima más de la mutilación genital femenina (MGF), que sufren tres millones de mujeres y niñas cada año en todo el mundo. En total, 59 países han prohibido esta práctica por ley o decreto constitucional, entre los que se encuentran 25 de los 29 países de África y Oriente Medio.
La tradición, la creencia en que un corte en su clítoris convertiría a su hija en una mujer más pura y limpia y le garantizaría un buen matrimonio llevaron a la madre de Fatoumata a obligar a su niña a someterse a esta práctica. “Nos llevaron a una especie de cubículo, que sólo tenía un agujero y una piedra, donde me tumbaron y dos mujeres me agarraban de las manos mientras otras dos me sujetaban los pies”, relata Coulibaly.
Un mismo cuchillo para las siete niñas y un polvo negro que luego aplicó en las heridas son las únicas herramientas que utilizó la mujer que las operaba, nada de alcohol o anestesia. Y, aún así, se tenían que mostrar agradecidas porque ninguna sufriera una hemorragia producida por el corte y muriera, como le ocurrió a una de las vecinas de Fatoumata. Aún con temblor en sus palabras, asegura que este tema no debería ser un tabú y que hay que concienciar sobre el significado de su práctica.
Más de 200 millones de mujeres y niñas en todo el mundo ya han sido víctimas de la ablación
Con motivo del Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, los organismos internacionales recuerdan que más de 200 millones de mujeres y niñas en todo el mundo ya han sido víctimas de la ablación. La mitad de ellas residen en Etiopía, Egipto e Indonesia. Las consecuencias de la MGF pueden ser devastadoras: desde hemorragias, infecciones o tétanos en un momento inmediato al corte, hasta dificultades permanentes a la hora de orinar, infecciones crónicas, infertilidad, fuertes dolores durante las relaciones sexuales, dificultades en el embarazo y el parto y el aumento del riesgo de muerte en los recién nacidos; además del trauma que pueden desarrollar las niñas durante toda su vida. En 2012, la Asamblea General de las Naciones Unidas denunció la MGF como “un abuso irreparable e irreversible de los derechos humanos de las mujeres y niñas, y una amenaza para su salud”.
Los falsos mitos de la MGF
Es propia de los países africanos. La mutilación genital femenina no es sólo una práctica que se da en los países africanos. Aunque en España no se realice, las comunidades provenientes de los países donde se considera una tradición viajan a su lugar de origen para ejecutar la ablación y volver al territorio español. En España se reconoce la MGF en la ley de violencia de género de 2005.
Es una tradición religiosa. A pesar de considerarse en algunas regiones un ritual propio de la cultura y la tradición, la ablación es una forma de violencia machista, una manera de controlar la autonomía de las mujeres. La solución radica en el empoderamiento de la mujer africana a través de la educación y concienciación, así como el diálogo intercultural, con el fin de erradicar la demanda de esta práctica. Según Marycelina Msuya, profesora en la Universidad Cristiana de Kilimanjaro, se ha conseguido que muchas tribus africanas se nieguen a la ablación gracias a la educación, y la percepción de que es una tradición necesaria ha adquirido una tendencia negativa.
La legalización de los procesos sanitarios. En numerosos casos, la mutilación genital femenina se lleva a cabo por médicos, lo que dificulta el proceso de concienciación.
Es lo mismo que la circuncisión. Ambas prácticas no son comparables, ya que la ablación priva a la mujer del placer sexual y trae consigo muchas consecuencias que permanecerán a lo largo de su vida.
El mito de la libre elección. La mujer se ve condicionada por los patrimonios culturales y sociales, por lo que la decisión se convierte en una obligación.
La lucha internacional
A través de diversos planes, los organismos internacionales inciden en la sensibilización, fomentan el conocimiento entre las comunidades y luchan por la erradicación de la ablación. Plan International, con su proyecto Por Ser Niña , profundiza en la sensibilización entre las comunidades en los países en los que la MGF tiene mayor prevalencia: Guinea (97%), Egipto (92%), Sierra Leona (90%), Mali (89%), Etiopía (74%) y Guinea Bissau (50%).
Organizaciones como Save The Children -que opera desde hace 25 años en Etiopía, Senegal, Sierra Leona, Mali, Gambia y Guinea-, UNICEF o Médicos del Mundo -que realiza un plan de prevención de la MGF en la Comunidad de Madrid con mujeres provenientes de los países donde hay mayor incidencia- se unen a la lucha contra la ablación, una clara evidencia de la desigualdad de género en los territorios donde se practica. “Ayúdennos, no podemos salir de esto solas”, afirma Fatoumata Coulibaly.
Alba Sierra, española de 27 años, lucha por el empoderamiento de las mujeres que sufren violencia machista y contra la vulneración de los derechos humanos que supone la mutilación genital femenina en Gambia –donde el 56% de las niñas menores de 14 años han sido víctimas de esta agresión-. Trabaja con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), que impulsa distintos proyectos para luchar contra esta práctica, profundizando en el conocimiento de este fenómeno, en sus efectos sobre la salud sexual y reproductiva en las mujeres afectadas y en la sensibilización; tanto de la comunidad en general como del personal o profesionales médicos y de las mujeres que practican –las ‘circuncidadoras’- o fomentan la MGF, incidiendo desde la educación para eliminar la demanda de la población.
Desde Naciones Unidas se aprobaron en 2015 los objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen como meta “eliminar todas las prácticas nocivas –como el matrimonio infantil forzado y la mutilación genital femenina para el año 2030”. Fatoumata Coulibaly no se ha cansado de luchar: “A pesar de las diferencias de color de piel, de estatus y de cultura, nuestra sangre también es roja. El Gobierno de todos los países que mantienen esta práctica debe actuar contra estas acciones, que son violencia para las mujeres”.
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