"Fui detenido antes de la revolución, pasé tres años en la cárcel. Después volví a ser detenido, estuve encerrado once meses entre 2012 y 2013. Podría contarles infinidad de cosas, pero les voy a ofrecer el retrato de una sola noche."
"123 personas hacinadas en una celda de 6x4 metros, si hacemos números tocábamos a 19 centímetros de celda cada uno. A dos metros bajo tierra en la Sección Aérea de las fuerzas de seguridad del régimen en Damasco. Irónicamente, el aire escaseaba en la sección aérea y apenas podíamos respirar. Nos turnábamos para aspirar el aire pestilente de una rendija en una esquina de la celda, el único espacio abierto en toda la celda. En la esquina opuesta, un agujero que hacía las veces de retrete y al lado un sólo grifo del que los 123 debíamos beber, comer, lavarnos..."
"Al final de aquel día, de un solo día, tres detenidos habían perdido el juicio, gritaban y se orinaban encima, mientras otros detenidos nos ocupábamos de limpiarlos cada hora, por humanidad pero también para prevenir que el olor se extendiera. Uno de ellos había sufrido descargas eléctricas, el otro tenía la columna vertebral rota por golpes con cables de hierro, el tercero tenía heridas tan profundas en la piel que no le permitían dormir. De los 123, seis eran médicos, once éramos ingenieros y arquitectos, había también estudiantes universitarios, campesinos, albañiles… Los había adolescentes y ancianos de más de 70 años. Algunos de ellos habían pasado por el hospital militar, de donde los habían devuelto a la celda más muertos que vivos. Los hospitales del régimen, al contrario que los del resto del mundo, quiebran a los enfermos, los destruyen irreparablemente, en vez de curarlos. En una visita al hospital fui testigo de cómo mantenían a un herido encadenado de pies y manos, durante 20 días, permitiendo que se orinase encima, aplicándole torturas diarias."
Marwan el-Ash, ingeniero sirio y uno de los participantes en la conferencia 'Convoy de corazones blancos'.
Es el testimonio de Marwan el-Ash, ingeniero sirio y uno de los participantes en la conferencia Convoy de corazones blancos para liberar a los detenidos y detenidas sirias celebrada en Madrid el 8 de diciembre por los presos en las cárceles del régimen. Una conferencia que se celebró simultáneamente en decenas de ciudades de todo el mundo y que contó con víctimas de esas cárceles y con reconocidos abogados de derechos humanos como Anwar al-Bunni.
Aunque las cifras son difíciles de precisar – hay quien habla de decenas de miles de presos, otras estimaciones los colocan en más de cien mil, a lo que habría que sumar a todas las personas fallecidas bajo tortura o ejecutadas de forma sumaria en los últimos siete años –, los testimonios procedentes de los centros penitenciarios sirios revelan torturas sistemáticas y condiciones de vida infrahumanas en el interior de estas celdas, además de ahorcamientos masivos. Unas violaciones que han sido denunciadas repetidamente por organizaciones de derechos humanos y que no parecen estar en la agenda internacional ni en las tomas de decisión en torno al futuro de Siria, en un clima de impunidad que no ha dejado de aumentar en paralelo al proceso de normalización del régimen sirio, tras años de batallas por recuperar el control del país.
De qué hablamos cuando hablamos de presos sirios
Según organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, todo indica que la mayoría de detenidos ejecutados en prisiones como la temible Sednaya “eran opositores civiles al Gobierno: manifestantes, disidentes, activistas de derechos humanos, periodistas, personal de ayuda humanitaria, estudiantes”. Los participantes en la conferencia de Madrid recalcaron, en la misma línea, que categorías como las de preso de conciencia o preso político no alcanzan a describir la política de detenciones, en gran medida arbitrarias, que lleva a cabo el régimen de los Asad. Detenciones como la de la ingeniera sirio-estadounidense Layla Shwekani o la joven universitaria Lama al-Basha, que participaban en los comités de coordinación locales de Damasco, y cuyos certificados de defunción fueron enviados a sus familias recientemente, como parte de las “listas de la muerte” que en los últimos meses ha hecho públicas el régimen sirio.
Muchos otros ni siquiera han llegado a saber de qué se les acusa. “La mayor parte de los detenidos que conocí no estaban ni siquiera implicados en la revolución, ni siquiera en las manifestaciones”, subrayó al-Ash. “Como mi compañero de celda Majed Marii, un joven arquitecto que soñaba con construir la torre más grande de Siria. Fue ejecutado en Sednaya y nunca llegó a saber de qué se le acusaba. Llegó un punto en que las detenciones eran tan arbitrarias que aparecían patrullas de detención por ciertos barrios y se llevaban a los hombres, mujeres y niños que pasasen por allí sin que nadie supiera las razones. Algunos desaparecían para siempre.”
Muchos otros ni siquiera han llegado a saber de qué se les acusa
El relato de las condiciones en las prisiones gubernamentales y las secuelas que permanecen en los supervivientes fueron una de las constantes de la conferencia, desde donde se conectó también con activistas civiles del interior del país. Los participantes se lamentaron de la poca atención – mediática, política, internacional, de sociedad civil – que se presta a unas violaciones de derechos fundamentales que trascienden lo local, enmarcando la impunidad como algo global que afecta a la ciudadanía de todo el mundo. “Los mismos que crearon la guerra firman ahora contratos millonarios de reconstrucción, sin que se debatan aspectos de derechos humanos, justicia transicional ni reconciliación”, denunciaba un abogado desde Idlib.
“Yo soy refugiado en Alemania, pero no quiero estar allí”, recalcó al-Ash. “No tengo nada en contra de Alemania pero lo que deseo es volver a mi país, a mi Siria”, un llamado que fue acogido entre gritos de los asistentes. “¡Queremos nuestro país!” “¡Queremos que nos devuelvan a nuestra gente!”, se oía desde el público la voz de Maysa (cambiamos su nombre por su seguridad), entre otras. Detenida en 2013 por participar en manifestaciones pacíficas, Maysa es además viuda de un detenido que falleció bajo tortura en prisión y madre de un joven ejecutado en la prisión de Sednaya.
“La mayoría queremos volver, pero no podemos en las condiciones actuales, estamos viendo cómo personas obligadas a regresar desde países vecinos terminan detenidas o ejecutadas, algunas de ellas en el mismo aeropuerto de Damasco”, explicó al-Ash, haciendo alusión a los traslados forzosos que se llevan a cabo desde países como Líbano. “El mundo no se puede permitir una estructura tan represiva como la que se da en Siria, es un precedente terrible. Necesitamos jurisdicción universal, queremos juzgar a los criminales, los del régimen, los de ISIS, los de otros grupos… los de todos los que han cometido crímenes contra la humanidad en Siria”, concluyó.
Con esta conferencia comienza un proceso que busca la formación de un comité por la liberación de detenidos y detenidas en Siria y que requerirá, según los participantes, de unos apoyos internacionales que por el momento no abundan. Como símbolo de esta iniciativa, un convoy de color blanco saldrá próximamente de Madrid y recorrerá distintas capitales europeas hasta llegar a Ginebra, donde se llevarán a cabo concentraciones y otras iniciativas de denuncia de violaciones de derechos humanos cometidas en los “mataderos humanos” que son las cárceles sirias.
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