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Actualizado:Un flash y luego la foto. Ginesa se buscó en la imagen y no se reconoció. Su marido veía a su mujer. Su hijo, a su madre. Ella, en cambio, no se encontraba consigo misma. “No me gustó lo que salía en la foto: era un monstruo”. La cámara había inmortalizado, más que un instante, un proceso que se eternizaba. Ese ojo derecho la había sumido en una tristeza invisible: Ginesa no quería salir de casa, aunque entonces su hijo anunció que se iba a casar. “La única forma de estar en la boda era con gafas de sol”.
Ginesa padecía estrabismo vertical y diplopía, es decir, veía doble. Una alteración provocada por sus problemas de tiroides, arrastrados desde años atrás, que requería una operación. El 21 de julio de 2016 fue inscrita en el registro de demanda quirúrgica para ser intervenida en el Hospital Universitario Virgen de la Victoria (HUVV) de Málaga, pero más de un año después no la habían llamado, pese a que su situación médica había empeorado desde el diagnóstico inicial. Reclamó al Servicio Andaluz de Salud (SAS), en vano.
“Estéticamente, era un desastre, porque el ojo le bailaba. Físicamente, todo iba a peor, porque percibía dos imágenes de un mismo objeto, una encima de la otra”, recuerda su marido, Miguel Ángel. “Dejó de salir a la calle y empezó a deprimirse”. Cuando se animaba, siempre llevaba gafas de sol, incluso de noche. Aunque tenía miedo a tropezar, a no advertir el bordillo a tiempo, a que se la llevase un coche por delante. “Debía ir siempre acompañada, porque se cayó varias veces”.
El 7 de marzo de 2018, casi dos años después de inscribirse en la lista de espera, volvió a reclamar. Cuatro meses antes, el SAS le había respondido que contactarían con ella cuando tuviera la información necesaria, pero el teléfono seguía sin sonar. Un año después, en febrero de 2019, interpuso una queja ante el propio hospital. A finales de marzo, le comunicaron que sería citada para la operación en breve, si bien en junio no había tenido noticia alguna.
[Por qué aumentan las listas de espera... y se beneficia a la privada]
“Tres años esperando, aguantando y preguntando. Es un caso brutal”, denuncia Damián Vázquez, abogado de la asociación El Defensor del Paciente en Málaga. En junio interpuso ante el SAS una reclamación por responsabilidad patrimonial, pues entiende que la atención médica fue “deficiente” y que “la excesiva demora y la dejadez” ocasionaron “un deterioro desproporcionado en la visión” de su representada
Pese a todo, hubo dos momentos ilusionantes. El primero, cuando fue derivada a un centro concertado, aunque la alegría duró poco. “Una oftalmóloga me dijo que allí no tenían medios para la intervención y me devolvieron al Virgen de la Victoria. La esperanza se desvaneció y me vine abajo”, comenta Ginesa. El segundo, cuando el cirujano le aseguró que la operaría en ocho meses. “Pasó ese tiempo y nada, por lo que decidimos solucionarlo por otra vía”.
Terminaría operándose en mayo de 2019 en una clínica privada para “evitar un mayor perjuicio para su salud”. La factura ascendió a 2.870 euros. “¿Qué íbamos a hacer?”, se pregunta Miguel Ángel. “Cada vez veía menos y, si hubiera esperado más, quizás ya no podría operarse”. Ante la negativa de la Consejería de Salud a hacerse cargo de los costes, la demanda está en manos de un juzgado de lo social.
Miguel Ángel está jubilado después de tantos años en una fábrica de aparatos telefónicos. Tiene sesenta y siete, tres más que su mujer. Viven en un pueblo cercano a Málaga y cobran una sola pensión, pues ella siempre ha trabajado en casa. “Nos ha supuesto un sacrificio económico, porque en realidad confiábamos en que el hospital fijase una fecha para la intervención. Sin embargo, no fue así y el encierro la sumió en una depresión: desde caminar hasta ver la televisión, todo era un problema. Como temía salir sola, su estado de ánimo fue decayendo”.
Él ve y habla por ella porque Ginesa se emociona. “No podía bajar a la calle porque tenía miedo de caerme por las escaleras. La visión doble vertical es muy puñetera, porque si ves dos hoyos en el suelo no sabes cuál es el real, y con los escalones sucede lo mismo”, explica. “El ojo se me iba para arriba y se quedaba en blanco. Si naces así, te acostumbras, pero como me surgió de repente no fue nada agradable. Psicológicamente, me afectó mucho y estaba muy triste. Cada vez que lo recuerdo me dan ganas de llorar, aunque ahora puedo hacer una vida normal y caminar sin miedo, una sensación que me había acompañado desde hace...”.
“Es escandaloso que no la operasen durante todo este tiempo”, critica su abogado. “Para más inri, el coordinador del servicio de Oftalmología reconoció que la causa de la demora había sido la ausencia de actividad en neuroftalmología durante los años anteriores. Es decir, ese servicio del SAS encargado de este tipo de intervenciones ha estado cerrado. Eso la obligó a irse a la sanidad privada y gastarse el dinero que no tiene”, añade Damián Vázquez, quien califica como “desvergüenza” que la Consejería “abandonase a una paciente mayor y no se haya hecho cargo de los costes, cuando “todo se ha debido a su desidia”. Ahora comienza la espera del juicio, previsto para febrero.
La muñeca de Sergio
Sergio estaba jugando al fútbol cuando sufrió un golpe en su muñeca derecha. El 19 de julio de 2010 su médico de cabecera le diagnosticó un esguince, pero como el dolor no remitía regresó varias veces al centro de salud, hasta que el 7 de septiembre le hicieron una radiografía. El doctor insistía en que se trataba de un esguince, aunque su paciente seguía sufriendo, sobre todo cuando trabajaba. “Me dedicaba a la hostelería y se me hinchaba la mano, por lo que tenía que tomar continuamente antiinflamatorios”.
Más de nueve meses después, el 25 de Abril de 2011 fue derivado al traumatólogo porque las molestias persistían. “Le supliqué que me mandara al especialista, quien tras observar la radiografía me dijo que estaba rota”, recuerda este joven malagueño de 27 años. Un TAC y una resonancia magnética confirmaron la “fractura de escafoides derecho en estado de pseudoartrosis atrófica con signos de necrosis avascular de la porción proximal del mismo”, por lo que el paciente entró en lista de espera preferente el 24 de mayo de 2012.
A Sergio debían injertarle hueso de la cadera en la muñeca y en septiembre se sometió al preoperatorio, pendiente de que lo interviniesen en las semanas siguientes. Como no lo llamaban tras quejarse varias veces, el 19 de febrero de 2013 se puso en contacto con Traumatología, donde le informaron de que no estaba incluido en la lista de espera. “Entonces la lie y, misteriosamente, volví a aparecer en ella. Me comunicaron que sería intervenido el 26 de febrero de 2013, dos años y ocho meses después de mi primera visita al médico de cabecera. Todo había sido un cúmulo de despropósitos”, explica.
La operación tuvo lugar en el Hospital Marítimo de Torremolinos y resultó exitosa. “Me quedé satisfecho con la intervención, pero nadie me quita el gran dolor que sufrí previamente. Fue un mal trago”, reconoce Sergio, quien reclamó al Servicio Andaluz de Salud una indemnización de 83.958 euros por responsabilidad patrimonial. Aunque el SAS reconoció que la intervención se había realizado con 99 días de retraso respecto al máximo tiempo de espera de 180, recibió sólo 3.223 euros, que estima “insuficientes”.
Sin embargo, no siguió adelante con su denuncia por negligencia médica y error de diagnóstico porque no logró recabar las pruebas suficientes. “Al final no recurrí porque los peritos pensaban que tenía las de perder y desistí", concluye Sergio. "Me parece poco dinero a cambio de todo lo que atravesé y de la espera final de nueve meses, pero cuando reclamé la radiografía no apareció y me aseguraron que por culpa de un fallo se había borrado mi expediente, que demostraba la mala praxis”.
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