madrid
Actualizado:Uno, dos, tres e incluso cuatro. Hablamos de besos, un saludo que debe evitarse en el entorno laboral cuando no se conoce al interlocutor. O, quizás, deberíamos referirnos más bien a la interlocutora. ¿Es correcto en algún caso ese gesto durante una presentación o incumple las reglas de la profesionalidad? ¿Responde a una cuestión educativa o cultural? ¿Es simplemente una actitud condescendiente o una demostración de autoridad? ¿Podría tener una connotación machista o, incluso, sexual? Vayamos más allá todavía: ¿hay jefes o altos cargos que se aprovechan de su posición preminente en el escalafón para rozar sus mejillas —o sus labios— con las de sus subordinadas?
“En las reuniones de trabajo, cuando la gente no se conoce, lo normal es saludar con la mano, aunque cada vez se dan más besos, porque las mujeres son más flexibles. En todo caso, si el hombre tiene dudas, puede tender la mano o esperar la reacción de la otra persona para no meter la pata”, explica Susana Guindo, miembro de la junta directiva madrileña de la Asociación Española de Protocolo. “Sin embargo, sigue existiendo un tipo de jefe que usa su posición y puede resultar un poco baboso, pero nosotras ya no nos amilanamos tanto, por lo que cada vez sucede menos. En general, ellos ahora son más prudentes para no ser malinterpretados y tienen un mayor respeto”.
Partimos de lo que se debe hacer. Luego ya vendrá cuál es la práctica y la consiguiente respuesta, si bien todo depende de los sectores y de las experiencias personales, que pueden ser de todo tipo. “Si no se conocen absolutamente de nada, lo habitual y lo reglamentado es darse la mano. Actualmente, para no establecer una relación fría desde el inicio, a veces se dan dos besos. Ahora bien, los hombres, como anfitriones, deberían estrechar la mano, un gesto que ya es habitual entre las empresarias”, añade Javier Aguado, responsable de comunicación de la Asociación Española de Protocolo.
“Cuando finaliza la reunión y cambia el tono, puede hacerse una cosa u otra. Las directivas suelen darse dos besos y los hombres, la mano. Aunque cuando hay una relación continuada y de confianza, se pasa de chocar las cinco al abrazo. Incluso, cuando los congregados son gais, a un par de besos, un síntoma de normalización en la sociedad contemporánea”, cree Aguado, quien señala que todo es diferente cuando se ha establecido una relación estrecha: entonces, es correcto que hombres y mujeres se besen durante las reuniones laborales, si nos atenemos a las costumbres y reglas establecidas, expuestas por ambos expertos en protocolo.
¿Pero qué indica dar dos besos y no la mano en un primer encuentro, sobre todo cuando el varón ocupa una cargo más alto o similar al de la mujer? “Depende de lo sensible que sea la interlocutora y de cómo lo interprete”, razona la experta en comunicación no verbal Ana María Cestero. “Quizás sea una estrategia de aproximación para llevar la interacción a una situación de supremacía, porque es el superior quien rebaja a su interlocutora al usar un registro informal en un ámbito formal. Ahora bien, aunque sea una táctica que marca poder, probablemente ese hombre no lo haga con esa intención, sino para que la otra persona se sienta cómoda, al tratar de generar un contexto más familiar y relajado”, añade la catedrática del departamento de Filología y Comunicación de la Universidad de Alcalá de Henares.
En todo caso, procede dar la mano, insiste Cestero, quien cree que los saludos rijosos tienen como objetivo un perfil concreto de empleada. “Se suele hacer con trabajadoras jóvenes y vulnerables, de ahí el uso de la estrategia de evidenciar el poder, un gesto que no practicará con una igual. O sea, cuando la mujer es una subordinada, el superior se siente con ese derecho y puede rebajar la situación, algo que nunca podría hacer la subalterna”, subraya la experta en comunicación no verbal. El saludo, de algún modo, orienta cómo será esa relación en el futuro y el contexto en el que se enmarcará. Un beso inicial lo desequilibra todo, pues se establecerá una “distancia social” y no un trato entre iguales. “Pero ojo, sólo lo puede hacer quien está por encima, aunque con otro hombre no lo haría, ya que entre varones no funciona. Del mismo modo que una mujer tampoco lo hará con un hombre, o sea, ella no le dará dos besos a un subalterno como instrumento de poder”.
Berta, alto cargo de una empresa farmacéutica
“Me han agarrado el moflete, algo condescendiente y presuntuoso”
Berta desempeña un cargo de responsabilidad en una empresa farmacéutica: “Trabajo en un ámbito laboral donde hay mayor número de mujeres que de hombres y donde se alternan los besos y los apretones de manos, aunque quizás se den más besos. Creo que en España se debe a una cuestión cultural, puesto que cuando trato con otros europeos, todos dan la mano”. ¿Podríamos hablar de algún comportamiento, pese a que fuese aislado, con un carácter libidinoso o impúdico?
“Mi experiencia personal señala que los besos no responden a una actitud empalagosa, ni mucho menos sexual. En ocasiones, he percibido gestos paternalistas, como cuando me agarran los mofletes. Me ha ocurrido con personas de más edad, aunque en alguna ocasión también con gente de mi generación. Soy consciente de que no busca ser un acto pretendidamente machista, pero sí condescendiente o presuntuoso. Más que Tío, ¿por qué tengo que darte un beso?, pienso Tío, ¿por qué me agarras los mofletes? ¡A ver, que ya no soy una niña, sino una profesional como tú, por lo que no me trates como si fuese tu hija o tu sobrina!”.
Berta concuerda con la experta en comunicación no verbal: cuando los gestos son ofensivos, las víctimas son empleadas vulnerables. “He observado cómo algunos hombres, en reuniones más informales, han mostrado actitudes claramente machistas, aprovechándose de una mayor edad y de una pretendida superioridad en el escalafón, así como de la juventud de mis compañeras. Obviamente, conmigo no se atreverían, porque si eso sucediese, acto seguido pondría una queja formal donde correspondiese”.
Laura, ingeniera en una empresa aeronáutica
“Hay hombres que no se sienten cómodos trabajando con mujeres”
Laura ejerce de ingeniera en una empresa aeronáutica: “Mi tendencia es a dar la mano cuando me presentan a alguien, sea varón o hembra. Ahora bien, a veces te quedas cortada cuando vas a estrechar la mano y ves que te van a dar un beso. Puede resultar hasta borde e incómodo para ambas partes”. En su sector, predominan los hombres, pero advierte de que no conviene generalizar y cree que todos los entornos laborales son machistas. “Eso sí, yo he vivido de todo. ¿Hay machismo? ¡Pues claro! Y no es algo propio del pasado, sino que sigue ocurriendo, sobre todo cuando te relacionas con un superior o cuando tratas con clientes. Se nota que algunos no se sienten cómodos trabajando con una mujer”.
Esta ingeniera antes trabajaba en una empresa tecnológica de soporte posventa, donde trataba con mucha gente y se generaban situaciones incómodas. “Percibes cuando un hombre te da dos besos de modo natural y cuando lo hace de un modo forzado. Notas qué tipo de relación se establece entre las personas —sin importar el género— o cuando hay una actitud condescendiente e incluso paternalista, sólo porque eres una mujer”, añade Berta. “Esos besos impostados te dan una pista, si bien los he relacionado más con una actitud machista que con una connotación sexual o, si lo prefieres, babosa. En ese sentido, nunca me he sentido incómoda”.
Javier también trabaja en una compañía aeronáutica y percibe que en el sector cada vez hay más compañeras. “Yo me muevo en un mundo de hombres. No obstante, si lo comparas con Europa, aquí cada vez trabajan más mujeres. En Airbus, por ejemplo, curran muchas ingenieras”. Explica que cuando viaja o recibe visitas siempre da la mano, excepto que su interlocutora le dé dos besos. “También ha sucedido que, tras saludar formalmente a alguien que no conocía, la profesional en cuestión me dijese que también me iba a dar dos besos”, explica Javier, quien apunta que en su empresa y en otras similares existen protocolos contra el acoso. “Y si alguien lo sufre o lo presencia, está obligado a denunciarlo”.
Mónica, jefa de estudios en un instituto público
“Evito los besos, pero a veces los doy por una cuestión social”
Mónica ejerce como jefa de estudios en un instituto público, cuyo director es un varón, aunque entre el profesorado abundan las mujeres. “He pasado por varios centros y nunca he visto actitudes babosas o machistas a la hora de saludar. Los besos son naturales, hasta el punto de que en una reunión resultaría un pelín frío no darlos. De hecho, yo a veces estrecho la mano y noto que se quedan parados”, explica esta profesional de la enseñanza, quien añade que en la educación secundaria los responsables de los IES suelen darle dos besos a las profesoras.
Cuando se reúnen con homólogos de otros colegios, tanto él como ella lo practican, mas entre hombres se dan la mano, una constante en todos los sectores. “Yo, en realidad, eludo dar besos. Pero no sólo a los hombres, sino a todo el mundo, porque no me gusta el contacto físico. Ahora bien, por una cuestión social, a veces termino haciéndolo”. Mónica confiesa que esa aversión es un rasgo personal que trasciende las convenciones sociales.
También deja claro que las profesoras no besan ni al comienzo ni durante el curso a los alumnos, sean chicos o chicas, excepto en momentos especialmente emotivos o cuando llega la despedida en junio. “En cuanto a mis colegas, ningún profesor se atreve a tocar a una alumna, ni siquiera del brazo. Suelen tener miedo —y lo digo en un sentido positivo—, por lo que intentan evitar el mínimo contacto para que no haya ninguna duda respecto a nada”.
María, comercial en el sector de la automoción
“Hay clientes que intentan quedar conmigo fuera del trabajo”
María está rodeada de hombres. Trabaja como comercial en el sector de la automoción, donde escasean las mujeres. Después de varios años, tiene callos para lidiar tanto con jefes como con clientes. “Siempre te puede joder el día un baboso o un estúpido, aunque son una excepción. La mayoría de la gente es normal. Y todas las mujeres, en algún momento de su vida, habrán sufrido esas actitudes. En general, mi relación es normal: no entre hombre y mujer, sino entre profesionales. Me siento respetada, a pesar de que pueda escuchar algún comentario que me fastidia”.
Cuando busca nuevos clientes, siempre estrecha la mano. En reuniones de trabajo, a veces da dos besos, algo también frecuente cuando le presentan a otro comercial: “A mí me sale así y a ellos, también”. Si tiene un encuentro con un jefe de ventas, también opta por el mismo gesto. ¿Y qué sucede cuando un cliente fija una cita más allá del horario laboral o en un lugar ajeno a su negocio?
“Aunque es una minoría, hay quien intenta contactar contigo para quedar fuera del trabajo, pero tú eres lo suficientemente lista como para ver por dónde van los tiros y rechazar el ofrecimiento. Si no lo evitas, te me metes en un jaleo tremendo. Soy consciente de que me entran a mí y a cincuenta mil tías más, algo que se ve a la legua. Por eso, cuando te das cuenta, pones una excusa y cortas de raíz”, comenta María, quien deja claro que las actitudes machistas no son lo habitual. “¿Podríamos hablar de un dos o tres por ciento de los clientes? Mas, insisto, eso le pasará a todas en cualquier sector”.
Carmen Zapata, de Mujeres en la Industria de la Música
“Dar la mano debería verse como un acto natural, no frío y hostil”
Ella es la única que se presenta con su apellido —al contrario que las anteriores trabajadoras entrevistadas, cuyo nombre es ficticio, pues prefieren mantenerse en el anonimato— porque no sólo habla en primera persona, sino que también representa a sus compañeras de la industria musical. “Vivimos en un país maleducado respecto a los saludos. En un entorno profesional, es más neutro dar la mano, excepto que haya cariño. Yo tengo una tendencia natural a dar dos besos a todo el mundo por una cuestión cultural. Pero cuando no me apetece dárselos a ciertas personas, a quienes sólo respeto en lo laboral, procuro dar la mano”, comenta Carmen Zapata, directora artística del ciclo de conciertos Curtcircuit.
“Aquí choca cuando nos damos la mano entre mujeres en un entorno profesional. Parece exótico, cuando es lo normal en otros países. Saludarse así debería ser visto como un acto natural y no de hostilidad o, para decirlo de un modo más suave, de frialdad”, añade la también gerente de la Asociación de Salas de Conciertos de Catalunya (ASACC), quien no sólo ha presenciado sino también padecido “actitudes babosas y machirulas”. Pone ejemplos, no sin advertir previamente de que, cuando hay confianza, pueden ser gestos cariñosos, si bien la mayoría están fuera de lugar: “Desde saludarte con un piropo cuando no corresponde, porque en ese momento estás exponiendo un proyecto, hasta comentarte que te sienta bien la camisa o que estás muy guapa”. Conclusión: “En España permanecen arraigadas las expresiones machistas”.
Jorge lleva toda una vida trabajando en el sector, como periodista y DJ. No ejerce de balanza ni de contrapeso a las palabras de la presidenta de la asociación Mujeres en la Industria de la Música (MIM), sino que repudia los comportamientos lascivos y está convencido de que ellas se defienden por sí solas. “Eso de que un directivo se comporte como un baboso me parece muy viejo y propio de otro siglo. Ahora bien, las chicas que conozco jamás permitirían un comportamiento machista de ese tipo. No digo que no exista, pero las profesionales con quienes he trabajado no hubieran tolerado ningún gesto que trascendiese lo profesional”.
El pinchadiscos y cronista musical, quien ha tocado varios palos dentro del sector, acaba de llegar de un sarao y relativiza la importancia del roce de las mejillas. “En general, cuando he visto que se daban dos besos, no estaba fuera de lugar. Yo mismo, esta mañana, me he besado con media humanidad, incluidos hombres y mujeres. No obstante, supongo que habrá algún Harvey Weinstein en la industria musical”, aventura Jorge, quien señala la utilización sexista de alguna profesional del sector por parte de sus superiores. “Me consta que la industria musical ha usado en su día a mujeres como captadoras. Es decir, personas que trabajaban para discográficas o empresas de management [representación de artistas] que han sido usadas como gancho sexual”.
Cómo saludar en una entrevista de trabajo y luego dentro
“Hay que dar la mano y guardar las formas. La confianza llegará”
“No concibo una entrevista de trabajo donde no se me tienda la mano. Un hombre debería recibir a quien solicita empleo de la misma manera, sea hombre o mujer”, aconseja Susana Guindo, miembro de la Asociación Española de Protocolo. “Una vez conseguido el puesto, ya dentro, corresponde dar la mano con los responsables de otros departamentos. Yo guardaría las formas nada más entrar y, luego, cuando se adquiere confianza, las cosas pueden ir cambiando. En todo caso, siempre se entra con la mano por delante, no soy partidaria de andar repartiendo besos a la ligera”.
Ana María Cestero también cree que, una vez contratada la trabajadora, el saludo entre compañeros e iguales —o sea, con una posición jerárquica similar— ya es “distinto” e informal. “Si es un jefe, depende de adonde haya llevado el saludo y la relación, que puede ser medio informal”, matiza la experta en comunicación no verbal. “Cuando hay un encuentro en un bar o en un restaurante, cuando la gente se conoce y pertenece al mismo sector, se pasa a la informalidad, aunque prácticamente no se conozcan”, añade.
La catedrática del departamento de Filología y Comunicación de la Universidad de Alcalá matiza que los vínculos y los gestos pueden variar en función de las circunstancias. “Por ejemplo, en una empresa moderna, donde van de excursión o practican actividades lúdicas todos juntos, se saludan de forma informal. Luego, en espacios públicos, de cara a la galería, esas mismas personas pueden seguir manteniendo el saludo formal”.
¿Lujuria, machismo, condescendencia o autoritarismo?
“Hay una tendencia a la 'secretarización' de la mujer”
La experta en protocolo Susana Guindo aludía previamente a la existencia de jefes babosos que se valían de su posición preeminente, aunque advertía de que cada vez son menos frecuentes. En cuanto a los superiores o iguales que mantienen una relación próxima con las empleadas, restaba importancia a una supuesta intención lasciva. “Cada uno es consciente del trato que tiene con su personal, por lo que saludarse con dos besos no se interpreta como algo negativo. Depende de la cercanía y del contacto diario entre los trabajadores”.
Berta, empleada de una empresa farmacéutica, denunciaba como algunos intentaban aprovecharse de empleadas más jóvenes, pese a que ella sólo había sufrido en carne propia el trato paternalista de jefes mayores. No se lo ha tomado como un gesto conscientemente machista, pero que sí socava su consideración como una igual en el terreno profesional. “En ese caso, la distancia social viene dada por la edad, más que por la superioridad en el escalafón. Al jefe mayor, los años le dan el poder para tratar a esa subalterna como a una persona menor, lo que conlleva una forma de saludo cariñosa, no condicionada tanto por el poder como por la experiencia. O sea, el señor le agarra los mofletes a la trabajadora como quien saluda a un niño”, analiza Ana María Cestero, experta en comunicación no verbal.
“Ahora bien, si lo hiciese alguien de cuarenta años, daría la impresión de ser un baboso. En ese caso, no se interpretaría como un gesto cariñoso o condescendiente, por lo que resultaría ofensivo para la mujer”, añade la catedrática de la Universidad de Alcalá. Del pellizco en los carrillos a los dos besos empalagosos apenas hay un trecho, aunque Cestero cree que entre iguales no suele haber un comportamiento rijoso, obsceno o empalagoso por parte el hombre. “Depende de las profesiones y de los entornos laborales, más no suele darse cuando hay una equiparación, mientras que en un entorno con menos mujeres siguen existiendo ciertas actitudes no tanto machistas, como asociadas al escalafón. Ellos manejan el poder de una forma diferente a ellas. No se trata de ser hombre y macho, sino de hábitos estratégicos que indican cómo funciona la autoridad. Además, hay que tener en cuenta que las mujeres han llegado más tarde a la alta dirección y ese retraso condiciona sus hábitos laborales, que también dependen de su edad”, apunta Cestero.
¿Y cuál ha sido su experiencia como profesora de una Facultad? “Los departamentos de Humanidades son entornos donde hay muchas mujeres. Sin embargo, puedo notar que hay catedráticos mayores que, cuando saludan, a veces reflejan su superioridad y su poder. Tanto por su edad, como por llevar ejerciendo esa autoridad más tiempo que yo. Actualmente, hay más equilibrio en la cúpula y la Universidad ya es un territorio más neutro. Aunque, insisto, la táctica de usar el saludo para marcar la categoría laboral sigue siendo la misma. No tiene tanto que ver con el machismo, como con una estrategia del poder. Sirve para mantener las diferencias entre el hombre y la mujer, pero también sobre todo para fijar la existencia de una distancia social y laboral, usada por ellos y no por ellas”, concluye la catedrática.
Carmen Zapata está convencida de que ellas son menoscabadas en la industria musical. A través del saludo, de los comentarios impertinentes y de otros actos que trascienden lo profesional. “Entre los jefes y directivos, hay mucha condescendencia y machismo. Hay una tendencia a la secretarización de la mujer. Pese a nuestro estatus, aunque seas una igual, nos toca hacer las fotocopias o servir el café y las pastas. Es muy habitual y debe combatirse poco a poco”, critica la presidenta de MIM. ¿Más ejemplos? “En una reunión, cuando sólo hay una mujer, tu idea puede pasar desapercibida. Mientras que la misma ocurrencia, repetida posteriormente por un compañero, es jaleada y parece genial”.
Zapata reconoce que antes solía callarse para no generar enfrentamiento e incomodidad. No obstante, con los años ha empezado a decir las cosas claras e, incluso, a recurrir a la ironía: “De joven, no abría la boca, pero la autoridad moral que te da la edad y el estatus profesional —sin miedo a perder privilegios— hace que ahora responda ante una situación similar: Es una ideal genial, aunque la comentase yo hace diez minutos y pasase sin pena ni gloria. Por lo menos incomodo y consigo que en la próxima reunión se acepten mis aportaciones o, al menos, que no me las fusilen como si fuesen suyas”.
Cuando se busca romper el hielo y una mayor cercanía
“Me resulta muy frío estrechar la mano en el ámbito laboral”
Manuel es delegado provincial de una tasadora inmobiliaria, donde hay paridad entre hombres y mujeres. Cuando participa en convenciones y reuniones de trabajo, con colegas de toda España, siempre saluda con dos besos a sus compañeras. Las considera como iguales, pero cree que ese gesto rompe el hielo y facilita a posteriori la comunicación. “Me parece muy frío darle la mano a una mujer, porque es como provocar un distanciamiento desde el inicio. A un hombre le doy la mano, mas también busco un acercamiento, no lo hago de una manera apática”.
Su trabajo en una compañía tasadora lo ha llevado a establecer relaciones laborales frecuentes con otros sectores, como el de la construcción o el de la banca. En esos contextos, en los que él puede ser un proveedor de servicios o un cliente, actúa de la misma manera. “Cuando doy dos besos, lo hago por el mismo motivo que entre compañeros: no busco la amistad, sino una mayor cercanía. O, si se prefiere ver de otro modo, evitar la distancia”, deja claro. Manuel es del sur de España, lo que quizás podría explicar o justificar su mayor proximidad. ¿Pesa el factor cultural o no debería ser excusa para saludar inicialmente con dos besos?
¿Influye el factor geográfico? ¿Es una cuestión cultural?
“El carácter latino es más cercano que el del norte de Europa”
Las culturas se dividen en dos grandes grupos, que funcionan de forma similar, explica Ana María Cestero. “Las mediterráneas, árabes y africanas, que son culturas de contacto y contextuales; y el resto, que incluiría el norte de Europa y los países orientales. La española es mucho más próxima y, de alguna manera, más tradicional. Además, aquí ha llegado mucho después la igualdad”, razona la experta en comunicación no verbal. Conclusión: “En cualquier acción comunicativa, siempre influye el factor geográfico y cultural”, añade la catedrática de la Universidad de Alcalá, quien subraya que en un contexto informal los sureños que ya se conocen se saludan con dos besos. Un sueco o un alemán, compara, no lo harían.
“Claro que influye muchísimo, porque el carácter latino es más cercano y afable que el del norte de Europa, donde hay países donde dan sólo la mano. Y si se besasen, no sería con la cercanía que aquí. Ellos guardan más las distancias, mientras que nosotros tendemos a invadir el espacio de los demás”, argumenta Susana Guindo, miembro de la junta directiva madrileña de la Asociación Española de Protocolo.
Laura, ingeniera aeronáutica, coincide con ambas: “El origen contribuye totalmente a la forma de actuar. Con colegas alemanes —incluso con los que has tenido más trato social— nunca ha habido una situación incómoda, porque siempre te dan la mano, incluso después de una cena informal”. Carmen Zapata también concuerda con ellas: "En la Asociación de Salas de Conciertos de Catalunya, los profesionales del norte de Europa te dan la mano y, años después, el saludo va a más. De hecho, como fui educada así, me sale besar, aunque algunos extranjeros se quedan cortados con nuestra inercia de plantarles dos besos”.
Manuel reconoce que, habitualmente, ellas tienden la mano. “Posiblemente, porque piensen que darte dos besos es demasiado por su parte. Y la mayoría de los tíos también dan la mano por la misma razón. Tanto unas como otros pueden asociar el beso a la amistad y no a una relación laboral, pero me resulta muy frío estrechar la mano en el ámbito laboral”, insiste este delegado de una tasadora inmobiliaria, quien explica que cuando sus homólogos ya se conocen se suelen saludar con dos besos. Algo natural, según él, quien asegura que no ha observado comportamientos machistas o condescendientes durante las reuniones de trabajo.
Ese espacio personal o vital —un perímetro de seguridad social— no debería franquearse cuando la relación no es estrecha ni se conoce al otro. Sin embargo, los españoles nos saltamos el protocolo a la torera, hasta el punto de que somos los más besucones de Europa, según una encuesta del London City Airport. A pesar de que el aeropuerto que encargó el sondeo hace cuatro años es el quinto de la capital británica en número de pasajeros, una característica lo hace singular: conecta rápidamente el este de Londres con la City, el distrito financiero, lo que provoca que buena parte de los viajeros sean mujeres y hombres de negocios.
El estudio puso de manifiesto que el 64% de los españoles usaba habitualmente los dos besos como protocolo de saludo durante las reuniones laborales, frente al 5% de los irlandeses, el 8% de los británicos y el 9% de los suizos. Eso sí, el 7% de los irlandeses y el 14% de los británicos reconocían que a veces saludaban con un único beso. Sorprende que sólo el 17% los italianos, tan sociables y afines a nosotros, rozasen sus mejillas con otras en un entorno de trabajo.
¿Nuestras razones? El 9% de los españoles respondieron que lo hacían por costumbre, mientras que un 12% argumentaron que generaba un ambiente más relajado, si bien el mismo porcentaje estimada que ese saludo les incomodaba. El sondeo también reflejaba el lenguaje inapropiado usado en el entorno laboral, pues la mitad de los encuestados aseguraba que en alguna ocasión se habían dirigido a ellos y a ellas como chato/a, guapo/a, tío/a, chiqui, cielo, corazón, cariño u otras lindezas.
Diferencias entre los españoles
“En el sur son más besucones y en el norte, más cerrados”
No cabe duda de que en Europa hay diferencias. Y tantas: en el norte se dan uno o tres besos, mientras que en España y en Italia se dan dos. Pero hay que tener cuidado, porque los italianos ofrecen primero la mejilla izquierda, al contrario que aquí, lo que puede dar lugar a confusiones. Aunque los hombres de negocios suelen estrecharse la mano, se ve con buenos ojos que los amigos se besen en ambas penínsulas mediterráneas, lo que no extraña que también sea una convención aceptada en Argentina y Uruguay.
En nuestro continente, para ver un comportamiento similar más allá del Mediterráneo, habría que ir a Rusia. Hay casos y casos, como el de Javier, quien mantiene las distancias cuando viaja, excepto cuando coincide con un par de colegas del sur de Italia. “Entonces no sólo nos damos un abrazo, sino también un beso. Eso sí, solamente uno, como si fuésemos de la mafia”, comenta entre risas.
Y en España, ¿también hay diferencias en el saludo? “Sí. En el sur son besucones, pero no con mala intención, sino porque la gente es más cariñosa y la del norte, más cerrada. Incluso a veces te abrazan, lo que me hace sentirme incómoda, porque yo no soy tan cercana. En el norte, de donde soy yo, no me sucede”, afirma María, comercial del sector de la automoción. Manuel, quien ejerce su actividad en una provincia meridional, lo corrobora: “Los del norte son más distantes al inicio y tienden al apretón de manos”.
¿Nos condiciona la educación desde la infancia?
“Es más importante que digan 'hola' o 'gracias' que den dos besos”
¿Somos así por una cuestión cultural o una educación diferente redundaría en un comportamiento diverso en la edad adulta? “Hay una parte cultural, pero también educacional”, deja claro la psicóloga infantil Bárbara Zapico, quien reconoce que ya desde la infancia hay condicionamientos sociales, como obligar a que los niños den dos besos. “Los padres cada vez los fuerzan menos. No obstante, incluso en mi consulta observo como les piden que me besen, una actitud asociada a normas educativas”, comenta Zapico, quien considera que los críos no deben por qué tener contacto cuando son retraídos o no les apetece, máxime si se trata de desconocidos.
“Es prioritario que digan hola, gracias o por favor a que te den dos besos. Antepongo la educación al saludo físico y, de hecho, en las familias se les presiona menos para que den besos y abrazos, como sucedía antes. Incluso las abuelas ya no achuchan tanto a los niños, sobre todo cuando han cumplido treinta años”, ironiza Zapico, quien describe el trato que establece con los chavales, pero también con los progenitores. “Intento ser cercana con los pacientes e intuyo cuando puedo aproximarme o no, porque no todo el mundo permite el acercamiento físico, al igual que ocurre con los adultos. En el caso de los padres y las madres, ambos me saludan con la mano”. ¿Y en reuniones laborales con psicólogos? “Doy la mano, bien por una cuestión de autoridad, bien porque no conozco al colega. Por su parte, siempre he visto saludos cordiales y nunca me he encontrado con hombres babosos, si bien es una profesión con una proporción mucho mayor de mujeres”.
¿Qué hacen las madres y los padres entrevistados? “Aunque por costumbre he pedido a mis hijos que den besos cuando nos encontramos con algún conocido, cada vez soy más consciente de que puede resultar invasivo para ellos, por lo que ahora intento evitarlo”, asegura Berta. “Yo dejo que hagan lo que quieran, siempre que saluden con educación y no con desdén, mas el saludo no tiene que implicar dos besos. Es algo cultural que nos han enseñado e incluso impuesto desde pequeños y luego cuesta cambiarlo, porque puede estar mal visto”, cree Laura.
Carmen Zapata nunca ha obligado a su hija a hacerlo, pero estima que es algo generalizado. “En España se hostiga bastante a los niños para que den besos, incluso a desconocidos. ¡Dale un besito a Carmen! ¿Por qué me lo va a dar si no me conoce de nada? Ya lo hará cuando me conozca. Si los niños no percibiesen estos gestos cariñosos como una obligación, evitaríamos males mayores. Y no les daríamos el mensaje de tener que expresar cariño como algo forzado, lo que me parece una costumbre bastante fea”.
La experta en protocolo Susana Guindo considera que, afortunadamente, esa imposición es cada vez menos habitual. “Pero ha existido y sigue existiendo. Yo soy partidaria de que sea más natural: si al niño no le sale, no debe verse como mala educación. Quizás deberían enseñar a los adultos a saludar a los niños, porque hay muchas formas de hacerlo sin un beso o un gesto forzado”. Al igual que Zapata, la califica como una fea costumbre.
Manuel, en cambio, no lo ve negativo, aunque reconoce que al ejercer presión les coartan la libertad. “En general, evitan besar a desconocidos porque no quieren intimar con gente extraña. A mi hija le pasa eso. Sin embargo, tiendo a que dé dos besos por una cuestión de educación. Eso sí, yo le digo que lo haga, pero la mitad de las veces no me hace caso”. Otros, como el ahijado de Javier, aprendió de pequeño en qué consiste la retranca. “Cuando tenía cuatro años y le pedía un beso, solía responderme: No me quedan”, recuerda entre risas este empleado de una empresa aeronáutica, quien no tiene hijos.
La experta en comunicación no verbal Ana María Cestero explica que es un condicionamiento social que tiene que ver con nuestra cultura. “Hace que el niño adquiera esa forma de comportamiento y al final se convierta en un ritual. Estamos provocando que use un signo no verbal que al principio podría no gustarle, aunque a partir de de los ocho o diez años ya lo emplea con naturalidad, pues lo ha asimilado como un rito social. Porque tiene ese valor, no el de cariño. Por ejemplo, dar dos besos puede equivaler a un simple saludo. Ahora bien, cuando el niño aprecia a alguien quizás le da uno solo, pero cariñoso y prolongado”.
Entonces, ¿un niño que no besa podría pasar por maleducado? “Eso pasa porque se ha convertido en un saludo no verbal propio de culturas como la nuestra. Igual que se le hace decir hola, se le enseña a dar dos besos. De ahí la impresión de que si no lo hacen son unos maleducados, porque se están saltando el ritual de acceso”, explica la catedrática del departamento de Filología y Comunicación de la Universidad de Alcalá. “Es un condicionamiento de la enseñanza. Por ello, la interacción social de la que estamos hablando viene de atrás. No lo hacemos conscientemente, sino que nos sale porque lo hemos aprendido así”.
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