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Actualizado:Roser Vernet (El Masroig, 1955) es filóloga y activista social y cultural del Priorat, la comarca de Tarragona en la que nació, y donde decidió volver a contracorriente de las tendencias que le empujaban a seguir viviendo lejos, en la ciudad o en el extranjero.
En Lo mig del món (Club Editor), su ópera prima en solitario, plasma años de textos sobre recuerdos, tierra y lucha por defender un territorio históricamente expoliado y explotado.
"En un territorio menos valorado, despoblado y con problemas económicos, cualquier proyecto que se presente con la etiqueta del progreso será más fácil que prospere", afirma, sobre los parques de renovables y macroproyectos en marcha en la zona, como el Hard Rock.
Vernet es también directora del centro Quim Soler en El Molar, sobre literatura, vino y promoción de la obra del escritor. Y, también, la antigua coordinadora de Prioritat, la asociación que impulsa la candidatura a la Unesco para reconocer la comarca. Además, recibió la Cruz de Sant Jordi en 2018.
Un mosaico de experiencia que se rebela contra la "banalización" de los valores propios: "Romper vínculos favorece un sistema que quiere homogeneizar, porque es más fácil de manipular la masa que las singularidades", afirma, mientras desayuna con Público en una cafetería del centro de Barcelona
El tema central del libro es el lugar. ¿Cómo nos define?
Es una relación que no es unidireccional. No siempre somos conscientes de este lugar, ni de que juegue un papel respecto a nuestra manera de ser. Pero es importante, aunque sea para negarlo, para rechazarlo, para no aceptarlo.
Las relaciones pueden ser muy diversas, pero siempre hay una u otra. Por un lado, está la conciencia de este hecho, y, por otro, la voluntad de que esto sea así: esto también hace variar la forma en que cada uno nos relacionamos con los lugares.
¿Pesa más el lugar de dónde somos, o el de dónde elegimos ser?
"El lugar es importante aunque sea para negarlo, para rechazarlo, para no aceptarlo"
En mi caso sí coincide el lugar en el que nací con el lugar en el que he decidido habitar, pero esto no tiene por qué ser así. Y aunque sea así, todos los demás lugares que he transitado también forman parte de mi manera de ser. Aunque esté en singular, puedes tener más de un el medio del mundo.
Contrapone la deslocalización con la construcción de mundos habitables. ¿El capitalismo se vincula con desarraigo?
Totalmente. Todo lo que comporte romper vínculos o desvanecerlos de tal modo que ya no son reales favorece un sistema que lo que quiere es precisamente eso, esa capacidad de homogeneizar.
Es más fácil de manipular la masa homogénea que las singularidades. Esta desazón para conocer nuevos mundos, un conocimiento muy pautado y superficial, se contrapone con la capacidad de conocer a fondo tu contexto.
¿Y qué tiene esto de problemático?
Sólo conociendo [tu contexto] a fondo puedes inventar y crear formas de transformar y mejorar. Si te quedas en la superficie, cualquier cambio de viento te lo borra.
Su activismo a finales del franquismo, la Transición, le llevó a marcharse al exilio.
El detalle no es lo importante. Gente exiliada en la Transición hay más de la que sabemos y de la que se ha dicho. La memoria colectiva también es selectiva. Y, sobre todo, si hay intereses para que según qué memorias no salgan para no romper el relato.
¿Fue inesperado su regreso al Priorat?
Durante mucho tiempo, el flujo ha sido siempre marcharse de allí. Son exilios económicos también. Pero siempre ha habido idas y venidas, de gente que se ha ido y después ha vuelto. En ese momento, ya no era yo sola quien decidía a contracorriente volver cuando la gente se marchaba.
El sur de Catalunya es un territorio históricamente olvidado. En las últimas décadas ha sido el patio trasero para instalar nucleares, renovables y otros macroproyectos. ¿Cómo ha afectado esto a la gente que vive allí y al propio territorio?
"En un territorio con problemas económicos, cualquier proyecto con la etiqueta del progreso será más fácil que prospere"
No es por casualidad que la distribución se haya hecho como se ha hecho, viene de lejos. Hay como una suerte de categorización de los territorios. Es lógico que los que están menos valorados en todos los sentidos, en el sentido colectivo, económica y paisajísticamente hablando, sean los candidatos a acoger según qué tipo de proyectos.
Al ser los menos valorados, la autoestima de la gente también es menor y eso lo pone más fácil. Si además coincide con que hay problemas de despoblamiento, económicos... Cualquier proyecto que se presente con la etiqueta del progreso y de la ganancia inmediata —lo que finalmente es una trampa—, será más fácil que prospere.
En los últimos años hemos visto la unión de colectivos contra renovables o el Hard Rock, por ejemplo.
Cuando se juntan demasiadas agresiones, provocas una reacción. Por ejemplo, en las Terres de l'Ebre y en el Priorat, esto ha hecho salir y poner nombres y apellidos a ese desequilibrio territorial, que ya existía, pero que estaba normalizado.
Las victorias hacen subir la autoestima, porque la gente ve que sí puede conseguir cosas. Pero, al mismo tiempo, sigue existiendo el mismo planteamiento a la hora de repartir cargas, y mantener el pulso de la reacción es muy cansado. Agotas las energías para hacer propuestas más positivas. Te pasas el día yendo a la contra para que no se te coman. Es un tema que no está resuelto en ese país.
¿Se ha compensado un poco en los últimos años este desequilibrio territorial?
Se ha trabajado en determinados lugares, pero lo hemos hecho nosotros. Desde los lugares donde se dictaminan u otorgan determinados valores o categorizaciones, no creo que se haya hecho.
"Mantener el pulso de la reacción es muy cansado: te pasas el día yendo a la contra para que no se te coman"
Por ejemplo, en el Priorat, en el trabajo que hemos hecho para trabajar una candidatura de la Unesco, que ha supuesto realizar una investigación, sencillamente, para saber qué somos, quiénes somos y todo esto. Una búsqueda que, en otros lugares del país, está hecha de hace siglos, del conocimiento profundizado del lugar. El reconocimiento que hemos tenido para realizar este trabajo, en el ámbito del país, es más que relativo.
¿No se ha avanzado entonces?
Se juega a banalizar la diversidad, y después se crean las marcas, los estereotipos, que suelen ser también delgados, como un papel de fumar, y que caen siempre en los tópicos. Tú dices Priorat y la gente dice vino.
Y claro que lo es, pero es mucho más que eso. Y en las Terres de l'Ebre, el Delta es paradisíaco, el turismo va mucho más de lo que iba, pero se está muriendo. No salvaremos esto fomentando el conocimiento superficial y la explotación turística.
"En las Terres de l'Ebre, el turismo va mucho más que antes, pero el Delta se está muriendo"
Hay estas contradicciones que hacen que según qué avances quizás no sean suficientemente consecuentes, que no se vean traducidos en realidades que no sean sólo de fachada.
Habla de la falta de agua desde hace décadas en la comarca, entre otros, por el desvío del río Siurana hacia el pantano de Riudecanyes. ¿Cómo afecta la sequía actual?
Es llover sobre mojado, pero al revés. Si tú tienes una infraestructura hídrica, que es un pantano, que sirve para que te cojan el agua, y al río [Siurana] ya le han condenado... Si además no llueve, todo se agrava más.
En el Priorat hay pueblos que tienen que traer el agua de boca, porque no hay. Todo es tan perverso que la sequía sirve para no hablar del expolio del agua: todos estamos tan jodidos por la sequía que allí también. Perdone, pero allí el día que llueva seguiremos estando jodidos porque el agua se irá. Es un tema que lleva décadas arrastrándose, pero hay unos intereses tan fuertes...
Con el 'boom' de las bodegas en el Priorat llegó el turismo y también nuevos habitantes a la comarca, pero ahora esto se ha vuelto a girar.
Hay unas tendencias que a mí me preocupan mucho. En el momento del boom del vino la realidad era una, pero 20 años más tarde la falta de relevo generacional en lo que se refiere a la agricultura es mucho más grave.
Y, por otra parte, no existe vivienda, y una de las causas es el planteamiento del turismo. El modelo del turismo rural, el que para nosotros se adecuaba a la realidad del territorio, ahora está en franca recesión, entre otras cosas porque nos hemos hecho mayores [los que lo llevábamos].
¿Y qué ha pasado?
En esa época no podías hacer un Airbnb allí, pero cuando se liberalizó la ley aterrizaron como buitres. Y en el otro extremo están los super hoteles de lujo. Son dos modelos super depredadores, que no favorecen el conocimiento ni la riqueza del sitio. Esto es un peligro.
Además, en las bodegas se pierde relevo. Por tanto, hay tierras que se abandonan, que son absorbidas por los grandes propietarios... Antes convivían varios modelos de una forma mínimamente deliberada. Ahora, si se decanta demasiado el predominio de según qué modelos, la convivencia desaparecerá. Son momentos complicados y frágiles.
En los últimos años ha habido proyectos para repoblar.
En el Priorat no ha habido tantos como en otros lugares, ocurre lo mismo. La gente pedía una casa, a lo sumo dos horas de Barcelona y hacia el norte. Ha aparecido alguien, pero no necesariamente por eso.
"Si se decanta demasiado la predominancia de según qué modelos, la convivencia desaparecerá"
Yo pienso que lo que debemos hacer, antes de repoblar es poner las condiciones para que la gente no tenga que irse. Porque si no, ya volvemos a estar ahí. Hacemos las cosas al revés. Estamos atacando las consecuencias y no las causas, y esto no trae nada sólido.
¿La gente de su generación se marchaba más o menos que los jóvenes de ahora?
Nos marchábamos aún más, tocamos fondo. Luego, con el boom del vino, hubo un pequeño repunte, que duró poco. Marchar es interesante, pero debes poder elegir si vuelves. Y cuando no puedes elegir, hay algo que no va a la hora.
"Antes de repoblar, hay que poner las condiciones para que la gente no tenga que irse"
Cuando las normativas, las leyes, todo está hecho desde un lugar y de forma uniforme, no hay esta diferencia. No puede ser que una escuela de pueblo tenga los mismos reglamentos que una escuela de ciudad. Esto lo que hace es ahogarte.
¿Cómo explica las casas vacías?
A veces es gente que se ha ido pero que vuelve. Son emigrantes, muchas veces de proximidad, en Tarragona, Barcelona... A la vez, no ha habido ningún planteamiento que facilite o fomente la rehabilitación de las casas, ni para que los ayuntamientos tengan la capacidad y competencia para organizar viviendas sociales.
Ahora, por ejemplo, se están moviendo temas de cooperativas de vivienda. Pero, como todo es a muy pequeña escala, si después el marco general no te lo favorece es muy difícil sacarlo adelante.
Vivimos en un mundo donde nos hemos acostumbrado a que lo que tenemos que querer es el dinero rápido y fácil. Cuando has roto los vínculos con todo, caes en esa trampa. Si tienes una relación con el lugar diferente, no caes tan fácilmente porque sabes que hay otras cosas.
Siurana y Margalef son templos mundiales de la escalada. ¿Cómo afecta a la masificación a la comarca?
"Vivimos en un mundo donde nos hemos acostumbrado a que lo que tenemos que querer es el dinero rápido y fácil"
Son dos casos diferentes, a pesar de que los efectos son similares, porque Margalef está dentro del Parque Natural de la Serra del Montsant y Siurana, no. Se han intentado hacer cosas, pero hablar con los escaladores es complicado. Siempre es lo mismo: la historia es la masificación, la diferencia entre la capacidad de acoger de un sitio y lo que tú viertas ahí. Para mí está bastante descontrolado.
¿Por qué?
Margalef es un pueblo que no llega a 200 habitantes, y hay fines de semana o puentes que hay mil. Entonces, petan todas las costuras. Lo que ocurre es que hay quien tiene una tienda del pueblo, y que se hace el sueldo del mes. Pero todo está desproporcionado, es romper la escala de las cosas. No es un parque temático, pero puede parecerlo.
¿Qué efectos produce?
En el mundo de la escalada hay de todo, pero lo que interesa es uno mismo y esa pared. Y esa pared puede estar allí o lejísimos. No tiene ninguna relación con el conocimiento del entorno y, por lo tanto, su respeto. En Siurana, todos los pájaros que anidaban en aquella roca, ya hace tiempo que no están.
Como no existe un proyecto claro de cómo deben ordenarse las cosas del país en general, se va dejando que sea la propia inercia la que lo regule, y eso está fatal. A otros lugares del mundo tan frágiles como Siurana no se va de forma tan fácil. No existe un planteamiento que tenga en cuenta los valores a preservar. Y no por una cuestión romántica, sino porque son los que pueden dar continuidad a los proyectos.
¿Pueden hacer algo los ayuntamientos?
Es complicado. Cuesta parir proyectos para una comarca como el Priorat, que tiene 21 municipios y no llegamos a 10.000 habitantes entre todos. Quizás sí que hay cosas que deberían mancomunarse. La soberanía municipal es sagrada, pero también es una trampa según cómo. La mitad de pueblos no tiene escuela.
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