Hoy en día hay más de 1.000 millones de fumadores en el mundo y la Organización Mundial de la Salud (OMS) no espera que esa cifra varíe significativamente para el 2025. Y es que, a pesar de las numerosas medidas de control del tabaquismo, tanto de prevención como de cesación, parece que nos están alcanzando todo el potencial que se esperaba, dadas estas cifras.
Por ello, algunos países como el Reino Unido, Estados Unidos o Nueva Zelanda, entre otros, contemplan -de manera complementaria a estas políticas ya existentes de control del tabaquismo- estrategias de reducción del daño a través del uso de alternativas sin humo, avaladas por la ciencia, para los casos en los que no es posible la deshabituación. Así se ofrece a los fumadores adultos que de otro modo continuarían fumando, información veraz y acceso a alternativas sin humo científicamente validadas para que dejen atrás los cigarrillos.
Países a punto de convertirse en libres de humo
El caso más reciente e ilustrativo es el de Suecia. Durante las últimas cinco décadas, el gobierno ha ido incorporando medidas tradicionales para controlar el hábito de fumar en línea con las del resto de Europa, con el objetivo de reducir las tasas de tabaquismo. Pero adicionalmente a esas medidas, el país escandinavo ha introducido un elemento diferenciador: permite la venta de alternativas libres de humo, en especial, el uso de snus, un producto de tabaco de consumo oral que se usa en Suecia desde hace más de 200 años.
Esta implementación de estrategias de reducción del daño durante décadas llevó al país nórdico a plantearse ser el primer país libre de humo este mismo año 2023. Gracias a este enfoque, Suecia ha reducido en los 15 últimos años sus tasas de tabaquismo del 15% en 2008 al 5,6% actual, que es la tasa más baja de toda la UE, cuya tasa media es de un 23%.
Si antes de acabar el año lo logra, Suecia se convertirá en el primer país libre de humo, con una tasa de fumadores por debajo del 5%. Sería un logro que se anticiparía 17 años a la fecha marcada por la propia Unión Europea para declararse "libre de humo".
Otro ejemplo muy cercano en tiempo es el de Nueva Zelanda, donde su gobierno aprobó un nuevo marco regulatorio para los cigarrillos electrónicos y los dispositivos de calentamiento de tabaco en agosto de 2021. Lo hizo al amparo de la "Ley de Productos Regulados y Ambientes Libes de Humo", cuya principal finalidad es "ayudar a los fumadores a cambiar a productos regulados” que sean "significativamente menos dañinos que fumar".
Nueva Zelanda quiere estar libre de humo en 2025 y para ello establece una regulación estricta para los productos de tabaco de combustión y un tratamiento diferenciado para los productos de vapeo regulados, y reconoce sus posibles ventajas -en términos de reducción del daño- en comparación con los cigarrillos tradicionales.
Evidencia científica sin humo
La investigación y los estudios científicos han demostrado que lo más perjudicial del hábito de fumar se encuentra en el humo del cigarrillo.
Al quemar el tabaco, comienza el proceso de combustión, que alcanza temperaturas extremas, y se genera humo, que contiene más de 6.000 sustancias químicas, de las cuales unas 100 han sido clasificadas por las autoridades de salud pública como nocivas o potencialmente nocivas.
Por ello, la clave a la hora de reducir el riesgo de daño asociado al cigarrillo está en eliminar la combustión. Cuando solo se calienta, pero no se quema, los niveles de sustancias químicas nocivas generadas se reducen significativamente en comparación con el humo del cigarrillo. Por supuesto, debe evaluarse científicamente cada producto concreto para identificar si se reducen efectivamente las emisiones.
Esta también es la clave de las alternativas libres de humo: calentar sin llegar a quemar. Por ejemplo, en el caso de los dispositivos de calentamiento de tabaco, como su nombre indica, calientan el tabaco a temperaturas suficientes para liberar la nicotina y los sabores, pero lo suficientemente bajas como para evitar que el tabaco se queme, por lo que generan un aerosol diferente al humo del cigarrillo. En el caso de los cigarrillos electrónicos (también conocidos como vapers) calientan una solución líquida, que suele contiene nicotina agregada y sabores para producir un aerosol, que algunos llaman vapor, de ahí el término "vaping".
La combustión y el elevado nivel de sustancias químicas nocivas que se generan en el humo del cigarrillo son la principal causa de las enfermedades relacionadas con fumar. Por este motivo, estas alternativas avaladas por la ciencia son una mejor opción que seguir fumando. En todo caso, para que estas alternativas consigan reducir el daño a la población y, eventualmente tener un impacto en la salud pública, deben conjugarse varios factores: tiene que demostrarse científicamente que el producto concreto es significativamente menos nocivo que los cigarrillos, deben ser suficientemente satisfactorio para los fumadores adultos y debe proporcionarse información veraz a los consumidores sobre las diferencias entre ellas y los cigarrillos.
En definitiva, existe la posibilidad de ayudar a combatir el impacto que genera el tabaquismo en la salud pública si conseguimos complementar las estrategias existentes de prevención y cesación con un enfoque de reducción del daño, que favorezca que los fumadores adultos que de otra forma continuarían fumando cambien a mejores alternativas, revirtiéndolo en un impacto positivo en la salud pública. Por ello es esencial proporcionar a los fumadores adultos información veraz basada en evidencia científica que les permita tomar decisiones informadas.
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