zaragoza
Actualizado:El consumo de narcóticos se ha disparado en España hasta niveles históricos y netamente superiores a los de etapas recientes de abundancia de sustancias, como la de la irrupción de las drogas de diseño y la popularización de la cocaína en los bakaladeros 90, o de dinero, como la de la burbuja inmobiliaria del cambio de siglo.
Según la clasificación del gasto en consumo final de los hogares por finalidad que elabora el INE (Instituto Nacional de Estadística) dentro de las Cuentas anuales no financieras de los sectores institucionales, el volumen de negocio de los traficantes se disparó el año pasado hasta los 8.222 millones de euros.
Esa cifra, que el INE da como "avance" a falta de acabar de hilar más fino, supone un aumento de más de diez puntos sobre los 7.434 millones estimados para el año anterior, en el que el gasto en ese tipo de sustancias superaba los 7.000 millones de euros por segunda vez en la historia.
Ese registro supera en casi 1.900 millones al que se daba hace una década, en plena gran recesión y del proceso de empobrecimiento de los hogares que conllevó, especialmente intenso en el caso de España por la devaluación salarial que acometieron los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, y se mantiene en horquillas de hasta 3.500 y 2.500 frente a, respectivamente, los del último lustro del siglo anterior y los de la burbuja.
Ese volumen de gasto supone la estimación más aproximada al del negocio de los traficantes, ya que refleja las compras finales, las del menudeo. Se acerca, según los datos del propio INE, al de las empresas farmacéuticas, que un año antes se situaba en 8.836, y prácticamente duplica el de las industrias extractivas, que era de 4.120.
Por la parte del consumo, esa factura de 8.222 millones de euros se queda en la mitad del gasto en telefonía (16.306 en el servicio, 18.659 si se incluye la compra de terminales) y se sitúa casi cuarenta puntos por debajo del que genera el tabaco (13.404) y a algo menos de veinticinco del que ocasionan las bebidas alcohólicas (10.601) o las vacaciones (10.473).
Sin embargo, al mismo tiempo, resulta netamente superior al de los aparatos y programas informáticos y audiovisuales (6.002 millones anuales), al de los electrodomésticos (5.541) o al que genera cualquiera de las etapas de la enseñanza por separado.
El mortífero año de los confinamientos
¿Y a qué puede deberse un aumento del gasto en drogas de semejante magnitud tras la pandemia?
Los registros de fallecimientos en 2021 y 2022 fueron de 959 y 878 respectivamente
En realidad, los confinamientos y las restricciones en las actividades de ocio, por una parte, y por otro la menor disponibilidad de dinero por el parón de la actividad económica redujeron el gasto en narcóticos, aunque tampoco tanto: la cifra fue prácticamente similar a la de 2019 (6.691 millones por 6.702), mientras lo que crecía de manera notable eran las consecuencias de su consumo.
El récord de muertes contabilizadas por "envenenamiento accidental por psicofármacos y drogas de abuso", con 974 casos, no ha sido superado en los dos años posteriores, en los que, con un gasto en narcóticos netamente superior, los registros de fallecimientos fueron de 959 en 2021 y de 878 en 2022.
Lo que sí se mantienen son algunas de las tendencias que comenzaron a registrarse en vísperas de la pandemia, como el aumento del tráfico y el consumo de opiáceos, especialmente la heroína; la inundación de cocaína, a menudo de bajo precio como consecuencia de la superproducción en Latinoamérica y la necesidad de los cárteles de colocar el género, y la llegada de nuevas sustancias, frecuentemente de precios más elevados y con cierto sello elitista.
Ese sería, junto con la incipiente entrada del mortífero fentanilo pese a la existencia de controles mucho más estrictos que en EEUU para su manejo, el cuadro general del mercado interior de la droga en España.
Más de 600.000 consumidores habituales de cocaína
En torno a 620.000 personas serían consumidores habituales de cocaína
"En los últimos años ha habido un aumento del tráfico de opiáceos, como la heroína, y este año está habiendo envíos muy potentes de cocaína hacia el mercado europeo, tanto por España como por los puertos de Amberes y Roterdam", señalan fuentes policiales, que apuntan a "un aumento de la producción" en sus zonas de origen, básicamente en Latinoamérica.
La superproducción de cocaína, a la que también se refieren los informes de la ONU, está llevando a aumentos "incluso forzados" de las remesas. También a una bajada de los precios en los escalones previos al menudeo y a la habilitación por parte de las organizaciones de almacenes en África ante la desmesura que la oferta está adquiriendo frente a una demanda que crece, pero no tanto.
La última edición del Informe EDADES del Ministerio de Sanidad refleja, con datos de 2022, tendencias crecientes o sostenidas tras haber crecido en los últimos cinco años para el consumo de anfetaminas, éxtasis, heroína, alucinógenos y cocaína y solo líneas bajistas en el éxtasis líquido o GHB y en el speed.
Un 2% de la población de 15 a 64 años, es decir, en torno a 620.000 personas, serían consumidores relativamente habituales de cocaína, dos tercios de ellos con frecuencias inferiores al mes, mientras otros 6,4 millones (21%) lo serían de carácter esporádico.
Nuevas drogas para ricos y para pobres
Junto con esos narcóticos clásicos, comienza a menudear en España el consumo de nuevos estupefacientes, frecuentemente de mayor precio al llegar precedidos de denominaciones mercadotécnicas reforzadas con leyendas sobre su uso por parte de las elites de algunos países.
Ocurre con las latinoamericanas en el caso del tusi (estimulante) o cocaína rosa, que en realidad es una disparatada mezcla de ketamina -un sedante de uso veterinario que llega a provocar disociación mental-, con estimulantes como la metanfetamina y la cafeína. Y con las magrebíes en el del karkubi, una mezcla de harina de hachís con clorazepam (una benzodiacepina sedante) de efectos alucinógenos a la que en ocasiones se añade pegamento.
La primera, a cien euros el gramo para esnifar, está calando en ambientes potentados. La segunda, a entre tres y cinco euros la pastilla, entre los de menor poder adquisitivo, especialmente a partir de los confinamientos, que llevaron a reorganizar sus hábitos tanto a traficantes como a consumidores .
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