sevilla
Actualizado:Fernanda de la Figuera, la activista por la regulación del cannabis más veterana de España, ha fallecido este domingo de una enfermedad a los 79 años de edad. La muerte de la conocida popularmente como la Abuela Marihuana ha causado un gran pesar en el movimiento cannábico, que ha dedicado en las redes sociales cientos de mensajes de recuerdo a la que consideraba su principal referente histórico.
De Fernanda de la Figuera siempre quedará el recuerdo de su sonrisa y de su lucha por una causa que ella empezó en la década de los años setenta, cuando España todavía vivía bajo el yugo de la dictadura de Francisco Franco, el mismo que aprobó en 1967 la ley por la que aún hoy se rige la concesión de licencias para cultivar cannabis con fines de investigación o producción medicinal, ya que cinco décadas y media después el Congreso de los Diputados aún no ha conseguido aprobar en democracia otra norma que la sustituya.
La primera planta de cannabis que vio Fernanda en su vida, tal como recordó en una entrevista con Publico antes de su último juicio por haber cultivado esas mismas plantas, fue en la zona de Puerta de Hierro de Madrid, cerca de la casa en la que vivía entonces el general argentino Juan Domingo Perón. De aquel Madrid tardofranquista, ella se fue en 1978 a vivir a Málaga y allí se quedó para siempre, "enamorada" de Andalucía y del clima que hacía crecer hermosas sus plantas en la terraza de su casa o en un huerto.
"Elijo todo lo que quiero hacer. Siempre he sido así"
"He trabajado en el mercado inmobiliario, hablo tres idiomas, soy feminista. Elijo todo lo que quiero hacer. Siempre he sido así", decía Fernanda de la Figuera en esa entrevista. Y con ese espíritu rebelde, combativo, fundó la Asociación Ramón Santos de Estudios del Cannabis de Andalucía (ARSECA), organizó en Córdoba las primeras jornadas que se celebraron en España de cata, encuentro y formación sobre cannabis, y luego creó en Málaga la asociación Marías por María con otras mujeres que necesitaban tomar marihuana para paliar sus dolores o tratar los efectos de sus enfermedades. Nunca paró.
Siempre mantuvo izada la bandera de la hoja verde, indignada con el absurdo que para ella suponía prohibir una planta que proporcionaba tantos beneficios para la salud, para el bienestar personal, para el conocimiento, para el placer... Pero esa lucha nunca fue fácil para ella, como tampoco lo ha sido para tantos otros activistas que han afrontado la misma causa: la regulación del uso del cannabis, que en otros países de la Unión Europea, en potencias como Canadá, Israel o EEUU, y en gran parte de Latinoamérica ya ha sido aprobada.
Esa lucha le llevó hasta tres veces a sentarse en el banquillo de los acusados, procesada por cultivar marihuana. En los dos primeros juicios, en 1995 y en 2010, fue absuelta de todos los cargos, pero en el último, en 2019, la moneda le salió cruz y, cuando estaba a punto de cumplir los 76 años, se encontró con una condena de nueve meses de prisión por una intervención policial que habían hecho en 2014 en la huerta de la que se abastecía la asociación de mujeres Marías por María.
Ni aun así perdió la sonrisa la Abuela Marihuana ni tampoco las ganas de seguir peleando por una regulación que convirtiese en legal el cultivo por el que a ella le condenaba a prisión primero un juzgado de lo Penal y después la Audiencia Provincial de Málaga. Fue un golpe duro, pero no lo suficiente para dejarla fuera de juego, ni siquiera a una edad a la que casi todo el mundo únicamente piensa en la retirada definitiva.
Cuando estaba a punto de cumplir los 76 años, Fernanda se encontró con una condena de nueve meses de prisión
Después de ese revés judicial, Fernanda de la Figuera tuvo todavía el coraje para aceptar la presidencia de un partido político, del primer partido de ámbito estatal constituido con el objetivo expreso de conseguir la regulación del cannabis en España, Luz Verde. Pese a que en su familia le desaconsejaron que se metiera en más jaleos, porque ya había tenido bastantes en su vida, la Abuela Marihuana no se arredró. Leal a sus compañeros, activistas de diferentes partes del país bregados como ella en un montón de batallas contra todos los elementos, aceptó el cargo, más simbólico que ejecutivo, pero cargo político al fin y al cabo. Y bien que pudo comprobar las dificultades que asumía cuando el Ministerio del Interior y la fiscalía decidieron solicitar en la Audiencia Nacional la disolución del partido por una cuestión de defectos de forma, que, finalmente, se solucionó favorablemente para la formación que ella presidía.
El movimiento cannábico español, uno de los pioneros y más amplios del mundo formado por más de 1.500 asociaciones de usuarios, que todavía espera que una ley estatal regule su funcionamiento, ha expresado en redes y en sus medios de difusión el dolor por la pérdida de la abuela, de la activista más veterana, su referente histórico en una larga lucha que aún no ha logrado que se haga realidad su primordial objetivo: la regulación del uso de la planta del cannabis, sea medicinal o recreativo, o sean ambos a la vez.
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