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Una activista de 76 años se enfrenta a cuatro años de cárcel por cultivar marihuana con fines medicinales

Fernanda de la Figuera, la activista más veterana de España por la legalización del cannabis, será procesada este jueves en un juzgado de lo Penal de Málaga por la intervención de más de diez kilos de marihuana que abastecían a una asociación de mujeres que la usaba fundamentalmente con fines medicinales

Fernanda de la Figuera, activista de 76 años se enfrenta una pena de 4 años de prisión por cultivar marihuana con fines medicinales.

La activista más veterana de la lucha por la legalización del cannabis en España, Fernanda de la Figuera, a punto de cumplir 76 años se enfrenta mañana jueves a un juicio en Málaga en el que el fiscal le pide 4 años de cárcel por cultivo y distribución de marihuana. Los hechos se remontan a 2014, cuando la Guardia Civil requisó las plantas de su huerto con las que se abastecían más de un centenar de socias de una asociación cannábica de mujeres que, fundamentalmente, se valían de los frutos de ese cultivo para aliviar enfermedades como el cáncer, la artrosis o la fibromialgia.

No es la primera vez que Fernanda de la Figuera se enfrenta a la justicia por cultivar cannabis, pero ésta le coge con las fuerzas ya más justas para afrontar una petición de condena que podría llevarle directamente a prisión y que, además, es superior a la que tuvo que lidiar en las anteriores ocasiones que pasó por los juzgados. “Estoy preocupada, claro. Ya no soy joven como antes”, reconoce esta pionera del activismo en nuestro país empeñada en conseguir que lo que lleva haciendo ella de toda la vida sea legal y no un motivo para ir a la cárcel.

En los dos juicios anteriores que esta mujer afrontó por cultivar cannabis, en 1995 y en 2010, salió absuelta de todos los cargos. Sin embargo, en esta ocasión la cantidad intervenida es mayor -superior a los diez kilos-, uno de los principales factores que determinan la gravedad de la pena solicitada y que, según ella, tiene una explicación muy sencilla: la producción de marihuana era mayor porque abastecía a una asociación formada por más de un centenar de personas que recurrían a la maría con un fin eminentemente medicinal, es decir, para aliviar sus males y los de las personas que cuidaban. De ahí el nombre de la asociación: Marías por maría.

Integrantes de esa organización, alguno llegado desde Barcelona, estarán mañana acompañando a Fernanda de la Figuera en el Juzgado de lo Penal 5 de la Ciudad de la Justicia de Málaga, a los que se suman las decenas de apoyos que está recibiendo de entidades cannábicas de toda España que comparten su lucha y los riesgos que ella conlleva.

“Yo –subraya Fernanda– soy una activista y no hago negocio con el cannabis. La maría es un placer y una delicia y sirve para curar enfermedades también, y yo lo que hago es compartirla con mis amigos. Nada más. Nunca me he dedicado al tráfico. Soy una apóstol del autocultivo, porque considero que es la mejor forma de consumir, de saber lo que estás consumiendo”.

Activista desde la dictadura

El activismo de esta mujer comenzó cuando en España no solo estaba prohibido el cannabis, allá por el final de los años 60 y comienzo de los 70, cuando la dictadura de Franco mandaba a la cárcel a alguien por pertenecer a un partido político, por ser homosexual o, simplemente, porque le daba la gana al guardia de turno. En la zona de Puerta de Hierro, en Madrid, cerca de donde tenía su casa el general argentino Juan Domingo Perón, vio ella por primera vez una planta de cáñamo. Los primeros porros ya los había visto antes, a los amigos militares de su padre que se fumaban el kifi de Larache y Tetuán sin ocultarse mucho de los niños.

Luego, en 1978, se fue a vivir a Málaga para trabajar en el sector inmobiliario, en la compra y venta de fincas rústicas sobre todo, y allí se quedó hasta ahora, “enamorada” de Andalucía y de las plantas que el clima del sur ha ayudado a crecer “hermosas” en la terraza de su casa o en su huerto. Desde entonces, cultiva marihuana y desde entonces ha peleado por conseguir que esas plantas sean tan legales como un rosal o una coliflor. Ni más ni menos. Con ese espíritu fundó en 1996 la Asociación Ramón Santos de Estudios del Cannabis de Andalucía (ARSECA), organizó en Córdoba en 1998 la Bella Flor, las primeras jornadas en España de cata, encuentro y formación sobre cannabis, puso en marcha la citada Marías por María y se ha enfrentado a causas judiciales como la que afrontará mañana en un juzgado de lo Penal.

“He trabajado en el mercado inmobiliario, hablo tres idiomas, soy feminista, elijo todo lo que quiero hacer. Siempre he sido así”, dice Fernanda de la Figuera para explicar su actitud ante la vida, su particular modus vivendi, su espíritu combativo de activista que no ha dejado de serlo al pasar la barrera de los 75 años, si es que eso supone alguna barrera.

Y después de tanta lucha, esta mujer sigue sin comprender por qué ha sido tan “maltratada” la planta del cannabis. “Es absurdo –dice ella- que se le trate así a una planta con tanta historia, que ha sido utilizada en la historia del ser humano desde hace cientos de años con tantos fines. La gente no tendría que ir tanto a la farmacia para que les atiborren de opiáceos. Tú te echas unas gotas de tintura de cannabis en el café y se te pone el cuerpo mucho mejor”.

Tan absurdo, según esta veterana activista, como el hecho de que España disfrute de los mejores terrenos de Europa para el cultivo de cannabis y que todavía no se haya dado ni un paso para regularizarlo, como sí se ha hecho ya en otros países. “A los políticos no les da la gana de arreglar esto porque las drogas dan mucho dinero”, afirma Fernanda, que ha estado en el Parlamento europeo, en el Congreso y en el Senado acompañando a expertos en este tema y hablando de su larga experiencia como cultivadora para el autoconsumo, de momento sin apenas resultados.

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