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Actualizado:Miguel Pajares, licenciado en Ciencias Biológicas y doctor en Antropología, habla con 'Público' a raíz de su nuevo libro, 'Bla-bla-bla. El mito del capitalismo ecológico' (Rayo Verde), un ensayo que destapa cómo las soluciones a la crisis climática que nacen desde gobiernos neoliberales y grandes corporaciones sirven para perpetuar un sistema económico basado en el crecimiento a costa del bienestar del planeta. Pajares analiza propuestas de recorrido como el hidrógeno verde o los mecanismos de captura de CO2 y recalca que el crecimiento de las renovables no está yendo acompañado de políticas que reduzcan la quema de combustibles fósiles, causa principal del calentamiento acelerado del planeta.
Tras la pandemia, Europa ha impulsado políticas destinadas a la recuperación económica, pero también a la transformación del tejido productivo para hacerlo, en teoría, más sostenible, ¿usted se cree las propuestas de descarbonización?
Se habló de salir de la pandemia de otra manera, de construir algo nuevo y hacer aquella recuperación económica de otra forma y sobre otras bases. Durante la pandemia se habló mucho de ello, pero ya en 2019 se estaba empezando a plantear un cambio en las políticas de los gobiernos. Pero bueno, no ha habido un cambio en ese sentido, en absoluto. Hemos salido de la pandemia con más de lo mismo. Incluso hemos acelerado mucho la economía. Con la guerra en Ucrania se han fortalecido algunas de las bases de la economía anterior: la extracción y búsqueda de combustibles fósiles como el petróleo y el gas. También se ha recuperado el uso de carbón. Es decir, estamos bastante peor que antes de la pandemia, pese a que hay muchas más políticas de transición energética que antes.
Si los gobiernos están dedicando fondos a la transición, si crean ministerios para ello, dedican presupuestos y políticas públicas, ¿por qué parece que estamos exactamente igual o peor que antes de 2020? Es lo que yo trato de analizar en el nuevo libro. La respuesta, básicamente, es que todo el modelo de transición ecológica y energética se basa en premisas que no son reales y que no funcionan.
Se están destinando muchos fondos a las energías renovables, que se despliegan con fuerza, pero no se invierte en descarbonizar.
Claro. El tema es que las renovables están creciendo a un ritmo espectacular, pero al mismo tiempo vemos que la economía sigue creciendo y requiriendo un aumento del consumo de los combustibles fósiles. Esto hace que las renovables no estén sustituyendo al gas, carbón y petróleo, sino que se sumen a los combustibles fósiles porque la demanda crece. El crecimiento económico sigue apoyándose en los combustibles fósiles.
Los gobiernos no están dispuestos a poner límites al consumo de combustibles fósiles porque eso sería poner límites al crecimiento económico. Hay una cosa que hay que tener muy clara, la lucha contra la crisis climática es una lucha que se basa en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que, en suma, las provocan los combustibles fósiles. ¿Se están haciendo cosas? Sí, pero lo esencial es reducir el CO2 y no se está haciendo.
En el libro hablo de la sorpresa que tendremos en 2030. La promesa que todos los gobiernos nos hicieron de reducir a la mitad las emisiones para esa fecha no se habrá cumplido en absoluto.
Habla de los compromisos de los gobiernos, ¿ en qué medida los lobbies y las empresas energéticas están condicionando la transición energética de Europa?
La están condicionando absolutamente. Las grandes corporaciones tienen sus políticas de negocio y no las han cambiado. No hacen nada para reducir las emisiones de su producción. Lo que sí hace es decirnos a todos que han entendido el problema y que se están poniendo manos a la obra. Entonces asumen unos compromisos a 2050, siempre a largo plazo, que son aceptados por los gobiernos. Cuando la UE dice que en 2030 habrá reducir sus emisiones a la mitad es porque asume lo que le dice que van a hacer sus empresas, ¿no?
Es decir, estas empresas le dicen a los gobiernos que lo entienden y que van a comprometerse, y los gobiernos les responden que vale sin poner ningún límite. Por ejemplo, no ponen límites a las aerolíneas, que ahora hablan de un combustible limpio que no se sabe cuando llegará mientras aumentan su negocio con vuelos baratos y se las rescata, porque España rescató a dos compañías de vuelo en 2020.
En su libro habla del hidrógeno verde como falsa promesa que sirve para mantener los intereses del sector gasista, ¿por qué?
Es un caso clarísimo. El hidrógeno verde está sirviendo a las empresas gasistas para perpetuarse. Se vende como un combustible limpio que nos ayudará a descarbonizarnos progresivamente, pero luego ves todos los análisis científicos y entiendes que eso no va a pasar. Parece mentira que los gobiernos hayan comprado esa idea. Es decir, no se puede mezclar gas con hidrógeno en las cañerías como nos dice, ni se puede quemar en los actuales calentadores de gas. Habría que cambiar todos los calentadores, todas las tuberías e instalaciones porque el hidrógeno se escapa, es la molécula más pequeña que existe y las paredes de los gasoductos no están preparadas para contenerla.
Es una tomadura de pelo enorme. El Gobierno español lo vende como su gran apuesta, pero no sabemos cómo lo van a conseguir. Lo quieren poner en marcha en Catalunya, que es la comunidad con menos renovables del país y para fabricarlo necesitas energía renovable. ¿Cómo lo van a hacer?
Es muy crítico con los compromisos y acuerdos climáticos que se basan en reducciones netas de emisiones, el llamado objetivo cero neto, ¿por qué?
Le pongo un ejemplo de los muchos que hay. Es el caso de una petrolera australiana que en 2021 anuncia un compromiso de reducir sus emisiones a cero neto para 2050. La empresa asume un compromiso formal y lo lanza a la prensa. Al poco tiempo, se solicita al Gobierno de Australia que le autorice una zona de extracción por perforación de nuevos yacimientos petrolíferos. ¿Qué pasa? El Gobierno, como ve que la empresa ha asumido un compromiso cero neto, le concede la solicitud que duplica el área de extracción.
Es una perversión que afecta a gobiernos y empresas que se venden con una promesa de futuro absurda. Las empresas nos dicen "vamos a resolverlo, tranquilos, pero de momento vamos a seguir ampliando nuestro negocio y, por tanto, nuestras emisiones". No lo digo yo, lo dice el IPCC, cuyo presidente dijo que los objetivos de descarbonización cero neto son un invento urdido por las corporaciones y gobiernos para engañar al mundo en la lucha contra el cambio climático.
Debería haber obligaciones a corto plazo, no compromisos a futuro de ese tipo. Creo que es el mecanismo más perverso que hay. Es muy claro, el cero neto significa que las empresas no dejan de emitir, sino que desarrollan supuestos mecanismos para compensar el CO2. No es una promesa para decir voy a reducir 'x' porcentaje, sino que se anuncia un compromiso para compensar lo que se emite a la atmósfera. Prefiero un objetivo de reducción del 10% o del 15% que un compromiso cero neto.
Los objetivos cero neto son parte de la idea de los mercados internacionales de CO2, ¿no?
Sí, el mercado de misiones existe desde hace años y el europeo es el que funciona mejor. En la UE ha habido una reducción de emisiones, pero no sabemos qué importancia ha podido tener el comercio de carbono, porque la disminución de las emisiones que se ha registrado se debe, por un lado, a la reducción del uso de carbón y, por otro, a la deslocalización de las empresas. Hay que pensar que si sumamos las emisiones de los productos que traemos de China, además del transporte, las cuentas no saldrían y no tendríamos los porcentajes de reducción de emisiones que se anuncian.
Una de las claves de las últimas cumbres climáticas es la negociación de un mercado de carbono global que pueda regirse como el europeo, ¿qué implicaciones tendría esto?
Bueno, ya existe un mercado mundial estructurado. Es decir, ya hay compraventa de derechos de emisiones y ya vemos los efectos que tiene. Los países acuden a gobiernos de naciones con bosques para intercambiar derechos de emisión a cambio de políticas de conservación forestal. Hay análisis concretos que demuestran que esto no ha impedido que la deforestación haya seguido aumentando.
Ya que mencionamos las cumbres del clima, ¿qué le parece que la próxima vaya a ser en Emiratos Árabes y esté presidida por el dirigente de la compañía nacional de petróleo?
Es terrible. Cuando más necesitamos impulsar un cambio de rumbo y políticas climáticas ambiciosas pasa esto. Las cumbres están siendo muy inútiles. La última que parecía que podría traer cambios de calado fue la de Glasgow y fue bastante decepcionante. Luego vino la de Egipto, de la que no esperábamos gran cosa, y ahora viene la de Emiratos Árabes que va a ser mucho peor.
No olvidemos que hace años que en las cumbres hay más delgados de las corporaciones petroleras que de los países, lo que revela la influencia que tienen. Si hasta ahora nunca se ha conseguido mencionar en el acuerdo final de una cumbre a los combustibles fósiles, mucho menos se va a conseguir en Emiratos Árabes.
En su libro habla de las tecnologías de captura y almacenamiento de CO2. Enumera muchas razones científicas por las que este mecanismo no es una solución. Sin embargo, las empresas siguen apostando por ello en sus compromisos climáticos, ¿por qué?
Es sorprendente. El Gobierno de EEUU también está poniendo mucho dinero en esto. Hace unos meses, un organismo estatal recomendó a la Administración Biden que dejase de invertir en ello, porque no sirve para nada. En el libro cito muchos casos que evidencian que todo lo que se ha ido desarrollando en los últimos años en la línea de captura de CO2 no ha servido para nada. Ninguna de las instalaciones que se han puesto en marcha hasta la fecha ha obtenido buenos resultados. Lo único que se captura es el carbono de las chimeneas de las petroleras y se hace porque las propias compañías tienen interés en reutilizar ese CO2 para inyectarlo a los pozos y sacar más petróleo.
Para las empresas, en cualquier caso, es interesante. Hay compañías, como Spotify, Google o las aerolíneas, que lo que hacen es intentar captar CO2 para compensar las emisiones. Le dicen a los gobiernos, yo te capto el carbono de la atmósfera y tu me lo pagas; me permites ponérmelo en mi haber como una reducción de mis emisiones y así soy más verde.
La captura de CO2 es sólo un ejemplo. En los últimos años han salido nuevas tecnologías como los agrocombustibles, el hidrógeno o los E-Fuels que son apoyados por Europa y que, al poco de anunciarse, se demuestra científicamente que tienen un elevado impacto ambiental. ¿Por qué Europa está empeñada en el tecno-optimismo como solución a la crisis climática?
Porque los gobiernos no están dispuestos, o no se sienten capaces, a cambiar el modelo económico y poner freno al crecimiento y la expansión de determinadas industrias. Un Gobierno que quisiera actuar contra el cambio climático de verdad, debería replantear todo el sistema productivo. Pero al final no tienen la voluntad y, como tienen que hacer algo porque están los jóvenes manifestándose y cada vez hay más sensibilidad social ante el cambio climático, pues se habla de hidrógeno verde, captura de carbono, etcétera. Sin embargo, son negocios para los mismos de siempre, para las petroleras y las empresas gasistas.
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