madrid
Mamá está muerta, pero la vamos a curar, es la nueva obra de Jana Leo (Madrid, 1965), la autora de Violación Nueva York, el libro en el que relataba cómo fue agredida sexualmente en su apartamento de Harlem.
La escritora, doctora en Filosofía, titulada en máster por la Escuela de Arquitectura en la Universidad de Princeton, y docente durante siete años, presentó el pasado 25 de noviembre (día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer) un libro-archivo de uxoricidios que desnaturaliza la violencia y visibiliza con imágenes las vidas detrás de las cifras, lo que logra a través de un exhaustivo análisis de mujeres asesinadas desde 1999 hasta 2020 en Madrid.
La investigación la ha llevado a cabo junto con el economista Sergio Tombesi, con el objetivo de integrar el problema de la violencia de género en la vida cotidiana de las personas, lo que consigue a través de este libro de arte en el que se recogen los casos de 132 mujeres asesinadas en manos de sus parejas a través de ilustraciones que siguen el estilo naíf.
¿Qué le ha motivado a relatar la historia de 132 mujeres asesinadas en un libro ilustrado y por qué cree que será más eficaz que uno que solo se centra en datos?
La razón fundamental es que creo que, para resolver cualquier conflicto, ya sea de género o de relación, es necesario abordarlo de manera constante y no solo cuando aparece en las noticias. La violencia de género, por ejemplo, parece que solo existe cuando vemos en televisión que alguien ha sido asesinado, pero no es algo que nos preocupe de forma continua en nuestro día a día. Creo que este es parte del problema: la violencia de género se convierte casi en un motivo para generar contenido mediático, aunque es cierto que la prensa ha evolucionado mucho y ahora trata el tema con mayor sensibilidad.
"No quería un enfoque solo racional, sino también afectivo, que llegara al corazón"
Mi gran reto era crear un contenido que integrara este problema en la vida cotidiana de las personas, todos los días, porque la violencia de género ocurre diariamente: en las cocinas, en los comedores, en los dormitorios. Mi idea era ir más allá de los datos. Decir que hoy han matado a alguien se convierte en una información del momento, pero no genera una conexión emocional profunda. Por eso comencé a trabajar con Sergio Tombes, con quien colaboro en la Fundación MOSIS, una productora artística sin ánimo de lucro que busca generar contenido con conciencia social. Empezamos recopilando y organizando una base de datos, pero pronto me planteé cómo transmitir esta información de manera clara, constante y emocional. No quería un enfoque solo racional, sino también afectivo, que llegara al corazón.
Desde el principio tenía claro que usaría intervenciones artísticas para abordar la violencia de género. Durante cerca de un año investigué y leí casos específicos. A medida que avanzaba, iba anotando datos que me parecían significativos. Por ejemplo, en algunos casos me impactaba la edad de la víctima; en otros, el hecho de que fueran mujeres independientes. Poco a poco, me di cuenta de que muchos de los mitos que tenía sobre la violencia de género no coincidían con la realidad. Las cosas eran mucho más complejas.
"No se trata solo de números, sino de personas"
Mi objetivo siempre fue humanizar las estadísticas. No se trata solo de números, sino de personas. Para lograr esto, quería transmitir las historias de estas mujeres de una manera que conectara emocionalmente, como si fueran parte de nuestras vidas. Cuando pensamos en nuestros seres queridos, siempre tenemos una imagen o una fotografía. Estas mujeres asesinadas se han convertido, en cierto modo, en seres cercanos para mí. No en el sentido de que las haya conocido o querido, pero he asumido la responsabilidad de cuidar su memoria.
Quería plasmar todo esto de forma visual, pero también respetuosa. No quise crear imágenes que no representaran su realidad, ya que no las conocía ni siempre había fotos disponibles. Mi enfoque fue construir una representación emocional, algo que hablara desde el corazón y desde la experiencia sensorial.
En resumen, el tema es mucho más complejo de lo que parece, y esa complejidad es lo que quiero transmitir. Simplificarlo demasiado lleva a crear estereotipos, y esos mismos estereotipos contribuyen a perpetuar la violencia.
El libro se titula Mamá está muerta, pero la vamos a curar. ¿Por qué eligió este título? ¿Qué quiere transmitir con ello?
Este es un extracto del libro, es el relato de Fátima E.F. Cuando escribí este relato, incluí un extracto que tiene algo de poético literario de cada una de las 132 mujeres. Me llamó mucho la atención esta frase: "Mamá está muerta pero la vais a curar". Creo que está muy bien elegida y llama muchísimo la atención. Lo único que cambié fue el término verbal: el vais (vosotros) se ha convertido en nosotros. Nosotros la vamos a curar.
"Las campañas deben ir dirigidas a educar al hombre para que no agreda, no a educar a la mujer para que no sea víctima"
Nosotros, a esa mujer, Fátima, está muerta, desde luego no la podemos curar, pero podemos curar a las Fátimas del futuro. Y tenemos la posibilidad de hacerlo. ¿Cómo? Lo primero es darnos cuenta de que las mujeres ya han abierto los ojos, ya no estamos en una época del feminismo en la que se considere que el maltrato es algo natural, aunque siga ocurriendo. Ahora sabemos que no es algo natural. Tenemos que seguir desnormalizándolo. Y es más, las campañas deben ir dirigidas a educar al hombre para que no agreda, no a educar a la mujer para que no sea víctima. Desde luego está muy bien que las mujeres tengan una serie de conocimientos, de indicios, de señales claras para identificar.
Entonces, sí, es importante que las mujeres aprendan a reconocer señales para evitar caer en esa red. Esto es aplicable a cualquier tipo de relación. A nivel psicológico, existen signos de manipulación, y muchos maltratadores son manipuladores. Pero el peso de la responsabilidad de la sociedad debe recaer en quien produce el desastre. Es el maltrato el que produce el agresor, y es al agresor a quien debemos educar. Si miramos los perfiles, encontramos el del depredador psicópata, el del machista de todos los días, que cree que hay reglas diferentes para hombres y para mujeres, también está el de aquellos que son incapaces de asumir la realidad…
Un libro de arte sobre la violencia de género es algo poco común. ¿Cuál fue el desafío más grande al documentar y analizar estas historias a través de este estilo?
Es algo que tiene muy poca acogida. Cuando intentamos publicarlo, lo editamos desde la propia Fundación MOSIS, que somos editores, pero no con una editorial externa. Si íbamos a una editorial de ensayo, decían: "Esto, a nivel sociológico, como caso de estudio de 132 mujeres, es fantástico, pero no necesitamos ilustraciones". Por otro lado, si lo intentábamos con el arte, como un libro típico Coffee Table, me decían: "Esto para ser un libro de arte tiene demasiado pensamiento detrás". A mí me interesa tanto el arte como el pensamiento, y el problema es que tendemos a separar el arte de lo intelectual, la emoción de la razón. Yo, por mi formación en arquitectura y filosofía —disciplinas más intelectuales— y mi trabajo artístico en fotografía y arte performativo, creo que estos dos elementos, cuando conviven, son mucho más potentes. Porque tocan los aspectos más primitivos y rituales del ser humano, que son muy importantes. ¿Por qué todo tiene que ser racional o visual por separado? ¿Por qué no permitir que las dos partes convivan en el mismo libro? Este es mi enfoque de trabajo, aunque me cuesta mucho abrir brecha.
"El problema es que tendemos a separar el arte de lo intelectual, la emoción de la razón"
Desde 1992, con mi primera exposición importante, he estado luchando por integrar estas dos dimensiones. Es difícil porque no encaja fácilmente en ningún lugar. He recibido sugerencias como: "Habla con las de Igualdad o el Ministerio de Igualdad, que te apoyan". Pero yo quiero que este libro sea de arte, no un informe de sociología. Es importante dejar de separar las cosas. Debemos dejar de separar el pensamiento y la emoción. No estamos en el siglo XIX, y no debemos categorizar a las mujeres en términos binarios, como madre o puta. Si seguimos viendo a las personas, y especialmente a las mujeres, de forma binaria, estamos recreando un sistema de exclusión que favorece el abuso.
Mi propósito con este libro es que sea muy popular, porque si lo hago para una minoría, no tiene sentido. He dedicado cinco años de mi vida a esto; no es una historia personal. Lo hago porque llegó un momento en que dije: "Tienes que hacer algo". Recuerdo que un día me puse a llorar y no pude parar en toda la tarde. Pensé: "¿Y qué estás haciendo? Nada, no estoy haciendo nada". Entonces decidí empezar con esto. La solución fue clara: usar mis herramientas. Mi herramienta es el arte. Soy una gran observadora, como un detector de metales, siempre he tenido esa habilidad natural. Esas observaciones las puedo transformar en formato visual. Así que decidí hacer una investigación sobre los casos y darle un formato visual.
¿Qué patrones ha identificado en los casos analizados por violencia de género y cómo pueden servir para prevenir este tipo de situaciones?¿Qué signos de alarma suelen pasar desapercibidos en las relaciones de riesgo?
Lo primero que nos llamó la atención es que las muertes ocurrían en los hogares. De los 132 casos, 95 de esas muertes ocurrieron en las casas. El resto han sido casos donde las iban a buscar: las mataban en el portal de su casa, las iban a buscar al trabajo, a la salida o entrada del trabajo, o las esperaban en su coche en la calle, o las merodeaban cerca del mercado. Pero de los 132 casos, 95 fueron en casa.
De esos, en algunos había algún tipo de maltrato. En 14, se trataba de maltrato habitual con palizas, pero al menos en 66 había gritos habituales y golpes. Así que ya tenemos un patrón. Además, en 78 de las muertes, la gran mayoría fueron con arma blanca, con cuchillo.
"De los 132 casos, 95 de esas muertes ocurrieron en las casas"
Otro segundo patrón también muy interesante es que la muerte ocurre en un tiempo muy corto antes de separarse o después de separarse. Es decir, cuando están en trámites de divorcio. En el caso de una de las mujeres, fue justo el día antes de ir al juzgado o después de haberse separado. Ella se fue de la casa y entonces la mataron allí. Sabemos que, aunque a largo plazo la separación es positiva, en el momento es muy delicado. De las muertes, 50 fueron de maridos y solo siete de ex maridos. Los otros fueron parejas o novios de distintas categorías. Sabemos que el ex marido, por ejemplo, representa solo site muertes, mientras que los maridos son 50, porque evidentemente viven con ellas. El marido forma parte de la unidad familiar, es mucho más fácil, tienes ahí a tu víctima, ¿no? A largo plazo, la separación es positiva, pero a corto plazo es un momento delicadísimo.
Luego había un porcentaje de casos en los que se denegaba que existiera violencia de género. En el caso de Sonia, por ejemplo, la número 041, que era enfermera, una persona súper positiva, cuidadora... Se decía que había sido un suicidio. ¿Quién se va a creer que una madre, enfermera, con una niña de tres años, se va a suicidar? Ella estaba en proceso de separación y le contaba a todos sus familiares que lo único que le entristecía en su vida era su marido. Este es el tercer patrón: nos encontramos con el caso en el que se niega la realidad y se intenta hacerle un gaslighting o luz de gas, desacreditar a la víctima. Estos son algunos de los patrones que salieron de los datos y de cosas que se repetían. En cuanto a señales clave, una de ellas es el control excesivo. Un ejemplo típico sería: "Uy, esa ropa, no creo que te quede tan bien. ¿Dónde vas a ir hoy? Bueno, venga, ya que vas, te acompaño".
"De las 132 muertes, 25 no tenían ningún registro previo de violencia, ni psicológica ni física, pero fueron asesinadas"
Este es un patrón alarmante, ya que de las 132 muertes, 25 no tenían ningún registro previo de violencia, ni psicológica ni física, pero fueron asesinadas. Es una señal de alerta, y hay que tener mucho cuidado porque parece que esta persona te cuida mucho, pero en realidad te está controlando.
Otro rasgo que pasa desapercibido, pero que se repite, es el encantador social violento en la intimidad. La persona es maravillosa cuando está en grupo, cuando está en público, es encantador. Como le pasó a Esther, la víctima número 100, que decía: "Tú no conoces a Antonio cuando estamos solos". Es un tipo que es generoso, parece una persona increíble, y, a pesar de todo, nadie creería que es un maltratador. Entonces, ¿qué pasa? Eso le sirve para desacreditar a la víctima. La víctima se queda sin su entorno de protección, sin el apoyo de la familia, de los amigos y de la comunidad. Y encima de estar maltratada, está acusada de estar "loca". Esta es una situación muy común en los casos de violencia de género.
¿Siente que la violencia de la que ha sido testigo y que ha sufrido a lo largo de su vida ha cambiado de alguna forma su idea sobre lo que deben ser las relaciones y el amor romántico?
Por supuesto, aunque el haber tenido una experiencia de agresión sexual creo que es menos duro que una experiencia de violencia de género porque, al fin y al cabo, es algo que sucede una vez. No es alguien con quien has vivido durante años, así que el efecto, digamos, es menor. Pero la violencia siempre me ha interesado mucho porque me daba miedo en carne viva, puede que no seas tan consciente de ella. Al final, la experiencia es muy importante, ¿no?
En 2017 publicó su libro Violación Nueva York en el que relata en primera persona la experiencia traumática que vivió al ser violada en un apartamento de Harlem. ¿Cómo ha influido su experiencia personal en la creación de este libro y su estilo narrativo?
Bueno, era mi casa, un sitio donde había sido violada, lo que la convertía en un espacio de violencia, una violencia que ocurría en el ámbito doméstico, como muchas otras veces sucede y como ha ocurrido en la mayoría de los casos de las mujeres del libro. Sin embargo, ese era un tema que yo ya estaba trabajando. El espacio doméstico siempre me ha interesado por varias razones. Me fascinaba especialmente la muerte en casa, el ritual de la muerte, cómo se manejaba el proceso de llevar el cuerpo al hospital y por qué. Me interesaba todo lo que involucraba la casa como una extensión del espacio público, y cómo este también puede contraerse. Cuando fui violada en mi propia casa, aquello fue un gran golpe. La casa es tu burbuja de intimidad, el lugar donde vives con tu pareja, donde recibes a tus amigos. Es un espacio muy especial. Aunque sigas haciendo actividades públicas, la casa sigue siendo ese refugio, esa burbuja que puede ser maravillosa, un lugar de evasión, ilusiones y felicidad. Pero también puede ser un lugar de horrores, una prisión en la que te sientes atrapada.
"Cuando fui violada en mi propia casa, aquello fue un gran golpe"
Yo vivía en un apartamento en Harlem, y estaba encantada, feliz. Me acababa de mudar a Nueva York, daba clases en una universidad. Estaba en un barrio que me fascinaba. Me sentía cómoda, estaba comenzando mi nueva vida allí. Sin embargo, el hecho de que esa violencia ocurriera dentro de ese espacio que debería ser seguro fue lo que más me impactó. Porque, al fin y al cabo, la casa es donde uno se supone que está a salvo.
Se te quita la sensación de protección que se espera de ese espacio. La casa, que antes era un refugio, se convierte en el lugar donde vives la experiencia más traumática de tu vida. Esto hizo que todo lo que conocía sobre ese espacio se desmoronara. Y por más que intenté racionalizarlo, me di cuenta de que ya no era el mismo lugar. La confianza se pierde.
¿Cómo ha vivido y estructurado usted a nivel personal la violencia sexual que ha sufrido? ¿En qué medida esto le ha marcado como persona y como profesional?
Ha tenido mucha influencia durante una época de mi vida. Cosas tan básicas como que cambié mis hábitos, dejé de salir tanto. Eso acaba reduciendo tu ámbito social. Una cosa tan sencilla como esa. Tienes miedo y acabas saliendo menos. Una ciudad sin miedo es fundamental, las mujeres deben poder vivir sin miedo, se necesita que se les crea. Porque una mujer con miedo es una mujer que va a modificar su comportamiento social. Y luego se modifican esos comportamientos cotidianos, como estar pendiente de si alguien te sigue cuando vas a entrar en casa. También desarrollas mucha más conciencia de la muerte.
Por otro lado, mi apartamento estaba cerca de donde yo estaba haciendo mi investigación, que era en la Columbia University. Y mi piso estaba muy bien. Pero todo eso se me cayó completamente. Si me hubieran violado en la calle hubiera sido mejor, a nivel psicológico. Porque es como que tu hogar deja de ser tu hogar y el lugar donde antes te sentías segura ya no lo es. Y ahora, ¿dónde me refugio yo? ¿Tengo que irme de casa? Pues sí, me tenía que ir de casa. En mi caso, mi hogar era el espacio habitual donde el agresor hacía trapicheos con los del primer piso, algo que yo no sabía, porque de esas cosas no te das cuenta hasta la primera de cambio.
"Tu hogar deja de ser tu hogar y el lugar donde antes te sentías segura ya no lo es"
Y me lo volví a encontrar. Una amiga mía que en ese momento estaba en Nueva York me dijo que consiguió otro amigo, el hermano de mi pareja, para que viviera con él. Y yo le decía que no, que no me iba de allí. Pero ella insistió: "No estás en condiciones, vas a morir". Porque esto se había repetido una vez, y sin la iniciativa de mi amiga, seguramente me hubiera pasado otra vez. Yo era cabezona, me decía a mí misma: "Mis derechos, yo no me muevo, es mi casa. Llevo tres meses aquí, la he pintado, la he decorado". Pero te da rabia, porque es como si te estuvieran echando.
¿Qué opina sobre el papel de los hombres en la lucha contra violencia de género y cómo cree que podrían contribuir más activamente?
La Fundación MOSIS está formada por más hombres que mujeres, lo cual es interesante. Tiene a Sergio Tombesi, quien se ha implicado mucho. Aunque no hizo la parte artística, ha invertido muchas horas de su vida en el proyecto. Es economista y optimizador de empresas, ha trabajado en empresas de coches para que funcionen mejor. Él decía: "Bueno, si utilizo mi método de análisis y optimización de problemas, quizás, en vez de aplicarlo a los coches, lo aplico a la violencia de género, tal vez pueda ayudar". A mí esto me pareció fantástico. Que alguien que no tiene esa presión social se haya dedicado a esto me sorprendió.
De alguna manera, muchos de los hombres que han colaborado son de ese tipo, pero no todos. Cuando han tenido oportunidad, porque conocen mi trabajo, y les he pedido ayuda, lo han hecho. Creo que lo primero que deben hacer los hombres es conocer la historia desde dentro.
"Todos los maltratadores son hombres, pero no todos los hombres son maltratadores"
En cuanto al rol masculino, también te digo que hay un abismo. Todos los maltratadores son hombres, pero no todos los hombres son maltratadores. Esto es algo que debe quedar claro. Además, algunos hombres que han trabajado con la fundación han tenido experiencias de violencia por parte de sus parejas, ya que son homosexuales. Han sufrido violencia de género, aunque no sé si se debería denominar así, ya que depende del vínculo afectivo, pero en cierto modo sí han sufrido violencia de una manera directa, aunque no sean mujeres.
Así que todos los amigos han apoyado el proyecto en ese sentido. Para mí es fundamental concienciar a los hombres, no tanto a las mujeres, que ya estamos bastante concienciadas. Quizá hay algún familiar, como una madre, que aún diga: "No, hombre, aguanta, que una familia separada va a ser peor", pero esto cada vez es menos común.
Creo que ahora lo importante es concienciar a los hombres. Si un compañero tuyo, que no es maltratador, sino todo lo contrario, es feminista y está viendo que su compañero va por un mal camino, quizás puede intervenir. En vez de hacerte el machito, a lo mejor puedes influir de manera positiva. Creo que en este momento del feminismo, los hombres deben convertirse en líderes feministas.
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