guissona
Hace apenas unos días, era un locutorio y una tienda de comestibles en el centro de Guissona (Lleida), pero se ha reconvertido en un almacén que hierve de actividad. Hay gente entrando y saliendo constantemente, preparando cajas para enviar comida y material médico a Ucrania. Mykola supervisa y atiende llamadas sin parar en medio de lo que hace una década que es su negocio. Pero todo ha pasado a un segundo plano desde el inicio de la guerra en Ucrania, su país. "Este mes tendré pérdidas, pero no pasa nada. Si perdemos el país, lo perdemos todo", explica.
En Guissona, un pequeño pueblo a unos 70 kilómetros de Lleida, uno de cada siete habitantes son ucranianos, por lo que se ha ganado el apodo de "pequeña Ucrania". Son más de un millar y representan la segunda comunidad más numerosa en el pueblo, después de los rumanos y seguidos por los senegaleses. Desde el estallido del conflicto, el pueblo se ha volcado en las muestras de apoyo a la comunidad y también en la autoorganización, ya sea para enviar material hacia allí como para acoger a los refugiados que empiezan a llegar. Por el momento, han llegado dos familias con parientes ya afincados en el pueblo. Algunos vecinos han puesto rumbo en coche hacia la frontera de Ucrania con Polonia para ir a buscar a sus familiares.
Por el momento han llegado dos familias, pero la previsión es que puedan hacerlo muchas más
Pese a la rapidez con la que ha ido todo, la invasión rusa no les ha cogido por sorpresa. Natalia Moskal regenta una tienda de ropa junto al Ayuntamiento desde hace años y admite que siente mucha "rabia" por lo que está pasando, sobre todo porque cree que se hubiera podido evitar. "Llevamos ocho años en guerra", recuerda, en referencia a la situación en la región de Donbass.
Moskal llegó a Guissona hace 15 años, pero tiene a toda la familia en Ucrania. Por suerte, viven cerca de la frontera con Polonia, lejos del foco del conflicto, aunque esto no mitiga por completo su preocupación. "Hace un mes pregunté a mi hijo si quería venir, pero me dijo que no, que él se quedaba ahí". Su madre, ya mayor, vivió el inicio de los ataques con "pánico", pero Moskal habla todos los días con ella y ahora ya no está tan asustada. Se ha resignado, en cierto modo: "Es la guerra, deben perderse cosas", afirma Moskal. Con quien no mantiene el contacto es con su hermano, que vive en Rusia. Asegura que no quiere saber nada de él porque está de acuerdo con lo que dice la propaganda rusa.
Mientras hablamos, una vecina se acerca a la puerta de la tienda y le pregunta cómo está la familia. Comentan las últimas noticias con el corazón encogido. Moskal explica que el pueblo se ha unido, que "todo el mundo quiere ayudar" y que han recibido mucho apoyo por parte de los vecinos. Repartidos por los paneles del pueblo hay carteles que informan de la recogida de material en el locutorio de Mykola y de una reunión celebrada este lunes con el Ayuntamiento para organizarse. En varias tiendas también hay carteles contra la guerra y banderas de Ucrania. En el propio Ayuntamiento una bandera del país cuelga en el balcón.
En el locutorio, de golpe hay más prisa porque han llegado dos conductores que se marcharán en pocos minutos en furgoneta hacia la frontera con Polonia y hay que terminar. Mykola decidió "sin pensárselo" reconvertir el espacio en un almacén improvisado, al que se suma un local aportado por el Ayuntamiento. Un hombre que está ayudando y que prefiere mantenerse en el anonimato explica emocionado que su hijo vive allí con su familia y no quiere venir porque quiere quedarse a defender a su país. Él lleva desde el año 2000 en Guissona, trabajando en el Bon Àrea. Es lo que hacen la mayoría, al menos, a su llegada.
Llegada en los años 90
Los ucranianos llegaron a Guissona principalmente en los años 90 e inicios de los 2000, atraídos por el trabajo que ofrecía el grupo empresarial agroalimentario Bon Àrea. Más de la mitad de los 7.500 habitantes de este pueblo de Lleida son originarios de otros países, hasta 43 diferentes. El alcalde, Jaume Ars (JxCat), explica que hace un mes ya comentaban que la guerra podía llegar, y ahora el pueblo se ha volcado en la gestión de la emergencia. Considerando el número de habitantes ucranianos, la previsión es que lleguen bastantes refugiados, principalmente, familiares. "Estamos intentando canalizar las peticiones, pero somos una administración pequeña y llegamos a donde llegamos", señala.
La mayoría llegaron en los 90 para trabajar en el Bon Àrea
Por el momento, el Ayuntamiento se está centrando en el envío de ayuda, también a través de un acuerdo con la organización Open Arms, que trabaja para fletar un avión con material. Y para quienes llegan, gestiona el empadronamiento para que tengan acceso a los servicios básicos. Sin embargo, están en manos de la Generalitat y el Estado para tramitar permisos de residencia a largo plazo. También ha habilitado una página web para que los vecinos puedan ofrecer alojamiento a refugiados, y ya ha habido una treintena de ofrecimientos.
Ivan tiene una tienda de comestibles con alimentos principalmente ucranianos y de otros países de Europa del Este. Reconoce que "no hay palabras" para hablar de lo que está pasando, aunque tampoco le ha cogido por sorpresa después de años de guerra en el Donbass. Vive desde 1999 en Catalunya, primero en Guissona, y ahora, en Tàrrega. Aunque tiene hermanos y primos en Ucrania -también en una zona lejana al foco bélico-, le tranquiliza tener a la familia aquí. Si fuera necesario, no tendría ninguna duda: "Si hiciera falta, iría".
Todos los ucranianos entrevistados muestran preocupación por la propaganda rusa y por el hecho de que no llegue "información correcta" aquí, y esperan que la presencia de numerosos medios esta semana en el pueblo sirva para dar a conocer su situación. También alertan sobre la posibilidad de que la guerra pueda expandirse. "Ucrania ahora protege a Europa", afirma el voluntario anónimo. Algunos habitantes del pueblo se han ido a defender el país, aunque nadie sabe números y prefieren no hablar demasiado. Pero la sensación es que hay que resistir: "Lucharemos, porque no tenemos otra", dice Moskal.
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