madrid
Actualizado:Desde el terremoto de 1431 que provocó considerables daños en la Alhambra hasta los seísmos que han hecho temblar recientemente Granada, la provincia andaluza ha sido testigo de otras sacudidas históricas: Ugijar fue testigo del colapso de la mayoría de sus casas en 1522, aunque el seísmo situado en el mar de Alborán también afectó a Almería y causó mil muertos; Baza vivió la destrucción del 61% de sus casas en 1531; Pinos Puente asistió al resquebrajamiento o a la ruina de casi todas sus viviendas en 1806; Arenas del Rey vio la destrucción de 4.400 edificios y los daños en otros 13.000 en 1884, y Albolote presentó estropicios en ocho de cada diez hogares en 1956, dos años después de que Dúrcal registrase un seísmo de magnitud 7,8 a 650 kilómetros de profundidad.
En Baza murieron 400 personas y en Arenas del Rey, 839, aunque el más mortífero en nuestro país fue el que tuvo lugar en el suroeste del cabo San Vicente en 1755 —de magnitud 8,5—, que provocó un tsunami de casi quince metros de altura que afectó a Europa occidental y al norte de África, con el resultado de 15.000 fallecidos. Nada comparable a los terremotos de Granada en enero y febrero de este año, que han sembrado el pánico entre la población —pese a que no superaron la magnitud 4,5— debido a que han sido muy superficiales, por lo que se al producirse a una profundidad de entre tres y doce kilómetros se han percibido con bastante intensidad. Con estos precedentes, ¿es posible que se registre un gran seísmo en Granada y, por extensión, en España durante los próximos años?
"No se puede concluir que no habrá un terremoto destructor, pero las posibilidades son menores que en otras áreas", explica Jordi Díaz, sismólogo de Geociencias Barcelona (GEO3BCN). "Las zonas con más riesgo sísmico son Andalucía, cerca del mar de Alborán, Levante y Pirineos, si bien es moderado si lo comparamos con el de Italia, Grecia o Turquía", recuerda Díaz. "Hay potencialidad de que haya terremotos, si no muy grandes, sí peligrosos y dañinos, aunque a un nivel mucho menor que otros en países del mundo", tranquiliza el investigador científico. "A la hora de predecirlos no podemos asegurar grandes certezas, ni positivas ni negativas. No obstante, sería sorprendente que hubiera uno de magnitud 7 u 8".
Los expertos son conscientes de que habrá terremotos donde ya los ha habido en el pasado, por lo que pueden predecir en qué lugar se producirán gracias a la serie histórica, a los estudios de peligrosidad y a los mapas de riesgo, pero no cuándo. Quizás por ello la respuesta de Beatriz Gaite, sismóloga de guardia del Instituto Geográfico Nacional (IGN), es más inquietante. "Sí que puede haberlo. En esa zona de Granada no esperamos terremotos de gran magnitud basándonos en el registro histórico que tenemos, pero no podemos descartarlos. Tampoco es posible pronosticar el momento ni su tamaño, pero con los catálogos de seísmos pasados sí podemos tener una estimación de lo que puede ocurrir en el futuro en cada lugar", añade Gaite, quien rememora el que tuvo lugar cerca del cabo de San Vicente, más conocido como el terremoto de Lisboa, que asoló la capital portuguesa y alcanzó la costa gaditana con olas de ocho metros. "Donde ha temblado puede volver a temblar". ¿Lo verán nuestros ojos?
"Bueno, nunca se sabe lo que va a pasar en el futuro, si bien no los esperamos muy grandes. Si observamos la tendencia reciente, tendremos enjambres de terremotos en los que se va liberando energía sísmica poco a poco, aunque no se puede excluir que ocurra otro fenómeno", matiza Javier Almendros, geofísico del Instituto Universitario de Investigación Andaluz de Geofísica y Prevención de Desastres Sísmicos, perteneciente a la Universidad de Granada. "De todas formas, la respuesta requeriría una bola de cristal para ver qué va a pasar en el futuro, porque desde el punto de vista científico no se puede predecir que vaya a ocurrir o no. Es una pregunta con una contestación limitada porque solo sabemos lo que ha ocurrido en el pasado y, basándonos en el comportamiento anterior de la tierra, podríamos ver qué sucederá en el futuro. Hablamos de estadísticas y de posibilidades, aunque podría salirse de la norma".
Pese a que el de Lorca (Murcia) permanece en nuestras retinas por la cercanía en el tiempo, hace ahora una década, sus efectos —nueve muertos y un 18% de los edificios dañados— fueron menores que otros grandes terremotos producidos más allá de Granada, como el que destruyó Queralbs (Girona) en 1428 y provocó ochocientos fallecidos, el que derribó todas las casas en Vera (Almería) en 1518 y causó 165 víctimas, el de Alhaurín el Grande que tornó inhabitables la mitad de las viviendas de Málaga en 1680 y mató a setenta personas, el que hizo añicos la mayoría de los hogares en Dalias, Roquetas y Berja (Almería) en 1804 y se llevó por delante a 407 vecinos, y el que arrasó Torrevieja y Guardamar (Alicante) en 1829 y provocó 389 fallecidos.
La magnitud 6,8 del seísmo de Alhaurín el Grande —la máxima de los citados— fue mayor que la del terremoto de Lorca (5,1), pero superada por el registrado en el suroeste del cabo San Vicente (7,8) en 1969, que dañó casas en Huelva e Isla Cristina y causó la muerte de diecinueve personas. También tembló la tierra en Carmona (Sevilla) en 1504 (magnitud 6,8 y 32 víctimas), en Muro de Alcoy (Alicante) en 1644 (veintidós muertos), y en Estubeny (Valencia) en 1748 (6,2 y 38 fallecidos). A lo largo de los siglos, hubo otros en localidades donde no se registraron o no hubo constancia de víctimas mortales: Orihuela (Alicante), Andújar (Jaén), Condado de Ribagorça (Huesca-Lleida), Tavernes de la Valldigna (Valencia) u Olot (Girona).
"Hay terremotos que no son muy grandes, pero provocan muchos daños, como sucedió en Lorca, porque el epicentro se situó justo debajo de la ciudad y fue muy superficial", explica Jordi Díaz. La mayoría de los que tienen lugar en Granada y el este de Málaga son superficiales, aunque se han registrado algunos profundos, por lo que generan pocos daños pese su magnitud considerable, añade Beatriz Gaite, quien detalla por qué hay tantos en la primera provincia: "Es una zona con alta sismicidad y se producen por el acercamiento de cuatro a cinco milímetros al año entre las placas euroasiática y africana". Una deformación que se extiende por el sureste de la Vega en dirección a Padul y Dúrcal, mar de Alborán y la localidad marroquí de Alhucemas, que en 2004 sufrió un temblor de magnitud 6,3 que provocó la muerte de 629 personas y dejó a 15.230 sin hogar, según las autoridades locales.
La deformación que genera el movimiento continuo y lento de las placas litosféricas hace que la superficie de la tierra se resquebraje, explica la sismóloga del Instituto Geográfico Nacional. "Por lo tanto, un terremoto es una ruptura del terreno, que puede ser en profundidad o en superficie. En la zona sur-sureste de España son frecuentes, si bien los pequeños liberan menos energía que uno grande. Por lo tanto, se necesitan muchos minúsculos para liberar la misma energía que uno mucho mayor. Sin embargo, no sabemos cuánta hay acumulada en esta zona", añade Gaite, quien advierte de que un seísmo como el de 1755 podría generar un maremoto, "aunque estamos preparados para ello".
Javier Almendros, experto en la relación entre los volcanes y los terremotos, descarta que en España pueda producirse una erupción causada por un seísmo. "En otras zonas hay evidencias de que un gran terremoto puede alterar el equilibrio en un volcán, pues es un sistema inestable, e inducir una erupción. Eso ha ocurrido en Japón y en la costa de Chile, donde las grandes vibraciones asociadas a las ondas de mayor amplitud alteran su equilibrio. Depende mucho del tamaño del seísmo y de la distancia a la que se produce, pero en nuestro país la posibilidad es remota. Los volcanes activos están en Canarias, mientras que en la Península no ha habido erupciones desde hace muchísimo tiempo. Y, aunque en las islas hay actividad sísmica, los terremotos son pequeños".
El especialista en sismología volcánica del Instituto Andaluz de Geofísica recuerda que la interacción es recíproca, pues una erupción también puede producir terremotos y activar fallas cercanas, al tiempo que deja claro que los volcanes entrarían en erupción por su propia dinámica, pero no inducidos por un seísmo. "En todo caso, si nos centramos en los terremotos, si la tierra sigue comportándose así podría no haber ninguno, aunque la tierra es un sistema caótico con variabilidad que provoca que cualquier predicción tenga un margen de error. Estamos en un borde de placa mucho más difusa que la de Japón, Chile o Indonesia, por lo que no esperamos terremotos grandes ni destructivos, si bien tendremos que convivir con pequeños seísmos", concluye Almendros, quien no desecha la posibilidad de que vuelva a haber un maremoto en el sur de España. "Las zonas costeras están sometidas a este peligro, pero ocurre una vez cada varios siglos, lo cual no quiere decir que vaya a ser mañana".
Cómo debemos preparados para un terremoto
Jordi Díaz afirma que la gente no es consciente de que aquí pueda haber un terremoto y que, salvo excepciones, está poco acostumbrada a ellos. "Aunque no estemos en una zona muy peligrosa o activa, son un fenómeno más de la naturaleza y conviene estar preparados y mentalizados para afrontarlos", avisa el sismólogo del GEO3BCN, un centro de investigaciones del CSIC conocido hasta agosto como Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera. ¿Pero cómo debemos prepararnos ante la posibilidad de un temblor que pueda causar estragos? Cumpliendo las normas de construcción de edificios e informando a la población de las posibles zonas que puedan verse afectadas, responde.
"Cuando hay un terremoto en España, las víctimas son colaterales: no se abre la tierra y te caes, sino que te impacta el trozo de una cornisa en la cabeza. Por ello, hay que cubrirse, protegerse, esperar a que pare y no salir corriendo de los edificios. No hay que preocuparse en exceso, porque es algo habitual. En el triángulo Triacastela-Sarria-Becerreá (Lugo), la gente se asusta cuando nota un seísmo de magnitud 4. Sin embargo, para quienes viven en otras zonas y están habituados es un temblor más, por lo que cuando cesa siguen viviendo con normalidad, mientras que aquí nos alarmamos. Pero si actuamos correctamente, no habrá problemas", concluye Díaz. Su consejo es secundado por Beatriz Gaite, quien ante un terremoto recomienda "agacharse y protegerse la cabeza, a ser posible bajo un mueble robusto, por si cae un objeto o un trozo de pared o de techo". Como Alfonso Armada, el gran terremoto ni está ni se le espera, aunque cabe repetirle la pregunta a la sismóloga del Instituto Geográfico Nacional: ¿lo verán nuestros ojos? "No lo sabemos...".
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