MADRID
Actualizado:Las noticias falsas están de moda. Nunca sabremos si responden siempre a algún tipo de interés geoestratégico con una finalidad manipuladora de opinión o de un resultado electoral, o bien si su difusión se debe a la simple intención de reírse del personal. Una búsqueda rápida en el algoritmo de Google del binomio 'fake news' nos remite a un rostro muy concreto: el presidente del país más poderoso del mundo. Con Donald Trump y las últimas elecciones presidenciales, el mundo reaprendió lo útiles que pueden ser los bulos y la grandísima repercusión que pueden llegar a tener, gracias al altavoz de las redes sociales. Varias periodistas de The Guardian ya comentaron que la victoria del magnate norteamericano ha puesto el foco en la fuerza de esas noticias falsas que, supuestamente, le habrían ayudado a ganar unas elecciones reales.
"Trump no necesitó a la prensa para ganar elecciones" recordaba la periodista Imma Aguilar, pero la posverdad jugaba de su bando, alimentada -o no, como apuntaba David Alandete, director adjunto de El País- por los servicios secretos rusos y lanzando a diestro y siniestro leyendas cuestionables sobre si Hillary Clinton había montado una red de pederastia con sede en una pizzería.
"Trump no necesitó a la prensa para ganar elecciones"
De todo ello se ha hablado en el debate -que ha contado con mayor número de ponentes mujeres que de hombres- organizado por La Plataforma en defensa de la libertad de información (PDLI) sobre el peligro de vestir la mentira de realidad. ¿Cómo influyen estas fake news en los autores implicados (medios, audiencias, tecnologías y estados)? ¿Cuál es el papel de cada uno?
"Los bulos han tocado las cosas de comer", lamentaba la abogada Paloma Llaneza, después de que Lucía González, responsable de Verne, rememoraba cuando en 2005 se lanzó la falsa idea de que las naranjas transmitían el VIH. "Crear información y también desmentir aquella que no es real es la nueva labor del periodista", en esta era 2.0 en la que, según Lucía, "desmentir un bulo es absolutamente más complicado que lanzarlo", y conseguir que triunfe.
Algunas webs han aparecido de forma reciente dedicadas casi en exclusiva a desmontar las informaciones que no son veraces, como Guerra a la mentira, el blog Hechos, la página de Facebook El tragabulos o algunas cuentas de Twitter como Maldito bulo. Las que más proliferan últimamente suelen ser noticias falsas relacionadas con los refugiados que adquieren una rápida difusión gracias a Facebook y su política de desentenderse de los contenidos que ahí se publican.
"Dos tercios de la mitad de la población estadounidense leen noticias y se informan desde Facebook", avisaba Virgina Pérez Alonso, presidenta de la PDLI y adjunta a la directora de Público. Esos bulos suelen ir vinculados a alguna emoción, por ejemplo, el miedo. "A veces nos los creemos porque apoyan nuestras ideas y preferencias", sostiene Lucía, "otras simplemente por no llevar la contraria".
Virginia destacaba que "el derecho a una información veraz está registrado en la Constitución. Mentir y difundir las fake news ataca contra la capacidad de la ciudadanía de crearse sus propias opiniones". La labor del periodista se vuelve clave cuando se expanden con la facilidad de las esporas, aunque la profesión tenga que lidiar con la dictadura de los clicks que dan de comer a la prensa digital. "Es la oportunidad de nuestra vida para hacer periodismo", lanzaba la presidenta.
Un decálogo contra la posverdad
La PDLI ha presentado, como conclusión de la jornada, diez fórmulas para hacer frente a las noticias falsas que "amenazan la libertad de información y la democracia". Entre ellas, implicar a los actores relacionados para detener la difusión, verificar las informaciones e instar al consenso en la definición de lo que debe considerarse bulo y lo que no. "Los medios y los periodistas son responsables de cumplir con sus obligaciones éticas", añaden, y la rectificación de contenidos que sean erróneos debería de ser una práctica necesaria junto a la aplicación de técnicas de fact-checking, la transparencia y por supuesto la honorabilidad. El periodismo de código abierto es, para la plataforma, "uno de los mejores antídotos" contra la moda de las mentiras publicadas.
Liberar el 'código' del periodismo
Ese periodismo que muestra su código como lo hace el software libre ha vivido una paulatina transformación. En los noventa, la comunicación estaba controlada por el periodismo "cerrado e inaccesible" que callaba sobre las prácticas "altermundistas". Nodo50 o Indymedia surgieron como forma de ocupar ese espacio mediático juntando activismo y tecnología. En ese entorno se fraguó la guerrilla de la comunicación a la que se refería otra de las ponentes, la activista digital Margarita Padilla. Ella daba la vuelta a la tortilla para recordar esos otros fakes capaces de "interferir en el discurso dominante y crear, a partir de hechos falsos, acontecimientos verdaderos" como la imagen del Subcomandante Marcos, con todo lo que ha enseñado a los hacktivistas como Margarita el Movimiento zapatista. "No importa lo que hay detrás de la máscara sino lo que simboliza", decían, y les servía para, a través de un personaje falso, poder incluir y referirse a un todo, a un conglomerados de ideas y personas. A un colectivo.
Margarita recordó también ese otro gran fake de la historia televisiva: el Chikilicuatre y su paso por Eurovisión. O aquella campaña del ministro de Cultura, César Antonio Molina, contra las descargas en Internet a la que llamó Si eres legal, eres legal y que casi tuvo menos repercusión que la protesta en redes de los defensores de la cultura libre, creadores de una contracampaña bajo el lema Si eres legal, comparte. Falsos, sí, pero eficaces.
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