MADRID
Actualizado:La realidad siempre supera a la ficción. Y en la violencia de género aún más. Por eso Noelia Colmenarejo, agente de la Policía Municipal de Madrid, muestra la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad de esta pandemia machista que desde el principio de los tiempos acumula demasiado dolor. Y lo ha hecho con Un currículum perfecto, una novela en la que en sus 271 páginas lo único que no es cierto es la identidad de la mujer que bajó a los avernos para años después ver la luz de la paz. A través de Macarena, como así la rebautiza, radiografía lo maquiavélico de la violencia de género "por poderes", y cómo esta devora la vida de una víctima hasta que logra escapar de ella.
Una violencia que, hasta esta agente, acostumbrada a lidiar con el maltrato, le era desconocida. "La descubrí a través de un caso y a partir de ahí me di cuenta de que este tipo de violencia se repetía mucho más de lo que nos podemos imaginar y que utiliza la propia Justicia para persistir en el acoso a la víctima. El maltratador usa la ley de forma torticera con denuncias falsas, buscando resquicios o cualquier medio para que la víctima no solo continúe acosada durante mucho tiempo, sino que también pierda dinero, tiempo y calidad de vida acudiendo a juicios para defenderse de algo que no hizo. Y esto destruye a las mujeres".
Un círculo perverso
"El problema se agranda cuando la familia apoya al maltratador por encima de todo"
Además, en el maltrato por poderes, cual juego macabro, no solo se requiere de un victimario. En muchos casos también cuenta con un entorno cómplice. "A través de esas denuncias y de ese acoso, lo que pretende es dejar claro a la víctima que siempre va a continuar ahí, lo cual ya es bastante difícil. Pero el problema se agranda cuando la familia apoya al maltratador por encima de todo convirtiéndose en un colaborador necesario e incluso en alguna ocasión peor que el mismo maltratador. ¿Y cómo un maltratador va a dejar a la víctima en paz si su propia familia le invita a no hacerlo?".
En el caso de Macarena, la principal protagonista del libro, esta violencia fue ejercida por Aníbal (nombre ficticio) y su familia durante seis años. "Esto hizo que muchas personas dudaron de ella porque muchas veces la gente no entiende el qué le lleva a una mujer a soportar malos tratos, a quitar una denuncia o a actuar de determinadas maneras".
Cuando a ese entorno se le une la lentitud de la Justicia, la cuadratura del círculo está hecha. "Con los plazos tan dilatados y la aplicación errónea en bastantes ocasiones de una ley a la que aún le quedan cosas por matizar y solucionar, la Justicia se convierte, aunque no lo quiera en parte de un acoso cada vez más grande porque el maltratador ve que no hay consecuencias para él", remarca Colmenarejo. "Por lo tanto, la víctima a pesar de haber interpuesto la denuncia y pensar que con ello su vida podía volver a la normalidad, continúa sufriendo malos tratos", añade.
Por si fuera poco, al desgate emocional se une el económico. "En ocasiones pone a las víctimas en una situación más complicada para rehacer su vida ya que tiene que gastar tiempo, dinero y calidad de vida en defenderse de algo que no hizo". Y para rizar el rizo pueden llegar a pasar a ser tratadas como verdugos. "Tanto que pueden verse expuestas a situaciones tan injustas como poder entrar en la cárcel".
"La lentitud e inoperancia de la ley es el escudo perfecto para que esta violencia se perpetúe"
Por eso la policía y escritora reclama más rapidez en los procesos judiciales. "La lentitud e inoperancia de la ley es el escudo perfecto para que esta violencia se perpetúe. Sin esos plazos tan dilatados probablemente la violencia no existiría de la misma manera, ya que se resolverían más rápidamente esas denuncias falsas interpuestas por el maltratador. Al existir estos plazos se pierden pruebas ya que, por ejemplo, los registros de llamadas o determinados datos en el caso de las compañías telefónicas tienen obligación de guardar estos registros un tiempo, pero ¿qué sucede si tarda en resolverse el proceso seis años y no se comienza a investigar hasta por ejemplo cinco años después del suceso? La respuesta es que ya no existen pruebas", recalca.
El principio de la sororidad
La dedicación de esta policía municipal para luchar contra la violencia de género le viene de una madre coraje. "Una mujer de casi 70 años, que, tras toda la vida sometida, por fin se atrevió a denunciar. Tenía dos hijos, uno de ellos con síndrome de Down, que iba a un centro de educación especial. Cada tarde lo traían a casa a las cinco en un autobús. Llevaba separada del marido ya un tiempo, pero este acudía cada día a la llegada del bus y desde lejos la vigilaba. La seguía allá donde fuere y siempre a unos metros, le hacía entender que siempre estaría allí para controlarla. Él no quería hacerse cargo de sus hijos, ni ayudarles, simplemente quería tenerla controlada. Recuerdo que hasta nos estuvo siguiendo a nosotros una vez que fuimos a visitarla con ropa de paisano. Tuvimos que dividirnos y despistarle, ya que no queríamos que supiera que éramos policías, para poder mantener el anonimato y poder seguir ayudando a esta mujer".
Colmenarejo rememora cómo el calvario de aquella mujer se prolongó varios años "en lo que hubo incidentes preocupantes y a pesar de detenerle, informar a los juzgados y saber que si continuaba así podía ir a prisión, jamás paro voluntariamente ni por acción de los juzgados. Esta mujer estuvo sometida, pero gracias a nuestra ayuda y a que siempre estábamos ahí a las cinco para recoger a su hijo, pudo hacer la vida con más tranquilidad y sin miedo. Este hombre paró un día que se rompió una pierna y ya se le complicó con cosas de la edad lo de salir de casa. Se supone que por los antecedentes debía entrar en prisión, pero por su edad y problemas de salud el juez nunca valoró esa ni otra medida, a pesar de que incumplía reiteradamente la orden de alejamiento y que la persona a la que acosaba también era mayor y además tenía un hijo con necesidades especiales. Esta mujer, para mí, era y es una madre coraje, con un corazón enorme y que a pesar de todo y del miedo que sentía, siempre estaba de pie intentando salir adelante con sus hijos".
"Las víctimas, por miedo y por inseguridad, necesitan una mano a la que agarrarse y con la que se sientan a salvo"
Sea como fuere, la agente Colmenarejo remarca que su lucha contra la violencia machista, no la hace ser una excepción a la regla en las Fuerzas de Seguridad. "Hablo de lo que conozco, que es la Policía Municipal de Madrid, pero es extensible a todos los cuerpos. Cada año se programan cursos de todo tipo relacionados con nuestro trabajo donde se incluyen materias relacionadas con la violencia de género, igualdad e incluso cursos en los que nos muestran técnicas para actuar con mujeres que psicológicamente necesitan ayuda y empatía, desde el primer momento en el que interaccionamos con ellas, como en momentos posteriores cuando por ejemplo debemos seguir su orden de alejamiento. Esto es fundamental, ya que las víctimas, por ejemplo, por miedo y por inseguridad, necesitan una mano a la que agarrarse y con la que se sientan a salvo y en muchas ocasiones, nosotros somos esa mano y para ello también nos formamos bastante".
Además, cuenta como en Madrid semestralmente la Policía Municipal sigue "el Plan de Igualdad del Ayuntamiento, para garantizar que todo se adapta a la normativa, desde el lenguaje inclusivo hasta la variable sexo. Son pequeños detalles, pero que hacen que estos temas se normalicen y se vean como una normalidad. A nivel estatal existe el programa VioGén, donde se registran todas las víctimas y agresores y sus antecedentes en relación a esta materia, de ese modo, quienes trabajamos en ello tenemos acceso y podemos llevar un seguimiento más acertado y personalizado para la mujer que tiene una orden de alejamiento o que necesita nuestra ayuda", añade.
El primer paso es denunciar
Y es que como explica esta escritora de uniforme azul el principio del fin de la violencia machista pasa por dar el primer paso que es denunciar. "A partir de la denuncia y de la dificultad del proceso de la violencia de género, todo va a mejor gracias a los profesionales que estamos detrás: policía, servicios sociales, asociaciones, psicólogos, familia, amistades y por supuesto instituciones que quiero pensar que intentan mejorar la ley".
De ahí a hablar de un final feliz, Colmenarejo deja claro que el camino "va mucho más allá de que el caso se resuelva sin que la víctima haya sido juzgada y el maltratador la haya dejado en paz. Ya que también se debe conseguir, que psicológicamente esa mujer vuelva sentirse segura de sí misma, querida, empoderada y darle las herramientas para que realmente su vida vuelva a la normalidad, eso es el auténtico y perfecto final feliz. Y aunque requiere mucho trabajo, existe.
"Es muy importante posicionarse en el lado de la persona que necesita la ayuda"
Un trabajo que se hace más corto y llevadero cuando se cuenta con la alianza del resto de la sociedad. "Es muy importante posicionarse en el lado de la persona que necesita la ayuda. Eso pasa por dejar de pensar cuando oímos gritos o discusiones que estamos metiéndonos donde no nos llaman, por dejar de cuestionar a una víctima o de llegar a pensar que ha denunciado con ánimo de arruinar la vida al hombre. Estos comentarios hacen daño porque se convierten en un miedo añadido, ya que, a la hora de decidir interponer una denuncia, a parte del miedo al agresor, tiene miedo a que no salga el proceso bien, a que la Justicia no la crea, a que la sociedad la juzgue y se la señale como mentirosa", subraya.
Por eso la autora de Un currículum perfecto acaba la entrevista con un mensaje para las víctimas: "Llamadnos porque vamos a estar ahí, no os vamos a soltar la mano. Confiad y denunciad. Hacedlo cuanto antes. Ayudad a la Policía a protegeros, no tengáis miedo, os ayudaremos", finaliza.
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