madrid
¡Es la economía...[verde], estúpido! La máxima que acuñó el asesor demócrata James Carville para la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 y con la que éste forjó su victoria sobre George Bush -padre- sirve para ilustrar el cambio de paradigma en las relaciones económicas que ya se estaba instaurando, en mayor o menor medida, en todas las latitudes del planeta: la revolución verde, los proyectos ecológicos, las inversiones medioambientales y la transición energética está en los planes estratégicos de gobiernos y empresas.
En buena lid, debido, principalmente, a las cada vez más intensas reivindicaciones desde las sociedades civiles para actuar con una urgencia más decidida e inexorable contra la catástrofe climática. En 2019, las energías limpias -la solar, la eólica y otras fuentes de tecnología verde- lograron producir casi las tres cuartas partes de la nueva capacidad de generación eléctrica. En concreto, el 72%. Una proporción récord. Sin parangón en la historia. Con las de origen solar al mando de las operaciones, ya que contabilizó el 55% de ese poder renovable. Los datos de la Agencia Internacional de la Energía Renovable (Irena, según sus siglas en inglés) ofrecen otro argumento que invita al optimismo: las fuentes limpias suministran algo más de la tercera parte de la luz que se consume en el planeta. Otro registro sin precedentes.
El informe de Irena constata que las centrales eléctricas de combustibles fósiles se hayan en retroceso. En Europa y en EEUU. Áreas en las que las desmantelaciones de sus instalaciones o la suspensión de sus actividades han superado a las nuevas construcciones. Pero el número de plantas de gas y carbón aumentó en Asia y África. Y en Oriente Próximo, donde se encuentran la mitad de las reservas de crudo del planeta, sólo el 26% de la nueva capacidad de generación eléctrica procedió de fuentes renovables.
Por primera vez, las plantas de generación eléctrica de fuentes renovables han desplazado a las centrales de combustibles fósiles, en Europa y EEUU, aunque en Asia, Oriente Próximo y África aún se sigue apostando por las fuentes contaminantes
Apuesta inversora por la energía verde
Las inversiones en energía renovables en todo el mundo han alcanzado los 3 billones de dólares a lo largo de la pasada década, admite la agencia, pero los desembolsos de capital previstos para 2030 se duplicarán anualmente. Con la finalidad de combatir la emergencia climática. Una hoja de ruta que podría acelerar el objetivo de neutralidad energética en 2050; es decir, de lograr las emisiones cero netas de CO2 a la atmósfera. Porque casi el 75% de la nueva electricidad que se generó en 2019 era de origen renovable.
Casi el 75% de la nueva electricidad que se generó en 2019 era de origen renovable
"La trayectoria es positiva, aunque aún se requiere una mayor contribución de la energía con el desarrollo sostenible y la mitigación de la polución", dijo Francesco La Camera, director general de Irena durante la presentación del diagnóstico anual. "Y en estos tiempos cambiantes, no debemos olvidar la importancia de construir mecanismos de resistencia en nuestras economías", aclaró en alusión a la Gran Pandemia. En respuesta a la mayor crisis de la historia reciente, "los gobiernos deberían focalizar sus esfuerzos a corto plazo y diferenciar entre el medio y el largo para tratar de acabar con las prolongadas consecuencias de esta recesión y, en todos estos periplos, la apuesta por la energía verde es un valor seguro" y una "garantía" de que el despegue de la actividad tendrá "suficiente potencia y resortes de seguridad" para engendrar un ciclo de negocios sostenible. "Deberían aprovechar la tormenta que se ha desatado en el mercado del petróleo, con el colapso de la demanda propiciada por la covid-19 y la guerra entre Arabia Saudí, Rusia y EEUU por reanimar la cotización del oro negro", explicó La Camera, para quien "la energía renovable es una fuente con un coste efectivo idóneo y más competitivo que, además, insufla a los mercados de energía y a los consumidores de una estabilidad alejada de las fuertes volatilidades que reinan en el negocio petrolífero".
Las palabras del directivo de Irena revela la disputa la carrera competitiva que se libra entre los combustibles fósiles y las fuentes limpias. Con datos de su institución, en 2019, las renovables registraron un ligero descenso de su capacidad de generación de energía, al pasar de los 179 a los 176 gigawatios (GW). Muy por debajo del retroceso de los de origen fósil. Aunque la totalidad de energía verde instalada en el mundo hasta la fecha se elevó en un 7,6%, con Reino Unido acaparando la mayor subida del planeta, con un 6,1%, lo que le convierte en la decimoprimera potencia global en renovables. La solar es, dentro de ellas, la fuente energética estelar. Sobre todo, en Asia, con China, India, Japón, Corea del Sur y Vietnam en el top-five continental. Aunque han elevado su peso en los mix energéticos de EEUU, Australia, España, Alemania y Ucrania. Por su parte, la eólica aporta un 34% de la renovable, a once puntos aún de la térmica. Casi la mita de la cual se genera en China. Otras fuentes de tecnología energética verde -como la hidráulica, la bioenergía, la geotérmica o la marina, que acumula la fuerza de las mareas- siguen en cuotas modestas. Incluso respecto a la geotérmica, en la que apuestan países como Turquía, Indonesia o Kenia.
"La energía renovable es una fuente con un coste efectivo idóneo y más competitivo que, además, insufla a los mercados de energía y a los consumidores de una estabilidad alejada de las fuertes volatilidades que reinan en el negocio petrolífero"
España vuelve al club de las potencias
En España, el sector de energía renovable sumó en 6 GW su capacidad. Impulso que sirvió para arrebatar a Francia un puesto y encaramarse dentro del top-ten mundial. En total, la capacidad instalada alcanzó los 54.592 megawatios (MW). A tiro de piedra de Rusia e Italia, que son las que la anteceden ahora en el ranking global. Por tecnologías, la posición de España también mejora. En la clasificación eólica, ocupa el quinto peldaño, con 25.553 MW y una mejora de 2.148 MW. En la solar, el noveno, con 11.065 MW de capacidad instalada tras aumentar su producción en algo más de 4.000 MW.
La vitalidad de las energías renovables se traduce también en un aminoramiento del precio final de consumo. La solar y eólica terrestre es la fuente más barata en al menos dos terceras partes de la población mundial; muy por debajo del carbón y el gas, considerado también, junto al oro negro, de origen fósil. De hecho, la factura eléctrica de proyectos eólicos ha caído un 9%, hasta los 44 dólares el megawatio hora en la segunda mitad del pasado ejercicio. Mientras que la solar lo hizo en un 4%, hasta los 50 dólares, según Bloomberg NEF, la división de datos y análisis del mercado energético del grupo mediático. Un descenso promedio que resulta más pronunciado en países como EEUU, China o Brasil, que han reducido los costes de equipo e insertado nuevas tecnologías que han logrado elevar sus ratios de generación a menor precio. Estamos ante un momento crucial, en el que la rentabilidad empieza a convencer a las grandes corporaciones de energía sobre la conveniencia de construir plantas energéticas no contaminantes, explica Tifenn Brandily, analista de BNEF: "Los proyectos solares y eólicos presionarán los precios por debajo de los 20 dólares el megawatio hora en 2030" porque ya en la actualidad "hay innovaciones en el plano digital que abaratarían hasta tal punto los costes".
Hace sólo una década, la energía solar exigía un desembolso de 300 dólares por megawatio hora y la eólica terrestre excedía de los 100 dólares, cuando ahora, en EEUU se paga a 37 y en Brasil a 30 dólares. La solar también ha logrado un abaratamiento en las mismas proporciones, de 30 dólares, en China, la gran potencia de esta fuente energética.
"Los proyectos solares y eólicos presionarán los precios por debajo de los 20 dólares el megawatio hora en 2030" porque ya en la actualidad "hay innovaciones en el plano digital que abaratarían hasta tal punto los costes"
Nuevo 'boom' inversor
Esta nueva coyuntura, de repunte productivo por los avances tecnológicos, la apuesta inversora por las renovables y la concepción cada vez más convincente y profunda de las sociedades civiles y las empresas en el combate contra la catástrofe climática ha generado otra oleada de capitales hacia las energías verdes. La primera se fraguó en 2014, a raíz de otro gran desplome del precio del crudo -como el actual, con cotizaciones negativas del barril de crudo en EEUU, y desembocó en los Acuerdos de París. Desde entonces, las renovables han recibido 1,2 billones de dólares al tiempo que se ha asentado el mercado de vehículos eléctricos, con ventas que han superado los 2 millones de coches en todo el mundo en 2019. Las previsiones de Bloomberg NEF anticipan un desembolso de capital de 10 billones hasta 2050.
Los pactos parisinos marcaron un hito cultural en la preservación del medio ambiente, con sus objetivos de reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera más exigentes que los estipulados en anteriores protocolos, y que se apuntalaron con movimientos políticos en la dirección adecuada, desde Alemania hasta India, y la labor social de activistas como Greta Thunberg o el fundador de Tesla, Elon Musk, que pasaron a ser dos de las personalidades con mayor reconocimiento y notoriedad internacional. Factores que están siendo determinantes, junto a la dura crisis económica que deja la covid-19, en el desenlace tan complejo -e incierto para sus intereses- del acuerdo entre Arabia Saudí, Rusia y cada vez menos soterradamente, y EEUU para reactivar el precio del petróleo. Síntoma de que la supremacía del oro negro en los mercados energéticos empieza a tambalearse. O que su impacto geopolítico en estos momentos de caída libre de la actividad global ya no es un imperativo.
"El efecto del precio del crudo sobre el crecimiento económico mundial se ha ido desacoplando desde la década de los ochenta, de forma paulatina, lenta, pero también inexorable", dice Shane Tomlinson, vicepresidente del think-tank medioambiental E3G, para quien, ocurra lo que ocurra con su volatilidad en el futuro inmediato, "no va a modificar el paso de las energías renovables". Porque las renovables -afirma- son una industria mucho más madura que hace cinco años, con menos riesgos inversores y que ha sido capaz de atraer fondos y recursos de capital que han arrinconado proyectos de centrales de energía basadas en combustibles fósiles. En un momento en el que ya se vislumbra con nitidez que la exploración y extracción del crudo empiezan a tener riesgos de inviabilidad económica, tensiones en las rentabilidades de sus multinacionales y cada vez más presiones sobre los activos de firmas de su sector.
"El efecto del precio del crudo sobre el dinamismo del PIB mundial se ha ido desacoplando desde los ochenta, de forma paulatina, lenta, pero inexorable" dicen en el think-tank E3G, donde creen que el barril no cambiará el paso de las renovables
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