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A Eleno de Céspedes, nacido esclavo, de niño lo llamaban Elena, aunque no tardaría en cambiar la a por la o, una decisión que le facilitaría acostarse con mujeres durante una intensa vida a salto de mata. Liberado a los ocho años de su condición de siervo, pues había sido engendrado por una cautiva que tuvo un hijo con su amo en Alhama de Granada, contrajo matrimonio de adolescente con un hombre, entregó el fruto a una pareja sevillana y se separó de su marido. Entonces comenzó su segunda y auténtica libertad.
Sastre y calcetero, se enroló en las tropas cristianas de Felipe II que sofocaron la rebelión morisca de las Alpujarras. Después de residir en varias localidades andaluzas, que pronto abandonaba para no ser perseguido tras mantener relaciones con mujeres, se instaló en la casa de un cirujano que vívía en Madrid, quien le enseñó un oficio que le permitió trabajar en un hospital de la Corte y después en la sierra. Su primer tropiezo con la Justicia, acusado de no poseer el título, lo llevó a examinarse para poder ejercer.
Contrajo matrimonio en la segunda mitad del siglo XVI con María del Caño, pero como era lampiño se las ingenió para que el cura de Yepes no obstaculizara la boda. Ya desposado en segundas nupcias, fue denunciado en otra localidad toledana, Ocaña, por soldados que habían combatido junto a él en Andalucía. Encarcelado, tuvo que comparecer ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, donde alegó en su defensa que era hermafrodita, una argucia para burlar un castigo inevitable.
"Gracias a sus conocimientos en cirugía se había automutilado obturando quirúrgicamente su vagina y colocando un artificio para simular que era varón", escribe Emilio Maganto Pavón en La intervención del Dr. Francisco Díaz en el proceso inquisitorial contra Elena/o de Céspedes, una cirujana transexual condenada por la Inquisición de Toledo en 1587, donde explica que la conclusión del urólogo —quien por petición del vicario de Madrid había certificado que era un hombre— pudo suponer "un gran quebranto de su reputación".
Díaz se vio obligado a retractarse y a acusarlo de hechicería cuando los expertos de la Inquisición determinaron que lo había engañado con sus "malas artes", por lo que Céspedes —como había sido conocido en el campo de batalla— fue sometido al escarnio público. La condena dictaba que debía recibir doscientos azotes, repartidos entre las calles de Ciempozuelos y la plaza toledana de Zocodóver, además de trabajar durante una década en el Hospital Real sin percibir estipendio alguno.
El juicio tuvo una gran repercusión, pues como señala el también urólogo Maganto Pavón "la encausada, vestida con indumentaria masculina y usurpando las prerrogativas del varón, había conseguido fraudulentamente títulos y prebendas vedadas a la mujer, entre ellos la titulación de cirujana". No obstante, la pena impuesta amplió el eco. Meses después, el mayordomo del centro médico tuvo que escribir a los jueces ante el revuelo causado, pues muchos vecinos comenzaron a arremolinarse en el hospital para ser atendidos por Eleno.
"Después de que la susodicha estuvo en él, anda el dicho hospital desasosegado y sus ministros que en él sirven, de manera que es grande el estorbo y el embarazado que ha causado la entrada de la dicha Elena de Céspedes por la mucha gente que acude a verla y a curarse a ella", se quejó el empleado en una carta, según se desprende de las actas del proceso, analizado por Marie-Catherine Barbazza en Un caso de subversión social (Universidad de Perpignan).
La profesora de Literatura considera que la Inquisición buscaba con la pena impuesta "un castigo público y ejemplar que alcance el mayor número posible de personas". Sin embargo, le salió el tiro por la culata, pues Eleno de Céspedes adquirió una gran popularidad en vez de caer en el ostracismo, un ejemplo de lo que hoy llamaríamos efecto Streisand. Los inquisidores ordenaron entonces que fuese reubicado en el hospital de El Puente del Arzobispo, donde según el catedrático Ignacio Ruiz Rodríguez se le perdió la pista.
Considerado por algunos autores como la primera mujer cirujana en la historia de España, fue condenado por delitos de herejía, hechicería y sodomía, el barniz legal para castigarlo por burlar el sistema y desempeñar su oficio. Sin embargo, el autor del artículo publicado en los Archivos Españoles de Urología concluiría en el libro El proceso inquisitorial contra Elena o Eleno de Céspedes. Bibliografía de una cirujana transexual del siglo XVI que el acusado era un transexual, "lo que en parte disculparía el error del urólogo cuatrocientos años después".
Nota del autor
A lo largo de la historia ha habido innumerables mujeres que subvirtieron el rol de género para poder desarrollarse personal, laboral e intelectualmente. Es el caso de Marcela y Elisa, las primeras lesbianas que se casaron por la Iglesia, y de muchas otras que se hicieron pasar por hombres para burlar las prohibiciones machistas de la época: la lista de célebres militares, arqueólogas, médicas, escritoras o botánicas, entre otras muchas profesionales, es ingente.
En ocasiones, su género o su orientación sexual ha sido objeto de debate, como sucedió con Pedro y Muño, protagonistas de una boda gay en 1061, cuya unión también motiva discusiones: ¿fue un matrimonio homosexual o una ceremonia de hermanamiento? Ha pasado un milenio desde entonces y la respuesta difiere en función de las fuentes. Incluso hay casos más recientes con lagunas, como el trágico final de Elisa, desposada en 1901 vestida de hombre y cuyo rastro se pierde en 1940.
La biografía de Elena o Eleno de Céspedes comienza en 1545, fecha de su nacimiento, aunque se desconoce la de su muerte. Su vida también se difumina desde su traslado del Hospital Real de Toledo hasta otro centro médico, donde fue castigada a trabajar sin cobrar. Los interrogantes, como ha sucedido con otros muchos personajes que protagonizaron la historia hace siglos, proliferan y los historiadores en ocasiones ofrecen tesis diversas y hasta contrapuestas. ¿Elena o Eleno de Céspedes era una lesbiana o un transexual?
Si nos atenemos a las fuentes documentales de la época, ¿acaso hermafrodita? La misma pregunta se plantea con Elisa: "¿Era lesbiana, transexual, hermafrodita o, sencillamente, se travistió para burlar al cura y cegar a quienes no veían con buenos ojos que dos chicas se amasen?". Hoy podemos interpretar que Elena o Eleno alegó ante el Tribunal de la Inquisición que era hermafrodita para evitar una condena. Si no lo fuese, esa fue su argucia para defenderse de las acusaciones. ¿Lesbiana, pues, o transexual?
Aurelia Martín Casares y Magdalena Díaz Hérnandez sostienen que su personaje es "tan poliédrico que no destaca solamente por la dualidad sexual, de género o de ocupación". Según las autoras de Nuevas reflexiones sobre "Elena, alias Eleno de Céspedes", transgénero, redes sociales y libertad en la España del siglo XVI, "todos ellos están interrelacionados y construyen su realidad transgenéro, sobre todo gracias a las redes sociales que fue construyendo a lo largo de su vida y que le posibilitaron ascender personal, social y profesionalmente".
En el artículo, Casares y Díaz señalan que "representa las realidades de la comunidad transgénero a partir del conjunto de identidades de género que va asumiendo", o sea, "dentro de Céspedes no existe un hombre o una mujer, sino que todo convive dentro de ella". Su gran valor, añaden en su estudio, fue "haber aprovechado las circunstancias más duras de su vida para conformar su realidad transgénero, viajando de un género a otro —género fluido— cuando las circunstancias externas lo exigían".
También apuntan que el experto en estudios de género Israel Burshatin y otros autores sostienen que "Céspedes siempre se negó a aceptar su naturaleza de mujer y se identificaba como hombre, mientras que la Inquisición insistía en clasificarla como mujer", al tiempo que remiten a las investigaciones del doctor por la Universidad de Columbia: "Burshatin afirma que la transformación social y corpórea de Elena dio un nuevo significado a la noción de hombre hecho a sí mismo. Aunque no podemos olvidar que su forma de relacionarse y sus experiencias íntimas con mujeres fueron configurando parte de lo que actualmente entendemos por lesbianismo".
"No obstante, Céspedes no es la experiencia de un hombre hecho a sí mismo, ni tampoco la actividad o las circunstancias del lesbian-like", prosiguen Casares y Díaz. "Más bien es la suma de ambos, lo que desde el punto de vista del transgenéro Susan Stryker [profesora de la Universidad de Arizona] denomina la movilidad a través de las fronteras socialmente impuestas desde un punto de partida no elegido, más que cualquier destino particular o modo de transición".
"Es decir, una parte de Céspedes se adapta y muta con respecto a las circunstancias exógenas que va viviendo, haciendo visible su género fluido, sobre todo, a partir de los tres encarcelamientos que sufrió. La otra parte de Céspedes, se enfrenta al punto de partida no elegido que es cuando da a luz y tiene lugar el desarrollo de su hermafroditismo y relaciones sexuales con mujeres", añaden las investigadoras, cuyo trabajo puede leerse aquí.
La transexualidad de nuestro o nuestra protagonista también ha sido abordada por otros estudiosos, como Ignacio Ruiz Rodríguez, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. "Lo que hace especial este caso respecto a los cientos de procesos contra homosexuales que hubo en esa época es que, sin duda alguna, fue una transexual que llevó hasta el extremo su deseo de ser hombre", relataba en El País el autor de Elena o Eleno de Céspedes. Un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer, en la España de Felipe II (Dykinson).
En el artículo Un transexual en la España de Felipe II, el periodista Antonio Pita, quien escribe que la posibilidad de que fuese hermafrodita resulta "poco creíble", también le preguntaba al urólogo Emilio Maganto Pavón cómo se autodefiniría hoy Céspedes: "Era un varón atrapado en el cuerpo de una mujer. Tiene claros elementos de transexualidad". Coincidía con Ignacio Ruiz, convencido de que "se trata de un transexual" y de "un personaje frontera, siempre al filo de la navaja".
Los estudios sobre la transexualidad de Elena o Eleno son abundantes, así como los perfiles y reportajes publicados en diferentes publicaciones y revistas. "En la actualidad, Céspedes hubiera sido considerado hombre trans en una época [siglo XVI] en la que solo vestirse de manera diferente a la que marcaban las asesinas normas sexuales y de género ya era delito. A ojos de Iglesia, era una mujer que había sobrepasado absolutamente todas las barreras morales, incluida la ausencia de respeto por el sacramento del matrimonio al darse, según esta, entre dos mujeres", puede leerse en la revista Pikara.
Un artículo de la Real Academia de la Historia lo cita como "cirujano", "transexual" y "nacido en un cuerpo de mujer", según Ruiz Rodriguez, quien firma junto a Alexander Hernández Delgado el libro Elena o Eleno de Céspedes. Un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer, en la España de Felipe II (Dykinson). Quizás las polémicas surgidas en torno a su figura —¿lesbiana o transexual?— puedan avivarse o apaciguarse en la biblioteca o hemeroteca más cercana, aunque, dado que es fin de semana, siempre nos quedará el oráculo de Google.
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