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MADRID.- Los vecinos de un bloque de pisos de Pinto (Madrid) alertaron de los ladridos desesperados de una perrita que durante días no calló hasta que el cansancio, el hambre y la sed pudieron con ella. Y se hizo el silencio. El animal ya no molestó, los vecinos se olvidaron y volvieron a sus vidas. Pero Lula —una perra de 12 kilos — seguía en el edificio.
La protectora animal Perrigatos en Apuros no desatendió el aviso y acudió a rescatarla, sin la ayuda de la policía. Accedieron a la vivienda por el patio de una de las vecinas y lo que se encontraron fue un panorama desolador: Lula llevaba cuatro días sin comida ni bebida y presentaba un cuadro de ansiedad que chocó a los propios miembros de esta asociación sin ánimo de lucro.
Los dueños habían sido desahuciados de la casa y dejaron a la perra a su suerte. El examen veterinario posterior reveló que el animal había sido amordazado con cinta americana. “Lo sorprendente y preocupante es que era una familia a priori normal y corriente”, dice a Sinc Yolanda Ortiz, presidenta de Perrigatos en Apuros.
Para prevenir comportamientos indeseados, y por tanto el abandono y la eutanasia, un estudio propone medicalizar y esterilizar a los animales
A pesar de todo, Lula se recuperó de las secuelas físicas y psicológicas. “Estaba muy falta de cariño y tenía miedo porque probablemente fue golpeada”, añade Ortiz. Después de tres meses de acogida en una familia, ya vive en su nuevo hogar. Pero no todos los animales maltratados y abandonados corren la misma suerte.
Miles de perros y gatos se encuentran a las puertas del cielo a la espera de una nueva familia en España. Sin embargo, es el purgatorio lo que encuentra la mayoría de ellos. Otros más desafortunados, malheridos, viejos o feos, se precipitan directamente al infierno.
Ingredientes para ir a la perrera (y no salir de ella)
Los problemas de conducta motivan gran parte de los abandonos de animales en las perreras. “Algunos están relacionados con el estrés y la ansiedad”, declaraban en la revista Animal Welfare los investigadores del Hospital Clínico Veterinario de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en el primer estudio científico sobre la prevalencia en España de estas complicaciones en perros y gatos.
Según el trabajo, en el que participaron más de 400 veterinarios, los dueños se quejaban de sus perros porque destruían cosas, agredían y orinaban en la casa. En el caso de los gatos, se deshacían de ellos por orinar en el hogar, arañar los muebles, maullar, gruñir o ronronear en exceso.
Pero hay alternativas al abandono y a la eutanasia. Modificar el comportamiento de los perros fue considerado por los investigadores de este estudio el tratamiento más eficaz. Para prevenir y tratar comportamientos indeseados también propusieron medicalizar y esterilizar a los animales. “En gatos, la mejor opción es la castración”, afirmaban.
Perreras municipales, un agujero casi sin salida
De los más de 6.100 perros, gatos y otros animales que llegan a la mayor perrera de Madrid —el Centro de Protección Animal del Barrio de la Fortuna, que pertenece al Ayuntamiento de Madrid–, casi 800 han sido entregados por sus dueños.
La única condición para dejarlos desde este último año en este centro es ponerles de forma obligatoria el microchip y vacunarles de la rabia. En función del centro y del ayuntamiento se cobran también algunas tasas que suelen ser simbólicas. “Pero no se les debería poner las cosas tan fáciles, aunque se corra el riesgo de que luego los abandonen en la calle”, señala Ortiz.
De ellos, un 44% de los perros fueron adoptados en 2013, según la memoria anual de Madrid Salud facilitada a Sinc por la perrera. Pero muchos no son adoptados por particulares sino directamente por las protectoras. “Casi todos los animales que gestionamos —unos 300— proceden de esta perrera. Así evitamos eutanasias. Los demás vienen de la calle”, explica a Marta Gil, presidenta y fundadora de la protectora Adóptalo.com Madrid.
Los animales acogidos en todas las perreras municipales de España —salvo las de Catalunya— son sacrificados a los 10 días de su ingreso si antes no se ha localizado al dueño a través del microchip
Según la legislación sobre protección animal, los animales acogidos en todas las perreras municipales de España —salvo las de Catalunya— son sacrificados a los 10 días de su ingreso si antes no se ha localizado al dueño a través del microchip. En el centro madrileño, uno de cada cuatro perros es sacrificado. En el caso de los gatos, la cifra es muy superior: casi el 80% es eutanasiado —2.511 felinos en 2013, una media de 10 al día—.
“Los gatos que llegan a la perrera tienen tres opciones: morir por algo que ya traían, morir por algo que pillan allí o morir porque los sacrifican”, advierte Elena Herrera, presidenta de la protectora Gestión Felina Madrid. “Sólo si son muy bonitos, mansos y adoptables, y si no bufan, cosa que se da en escasas ocasiones, se los pone en adopción”, añade. En esta perrera, solo le ha ocurrido al 15% de los gatos en el último año.
Sin embargo, a pesar de la ley —que exige que se prevenga de zoonosis, que se vacune de la rabia y que se espere unos días para el sacrificio— y de la presión de los ayuntamientos cuando hay masificación de animales, “la decisión final es del veterinario”, señala Antonio Cortés, veterinario en la clínica Greendog en Pinto, que colabora desde hace varios años con la protectora Perrigatos en Apuros.
Veterinarios altruistas al rescate
Según este profesional, “la ley habilita a sacrificar un perro si no se encuentra a su dueño”, pero “no es obligatorio hacerlo”. “Es un problema de consciencia y responsabilidad”, añade. Cuando Cortés entró a trabajar para llevar la gestión sanitaria de la perrera de Valdemoro (Madrid), sus compañeros habían sacrificado entre 15 y 20 perros del 1 al 20 de enero de 2013. Durante los 15 meses siguientes, no se volvió a sacrificar a ningún otro animal.
Su compromiso —que le costó el puesto— fue tratar a los animales enfermos y buscarles una segunda oportunidad. “Yo no los sacrifico”, dice el veterinario, fiel a sus creencias con el respaldo de la protectora. “El sacrificio debe ser una ayuda a un animal que está sufriendo sin solución para que tenga una muerte digna”, manifiesta.
Desde su clínica veterinaria, Cortés está a disposición de las necesidades de las protectoras para tratar heridas y hacer diagnósticos, y evalúa a todos los animales rescatados, “lleguen en las condiciones en las que lleguen”.
Cada animal sigue un protocolo veterinario muy estricto. “Se les hacen pruebas de las cinco enfermedades más comunes que hay en España, entre las que destacan la leishmaniasis y la filariasis”, afirma Marta Gil, que colabora con veterinarias de la clínica Novaclinic de Boadilla del Monte (Madrid).
En la mayor perrera de Madrid, uno de cada cuatro perros es sacrificado. En el caso de los gatos, la cifra es muy superior: casi el 80%
“Estamos a la expectativa de lo que necesiten”, informa el veterinario, que únicamente cobra a las asociaciones los medicamentos y lo que entra dentro de la producción de la empresa. Ningún veterinario que trabaja con protectoras pide por ello honorarios. Pero “la mayoría de los animales llegan en malas condiciones”, subraya Ortiz.
Controlar infecciones y esterilizar, una prioridad
Enfermedades como la panleucopenia –muy contagiosa y letal– son muy difíciles de controlar. “Necesitan una desinfección muy específica, una detección precoz muy eficaz y aislamiento”, señala el veterinario. Incluso cuando las perreras tienen un protocolo muy riguroso, la panleucopenia y la parvoverosis “reaparecen de forma reiterada”.
Para evitar casos de infección, la perrera madrileña de La Fortuna hizo en 2013 unos 4.309 análisis de enfermedades transmisibles. Aun así, “el control es difícil”, advierte el experto.
Según los profesionales, el aislamiento previo sería esencial. Cortés logró que en la perrera de Valdemoro hubiera una zona para evitar el contagio entre animales. Pero el veterinario “no conoce ninguna perrera bien diseñada para clasificar a los animales que entran como dudosos o sanos tras el análisis”.
Estos centros “no están tan encaminados a proteger de la transmisión de enfermedades hacia las personas como entre animales”, afirma el veterinario. “Se encauzan a cumplir la legislación y ya está”, considera. En su opinión, habría que revisar los protocolos de ingresos de perros y gatos así como rediseñar el tipo de construcción donde se albergan.
Además del control de enfermedades, una solución a largo plazo a la elevada mortandad de las perreras es la esterilización, según las protectoras contactadas. Aunque es más caro que la eutanasia, protectoras y veterinarios apuestan por castrar. Es uno de los grandes esfuerzos económicos que el Centro de protección de Animales de Madrid está realizando en los animales adoptados. En 2013 se esterilizaron 814.
Esta cifra contrasta con la de la protectora Gestión Felina Madrid, que en tan solo ocho meses de vida ha castrado a 548 gatos. “A la larga, todas las perreras podrían ahorrar mucho dinero si esterilizaran en lugar de sacrificar”, dice Elena Herrera. En otros países europeos, la esterilización ha permitido mayor control de las camadas.
Una segunda oportunidad pero no en España
Hay casos, como el de Dilaila, que “te hacen perder la fe en la humanidad”, dice Herrera, de Gestión Felina. Esta gata persa fue encontrada en un barrio de Madrid. Sus dueños la habían abandonado, pero, como llevaba microchip, los miembros de la asociación pudieron localizarlos.
“Ya no la querían y la dejaron en la calle. De vez en cuando le bajaban comida. Antes, el marido la había tirado dos veces desde un noveno piso y como no le pasó nada, decidieron abandonarla”, cuenta la presidenta de esta asociación, que no avisó a la policía para que multara a los propietarios por miedo a que Dilaila acabara en la perrera. La gata, que tiene 10 años, sigue a la espera de una familia.
La gran mayoría de protectoras logran que todos los perros y gatos de los que se hacen cargo encuentren un nuevo hogar, pero en el extranjero. “Un 80% son adoptados en Alemania, Bélgica y Holanda, donde se involucran más”, apunta Marta Gil. En España, “sólo se adoptan entre el 5% y el 6% de los animales”, asegura Gil.
Por ahora, historias como las de Lula y Dilaila se repiten día tras día en nuestro país, donde la mentalidad está cambiando “pero muy poco a poco”, advierte Cortés. Si no fuera por la ardua labor de protectoras, veterinarios y voluntarios, muchas mascotas no hubieran tenido su segunda oportunidad. Pero, como ellos dicen, su trabajo es su vida.
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