madrid
“Comencé a saber lo que suponía el matrimonio infantil cuando vi que a mi amiga, a la que habían casado con 7 años, su marido le había golpeado con una barra de hierro”. Así es como empezó la lucha contra el matrimonio forzado Hadiqa Bashir, una activista de Pakistán. El relato que hace de su amiga es solo uno de los 650 millones que existen, pues esa es la cifra de mujeres en todo el mundo que fueron casadas cuando eran niñas, según UNICEF.
Este es el séptimo año que el 11 de octubre se celebra el Día Internacional de las Niñas. Una resolución de las Naciones Unidas así lo constataba, en donde un epígrafe de la misma estaba dedicado únicamente a tratar el matrimonio infantil en el mundo. Aunando fuerzas se han puesto a trabajar en común para erradicar esta lacra expertos de derechos humanos, desde Amnistía Internacional, personas con amplia trayectoria en cooperación, desde Mundo Cooperante, profesionales especializados en la infancia, como Save the Children, y activistas centrados en la educación, de la ONG Entreculturas.
Eva Suárez Llanos, directora adjunta de Amnistía Internacional, defiende que “hablar del matrimonio infantil, temprano y forzado es hablar de vulneración de derechos humanos”. Con este preludio, Andrés Conde, director general de Save the Children, añade que “el factor común en el matrimonio infantil es la discriminación de género”. Del mismo modo, incide pausadamente en la extrema pobreza de los países en los que más se da este hecho: “Si casas a tu hija cuando es una niña, por un lado recibes dinero y por el otro te ahorras todo lo que ella gastaría”, relata Conde al referirse que existen razones de índole económico que empujan a las familias a dar a las niñas.
Tradición y honor como fundamentos
Del mismo modo, el director general de esta ONG orientada a la infancia, también menciona que algunas normas sociales, culturales y religiosas legitiman el matrimonio infantil porque es algo positivo según su concepción y, denuncia, que algunas sociedades vean como una imposición de una agenda occidental la lucha contra este tipo de uniones. A ello se suman las cuestiones de honor, donde muchas veces “si una niña se queda embarazada, independientemente de si ha sido consentido o ha sufrido una violación, la familia de ella busca al agresor y le obligan a que se case con la niña”, según alarma Conde, para no perder estatus en el clan y así ocultar el sexo extramatrimonial y el embarazo.
Además, existen otras causas apuntadas en el informe No quiero que han preparado las cuatro ONG ya mencionadas. Entre ellas se encuentran “motivos culturales cuyo único argumento para casarse es que 'siempre se ha hecho así', las crisis y emergencias humanitarias durante las cuales los padres consideran que el matrimonio de su hija es una forma de protegerlas de la violencia sexual o la crisis de personas refugiadas que está acarreando una incidencia negativa en la economía de las familias pobres que casando a su hija se evitan algunos gastos e incluso cobran por ello”, tal y como señala el documento.
Cada cifra es una vida
Los testimonios son clave para sensibilizar a sociedades como la española de algo que “culturalmente no entendemos”, según afirma Conde a Público. En este sentido, el relato de Kadiatu Massaquoi, natural de Sierra Leona, es asolador. “Antes de tener a mis hijos yo era una niña que iba a al colegio y que tenía a una madre y un padre. Cuando me quedé huérfana a los 14 años —continúa esta víctima de matrimonio infantil— tuve que dejar la escuela para ayudar a cuidar en casa a mis otros siete hermanos”. Poco tiempo después se quedó embarazada, y como los miembros de su comunidad veían mal que en ese estado siguiera yendo a la escuela, su madre le dijo que tendría que casarse. En un momento de emoción, Massaquoi dice una frase tan sencilla como demoledora: “Yo quería ir al cole pero era imposible”.
Más tarde, esta sierraleonesa se enteró de la existencia del proyecto Derecho a ser una niña. Cuando acudió dos mujeres le preguntaron qué quería dentro de un espacio seguro creado con este propósito, a lo que la adolescente les contestó que primero una formación profesional para trabajar sin olvidar que lo deseado era volver a la escuela. Al poco tiempo empezaron a trabajar en “una red de apoyo mutuo en la que vamos casa por casa hablando con las niñas e intentándolas concienciar sobre lo negativo que es el matrimonio infantil”, en las propias palabras de la víctima.
“Una de las creencias de mi comunidad es que en cuanto el cuerpo de una niña se empieza a manifestar ya es apta para casarse”, relata Massaquoi. Por esta razón, desde ese grupo de apoyo mutuo también dialogan con todos los familiares que conviven con la niña, “para decirles que si sus hijas se casan siendo menores jamás tendrán poder de decisión en sus vidas”.
La mayoría no pueden evitar el matrimonio forzado
Hadiqa Bashir tiene 17 años y actualmente es una activista por los derechos de las niñas en Pakistán. Esta joven relata que la primera experiencia que tuvo en relación a los matrimonios forzosos fue debido a que obligaron a casarse a una amiga suya de la infancia con un señor mayor que la pegaba, como recoge el inicio de este artículo. “A los once años esa propuesta me llegó a mí. Mis padres no tenían inconveniente en que me casara con un taxista de 35 años”, recuerda Bashir.
Gracias a un tío suyo empezó a informarse sobre la ley que prohíbe este tipo de uniones en su país y otros textos como los derechos humanos. La pakistaní, empoderada, les dijo a sus padres que si la obligaban a casarse llevaría el caso a los tribunales.
Bashir: "Mis padres no tenían inconveniente en que me casara con un taxista de 35 años"
La activista sonríe humildemente cuando relata que su familia se dio cuenta de lo que un matrimonio a los 11 años significaría para ella y empezó a luchar por los derechos de las demás niñas: “Iba puerta por puerta hablando con todo el mundo que podía para hacerles ver lo negativo de la situación. De hecho, un día llamé a mi amiga de la infancia y ahora también hace lo mismo que yo”, reconoce Bashir.
Los éxitos, teniendo en cuenta que la acción de esta activista se concentra únicamente en su propia comunidad, son satisfactorios: “Unas 50 niñas han vuelto al colegio y hemos ayudado en los tribunales a otras 25”, concluye la joven pakistaní.
Los números reflejan la globalidad del problema
Los números esconden la historia y particularidad de cada caso pero evidencian la profundidad del asunto. Según el Fondo de Población de la ONU, cada día 34.500 niñas contraen matrimonio antes de cumplir los 18 años, o lo que es lo mismo: cada minuto hay 23 niñas en el mundo que son obligadas a casarse.
Los cálculos de UNICEF confirman que cada año 12 millones de niñas contraen matrimonio con un varón mayor y que actualmente hay 650 millones de mujeres a nivel mundial que fueron casadas cuando eran niñas. Si se desgrana este dato por zonas territoriales, destaca África Subsahariana (4 de cada 10 mujeres jóvenes se casaron antes de los 18 años). Le sigue el Sur de Asia (3 de cada 10 mujeres), América Latina y el Caribe (el 23% con datos de 2017), Oriente Medio y África del Norte (17%) y Europa Oriental y Asia Central (11%).
Si estas cifras se focalizan desde un prisma estatal, los países en lo que más mujeres de 20 a 24 años se casaron por primera vez antes de los 15 son Chad (30%), República Centroafricana (29%) y Níger (28%). Si se aumenta la edad hasta los 18 años, tan solo varía el orden de los países, pero no éstos. Níger es el primero (76%), la República Centroafricana (68%) el segundo y, por último, Chad (67%).
El trabajo de estas ONG sobre el terreno ha evitado 25 millones de matrimonios infantiles en el mundo, pero las organizaciones alertan. Así se pronunciaba Albán del Pino, director técnico de Mundo Cooperante: “El número de afectadas podría aumentar de 650 a 800 millones de mujeres en esta situación en 2030 si la comunidad internacional no reacciona a tiempo”. Él mismo comenta a Público que el esfuerzo no solo se debe centrar en medidas legislativas, sino que “debe ser integral, sobre todo ayudas a las familias y en la educación. Al fin y al cabo, —continúa Del Pino— las prioridades son la protección y educación de las niñas”.
En la misma sintonía se pronuncia su compañero Daniel Villanueva, el vicepresidente ejecutivo de Entreculturas, al decir que la estrategia es educativa, ya que, en sus propios términos, “hay muchos marcos legales establecidos pero apenas se conocen”, recogiendo así una denuncia que Bashir ya había formulado con anterioridad cuando afirmó que en su comunidad el 67% de las personas desconocen la ley al respecto.
Del Pino, cuestionado por parte de Público sobre qué le diría al ciudadano que desde España quiere empezar a sensibilizarse con la causa, responde que “cuando oiga hablar de matrimonio infantil no piense en algo que carece de una connotación negativa porque es una forma de violencia y de controlar el futuro y anular la vida de muchas niñas que son empleadas como un objeto de intercambio y que sufren y padecen una situación sobre la que no pueden decidir”.
Villanueva también remite a la sociedad española y su nivel de sensibilización. “La principal necesidad es que la gente comprenda esta situación y entender la dimensión de violencia de género e intrafamiliar que está detrás de estas prácticas; ya que el matrimonio infantil forzoso tiene un vínculo con la desigualdad entre hombres y mujeres que no debemos ignorar”, sentencia el integrante de Entreculturas.
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