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Tortura: “Todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener información o una confesión (...) cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas”.
Así de tajante es la Convención de 1984 que la define. En cambio, la realidad es bien distinta y en varios países del mundo, en mayor o menor medida, se siguen aplicando torturas a personas presas y detenidas.
A veces se habla en estos términos como situaciones muy antiguas, de plena Inquisición, cuando poco distan las torturas que en pleno siglo XXI se ejecutan desde el silencio y la ocultación. Todo para conseguir un testimonio o una confirmación que, en la gran mayoría de las ocasiones, resulta falso, coaccionado por el dolor. Algunas personas mueren por las consecuencias de la tortura. Otras, las que sobreviven, son las únicas capaces de denunciar lo que han vivido y padecido. De aproximarnos al dolor y a las consecuencias terribles en sus vidas. Y muchas de ellas resultando inocentes.
Los actos de tortura y malos tratos son considerados crímenes de derecho internacional
Los actos de tortura y malos tratos son considerados crímenes de derecho internacional. Están prohibidos desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como indica Amnistía Internacional. Aunque solo 156 países han firmado la Convención contra la Tortura de Naciones Unidas, es vinculante incluso para quienes no se hayan unido. En 2008 el Comité contra la Tortura de la ONU declaró que se deben condenar estos métodos más allá de los realizados por la función pública. También lo es la más privada como la violación, la violencia doméstica, la mutilación genital femenina y el tráfico de personas. Repasamos algunos de estos métodos de tortura que, a día de hoy, continúan en diversos países.
Submarino (waterboarding) o ahogamiento
El submarino húmedo consiste en hundir y presionar la cabeza de una persona en agua, la mayoría de las veces sucia, o en orina. Otra opción de waterboarding es cuando la persona es puesta sobre una tabla algo inclinada, sobre la que se elevan los pies. Las extremidades se inmovilizan. Se pone un paño sobre la cara de la persona detenida, sobre todo tapando boca y nariz a la vez. Sobre ese paño se vierte agua de forma continua para que la tela empape, impidiendo la entrada de aire por las fosas nasales. Suele durar hasta unos 40 minutos hasta que se repite el proceso.
En 2016, Trump manifestó que el waterboarding era un método que le gustaba mucho y que no cree que sea "suficientemente duro”
Angustia, pánico, temor, pérdida de sentido, secuelas psicológicas, dolor extremo, daño pulmonar y daño cerebral por falta de oxígeno son consecuencias de este método, si no se produce directamente el ahogamiento. Se aplicó en los interrogatorios de Guantánamo por parte de la CIA. En 2016, Trump manifestó que era un método que le gustaba mucho y afirmó que “no creo que sea suficientemente duro”.
El submarino seco es cuando se coloca sobre la cabeza de la persona detenida una bolsa de plástico, que impida la entrada de aire. En los dos casos, se pretende crear angustia y llegar a un punto cercano a la asfixia, para forzar el testimonio o terminar ahogándolos. Provoca en los torturados vómitos, convulsiones y puede derivar en situaciones de histeria. Fue uno de los métodos de tortura utilizados por la CIA contra presuntos terroristas en Guantánamo y detallados en un informe de la Comisión de Inteligencia del Senado de Estados Unidos. También se usó en la invasión de Irak, en Villa Grimaldi durante la dictadura de Pinochet, o la dictadura de Argentina.
Alimentación forzada
La imagen de las sufragistas detenidas a las que se alimentaba de forma forzosa como tortura, continúa. Este método se ha usado para alimentar a presos y presas que estaban en huelga de hambre.
Les introducen un tubo por la nariz que va directo al estómago para suministrar un alimento líquido, a veces mezclado con medicamentos o laxantes
En la alimentación forzada se sitúa a la persona detenida en una silla especial para poder inmovilizar sus brazos y piernas. Después les introducen un tubo por la nariz que va directo al estómago, a través del cual se le suministra un alimento líquido, a veces mezclado con medicamentos o laxantes. Suele durar unas dos horas, hasta que se aseguran de que el alimento ha llegado al estómago. Después, retiran a la persona de la silla y la llevan a una celda “seca”, sin agua, donde vigilan que el preso no vomite lo ingerido o volverían a forzarle la alimentación por dos horas más. El proceso, siempre realizado de forma forzada, causa lesiones permanentes en nariz y estómago, además de vómitos y debilidad. En la alimentación rectal se introducía comida líquida también a través del recto, provocando antes su inmovilización. Estos actos se han aplicado bajo el gobierno de Bush en Irak y en Guantánamo, además de Israel, entre otros.
Privación del sueño
Se impide, bajo control estricto y de todas las formas posibles, que la persona no pueda dormir y, por lo tanto, descansar. Una forma de tortura de presión que produce delirios, conmoción, ansiedad, agotamiento, pérdidas sensoriales y de orientación, lapsus de memoria, alucinaciones, irritabilidad y agotamiento extremos.
Pueden llegar a alcanzarse las 180 horas, en las que se les obliga a permanecer de pie
El fin es siempre reducir la resistencia psicológica del reo para que, cuando vuelva a declarar su capacidad de juicio, no sea plena. Pueden llegar a alcanzarse las 180 horas, en las que se les obliga a permanecer de pie. A la larga, de ser una práctica reiterada, se produce una debilidad del sistema inmunológico que tiene consecuencias directas sobre los órganos de los detenidos.
Valen todo tipo de recursos para conseguirlo y que multiplican la tortura, como golpes, gritos, atarlos con las manos en la cabeza, atados al techo, poner música alta, sonidos molestos o luces brillantes para provocar dolor y desorientación. Entre 1982 y 2010 fue una práctica en las cárceles españolas y vascas contra personas detenidas por pertenecer a organizaciones de la izquierda abertzale. Es práctica habitual en otros países como Arabia Saudí o China, siendo también usada por Estados Unidos en Guantánamo.
Violencia sexual
Es reconocida como tortura al usar, la mayoría de las ocasiones, el cuerpo de la mujer como arma de guerra en situaciones de conflicto. Los casos de violaciones sistemáticas en Ruanda, Balcanes, Colombia, Congo, México o Haití son algunos ejemplos. Antes se registraron y documentaron estos casos en las dictaduras de España bajo el franquismo, en Argentina con Videla y en Chile con Pinochet. Las mujeres eran sometidas a vejaciones continuas, desnudos forzados, violaciones en los interrogatorios o les introducían objetos por la vagina para causarles dolor. De hecho, la organización en defensa de los derechos de la mujer, Women’s Link, interpuso una querella para solicitar la investigación de los crímenes de género cometidos durante el franquismo, como paso "fundamental" para exigir el fin de la impunidad de los asesinatos perpetrados durante la Dictadura.
El pasado 2017 murió Manjula Shetye, reclusa de la cárcel de Byculla, en Bombay, al parecer tras haber sido golpeada y agredida sexualmente por personal penitenciario
Se registra como tortura no solo la violación sino otras situaciones en las que se ataca de forma directa la dignidad de las detenidas, provocando humillación y libertad sexual. El pasado agosto de 2017 murió Manjula Shetye, reclusa de la cárcel de Byculla, en Bombay, al parecer tras haber sido golpeada y agredida sexualmente por personal penitenciario, por haberse quejado de la comida de la cárcel. Un equipo de parlamentarios que visitó la prisión de Byculla afirmó que las palizas a las reclusas eran práctica habitual.
Junto a la violación se contemplan otros métodos considerados delitos y torturas como la esterilización forzada (uno de los casos más recientes en tribunales son las mujeres indígenas de Perú), la negación del acceso al aborto legal y seguro y la mutilación genital femenina. El Comité contra la Tortura de la ONU ha exigido a los Estados que tomen las medidas necesarias para erradicarla. También se aplican descargas eléctricas o se realizan quemaduras sobre los genitales, como las sufridas por refugiados eritreos en Sudán y Egipto, según otro informe de Human Rights Watch.
De manera reciente, en Egipto, las autoridades detuvieron y enjuiciaron a personas por su orientación sexual tras la exhibición en septiembre de la bandera arco iris en El Cairo, en un concierto de Mashrou’ Leila, grupo libanés al que se había prohibido actuar en Jordania poco tiempo antes. Según Amnistía Internacional, las fuerzas de seguridad detuvieron al menos a 76 personas y las sometieron a exámenes anales, práctica que constituye también una forma de tortura.
Posturas físicas
Lo hemos visto mencionado junto a otros métodos de tortura. Es una de las prácticas más registradas en los países que violan la protección de sus presos. Es uno de los componentes fundamentales para ocasionarles adormecimiento de miembros, cansancio, fatiga muscular, malestar físico o dolor extremo. Las posturas forzadas pueden ir de ser atados de pies y manos al suelo, permaneciendo en cuclillas durante horas, a ser colgados desde un techo con las extremidades atadas. Son algunas posiciones que tuvieron que adoptar los presos de Guantánamo o en Irak, y en un informe se detalla que tres presos entrevistados se vieron obligados a orinar y defecar sobre sí mismos en estas condiciones. A otros les colocaban un pañal para negarles el acceso al baño. También en Israel a presos palestinos.
Otras posturas en tensión, como el llamado "pollo asado" o colgarlos por las muñecas y las rodillas de una barra de hierro
Amnistía Internacional relata en un informe sobre Marruecos otras posturas en tensión, como el llamado "pollo asado" o colgarlos por las muñecas y las rodillas de una barra de hierro. “Me ataron las manos detrás de la espalda y empezaron a golpearme en las espinillas con un palo grande mientras permanecía tumbado en el suelo. Uno de los agentes me levantaba la barbilla con la punta del zapato cuando quería hablar conmigo”, relataba Walid El Ouazzani, estudiante de filosofía que denunció que la policía de Fez lo había torturado bajo custodia en abril de 2014.
“Varios países como Irán y Arabia saudí siguen utilizando el castigo corporal judicial. Entre sus formas más habituales se encuentran la flagelación y la amputación. La amputación es uno de los métodos ideados para mutilar de forma permanente, pero todos los castigos corporales pueden causar lesiones duraderas o permanentes”, explica Philip Luther, de Amnistía Internacional.
También se ha mantenido el strappado, por la que Turquía fue condenada, donde la persona detenida es suspendida con las manos atadas a la espalda, y se alza poco a poco. Así se produce la dislocación de los brazos y se dificultad la respiración. A veces se acompaña de abusos sexuales, descargas eléctricas o agua a alta presión.
Confinamiento, plástico, duchas heladas y walling
Las palizas son el primer golpe que reciben. A partir de ahí, se usa de todo. “Palos, culatas de armas, látigos improvisados, tuberías de hierro y porras eléctricas aturdidoras son habituales. Las víctimas pueden sufrir hematomas, hemorragias internas, fractura de huesos, pérdida de dientes, rotura de órganos y, en ocasiones, la muerte”, explica Luther, de Amnistía Internacional.
El confinamiento tiene varias manifestaciones que se marcan por el más absoluto aislamiento del preso en celdas pequeñas, sin agua, sin luz, sin contacto alguno con ninguna personas, como en Irán. Otra forma extrema aplicada fue en Guantánamo, introduciendo al preso en un ataúd durante más de una semana mientras se realizaba el interrogatorio. Otras prácticas incluyen apagar cigarrillos sobre su piel, como le ocurrió en Kazajistán a Aleksei Ushenin en 2001, acusado de robo. Los agentes de policía le metieron la cabeza en una bolsa de plástico hasta que perdió el conocimiento, le apagaron cigarrillos en el cuerpo y le introdujeron repetidamente una porra de goma por el ano, según recoge Amnistía Internacional. “A otras víctimas incluso las han apuñalado mientras estaban bajo custodia, y se han recibido informes de presos a los que han obligado a beber su propia orina, agua sucia y productos químicos”, describe Luther.
También desnudaban a presos a los que envolvían en cintas de plástico que echaban a rodar, o incluso antes les aplicaban duchas de agua helada para envolverlos en el plástico y prolongar más tiempo la sensación de frío. El walling o la "técnica de la pared" consiste tirar de la persona y luego lanzarla contra un muro, de forma que los golpes del impacto causen desorientación y aturdimiento.
Presión psicológica y condiciones
El aislamiento del mundo exterior y las extremas condiciones del interrogatorio y del encarcelamiento tienen el fin de presionar psicológicamente y debilitar a la persona detenida. Es la técnica básica y es una de las denuncias más señaladas por informes de B'Tselem y HaMoked, que en Israel controlan la situaciones de los derechos humanos de la población palestina detenida. Entre las condiciones pésimas, que se señalaban en el confinamiento, se suman otras estrategias como exposición a temperaturas extremas de frío y calor, y falta de higiene en la celda. Se les priva de aseo y de comida de calidad con el fin de que pierdan peso. En los interrogatorios, junto a las amenazas recibidas, se dirigen otras a sus familiares.
“Pese a que muchas técnicas pueden no dejar cicatrices físicas, todos los métodos pueden tener consecuencias devastadoras y a largo plazo. Entre los síntomas psicológicos habituales se encuentran los siguientes: trastornos de ansiedad; depresión; irritabilidad; vergüenza y humillación; problemas de memoria; poca capacidad de concentración; jaquecas; alteraciones del sueño y pesadillas; inestabilidad emocional; problemas sexuales; amnesia; automutilación; pensamientos suicidas; y aislamiento social”, concluye Luther.
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