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Denuncias de acoso sexual y humillación a mujeres en colegios mayores de Madrid

Hace unas semanas, unos impactantes cánticos machistas de unos hombres a mujeres de otra residencia se hicieron virales. 'Público' ha recabado denuncias, por parte de alumnas, colegiales y excolegiales, de acoso sexual, abuso, persecuciones, intimidación y toda una serie de problemáticas que suceden tras las paredes de colegios mayores.

Una pintada de “El machismo no es tradición” frente al Colegio Mayor Mendel, en Madrid.
Una pintada de “El machismo no es tradición” frente al Colegio Mayor Mendel, en Madrid. Ana Rojas

Es lunes por la mañana y Ciudad Universitaria amanece con su habitual gris otoñal. Desde la estación de metro de Vicente Aleixandre, estudiantes atraviesan el paseo de Juan XXIII que conduce hasta la zona residencial. El silencio se extiende hasta el callejón que separa el Colegio Mayor Elías Ahúja del Santa Mónica (ambos adscritos a la Universidad Complutense de Madrid, en adelante UCM). Ni siquiera parece que hace semanas unos impactantes cánticos machistas dinamitaran el hermetismo que se respira, convirtiéndose en cuestión nacional. Una situación que, de hecho, volvió a repetirse hace unos días en un partido de rugby en el campus de la universidad.

Después del suceso, viral en redes sociales, las afectadas defendieron las actuaciones, entendidas como tradicionales en estos centros. Algo que, más que tranquilizador, resulta tan desconcertante como alarmante. Y también suscita más dudas de las que resuelven con esta afirmación: si los gritos machistas son algo frecuente, ¿qué más lo es? ¿Cómo es el día a día en un entorno donde los insultos y amenazas parecen resultar algo cotidiano y aceptado?

Público ha recabado denuncias, por parte de alumnas, colegiales, excolegiales y expertas, de acoso sexual, abuso, persecuciones, intimidación y toda una serie de problemáticas que suceden tras las paredes de colegios mayores.

Desfase, violencia y acoso sexual: la pesadilla de muchos

No es un secreto que la fiesta y el desfase son conceptos ampliamente ligados a la vida universitaria. Aún así, en el caso de los entornos colegiales, esto parece ir más allá: los espacios de ocio centrados en el consumo de alcohol y la hipersexualización se insertan en cada resquicio de la vida cotidiana, acrecentados por las ya más que populares novatadas.

Unos retos que afectan de forma diferente a las chicas. Algunas excolegialas entrevistadas por Público aseguran haber vivido o presenciado situaciones de abuso, incluyendo acoso sexual en diferentes formas; desde la incomodidad e insistencia a la agresión. Situaciones que se magnifican durante las novatadas, pero también en las fiestas en las residencias.

Carla: "Íbamos al Jaime y las novatadas para los tíos eran rollo ve ahí y soba a esa tía. O se tumbaban en el suelo y teníamos que rodar sobre ellos; entonces te sobaban entera"

"Íbamos al Jaime [en referencia al parque Jaime del Amo, situado en la zona residencial de Ciudad Universitaria y cercano a muchos colegios mayores] y las novatadas para los tíos eran rollo ve ahí y soba a esa tía. O se tumbaban en el suelo y teníamos que rodar sobre ellos; entonces te sobaban entera", cuenta Carla (pseudónimo para proteger su identidad), excolegial del C. M. U. Roncalli (adscrito a la UCM), que indica que estos tocamientos eran de tipo sexual. "Si no lo hacías, te marginaban o se metían mucho más contigo. Te sentías una puta mierda".

"Ninguna nos lo estábamos pasando bien. Más que divertido, me parecía violento y además estábamos todas avergonzadas de que nos estuvieran tocando. Yo salí con los leggins desgastados y el pelo fatal, era como que nos dejaban hechas una mierda. Todo super violento", explica Alicia (pseudónimo para proteger su identidad, compañera de Carla y también colegial del Roncalli). Explica que el papel de las veteranas -estudiantes que forman parte de un tercer curso o superior- era especialmente duro para ellas y otras nuevas colegialas.

"Nos llamaban promiscuas por tener amigos hombres, como tendría cualquier persona normal. Nos hacían sentir unas guarras si no hacíamos lo que nos decían; y si lo hacíamos, también", rememora, señalando que algunos de los "retos" implicaban hacer bailes sexuales frente a los veteranos.

"El acoso sexual en las novatadas trascendía hasta lo físico", denuncia Elena (pseudónimo para proteger su identidad), excolegial del C.M. Diego de Covarrubias (perteneciente a la UCM), que asegura tener conocimiento de situaciones de acoso y agresión sexual en su centro al haber presenciado algunas de ellas, mientras que otras se las han contado compañeras. Recuerda varias, sobre todo en ambientes festivos, donde cuenta que un chico se bajó los pantalones en una fiesta e hizo un amago de penetración no consentida. "Luego todo esto se contó como algo super gracioso y no hubo ningún tipo de preocupación al respecto", explica.

Alicia: "Nos hacían sentir unas guarras si no hacíamos lo que nos decían; y si lo hacíamos, también"

"En otra fiesta, un colegial intentó agredir sexualmente a una compañera y después hubo mucha complicidad para encubrirlo por parte de la dirección, colegiales veteranos y también de los nuevos. Se hace mucha apelación al compañerismo, a la fidelidad y a la lealtad a la residencia. Es muy agobiante", agrega.

En este sentido, lo que más le llamó la atención era la impunidad alrededor de las mismas, además de las relaciones que mantenían los veteranos con alumnas aún menores de edad. "Fue lo que más me sorprendió, que se defendieran los unos a los otros sabiendo lo que habían hecho. Al principio me sorprendía, pero luego no. Es como un ambiente de protección de unos a otros, entre hombres, es horrible". En esta línea, las canciones colegiales, especialmente en los centros masculinos, integran referencias de violaciones.

Entrada al Colegio Mayor Elías Ahúja, en Madrid.
Entrada al Colegio Mayor Elías Ahúja, en Madrid. Ana Rojas

Ángela Ruiz es exalumna del Colegio Santa Mónica, el mismo del que formaban parte los hombres a las que se dirigían los gritos del Ahúja. "Los colegios masculinos siempre tenían este tipo de cánticos horribles que, además, por desgracia, normalizamos", expone Ruiz.

Ruiz explica, además, que las situaciones de incomodidad trascendían más allá de esos momentos: "Las chicas que tenían su habitación mirando a colegios masculinos [los balcones del Santa Mónica se sitúan frente al Elías Ahúja], no podían hacer uso de su habitación de manera normal. Tú no podías olvidarte de cerrar la cortina al salir de la ducha porque te veían en toalla y te podían gritar. Ni, por supuesto, estar con tus compañeras tomando el sol en tu habitación porque te iban a gritar cualquier cosa. Eso era diario y evidentemente te afecta".

Elena: "En una fiesta, un colegial intentó agredir sexualmente a una compañera y después hubo mucha complicidad para encubrirlo por parte de la dirección, colegiales veteranos y también de los nuevos"

La excolegial del Santa Mónica también describe una situación que fue más allá de las canciones desde fuera del centro, cuando otros colegiales irrumpieron de noche en el mismo, chillando "Mónica, putas" por los pasillos: "Entraron a las habitaciones gritando un poco de todo y entiendo que después se hablaría con las otras residencias porque fue un acto que afectó a la misma directora que estaba en una de las plantas de arriba... Pero, más allá de eso, nunca dijimos nada".

"Quizá no le dábamos mucha importancia, pero sí que había canciones llamando guarras a otras colegialas. Había también muchos juegos destinados a ligar con otros niños de colegios mayores. En muchas situaciones me sentía muy incómoda. Era como: Ve y líate con ese chico o bésale el pecho. Muchas nos sentíamos incómodas pero no se comentaba abiertamente a pesar de que los juegos fueran asquerosos", cuenta Teresa (pseudónimo para proteger su identidad), exalumna de la residencia femenina María Inmaculada.

La exalumna indica que estas situaciones transcurrían fuera de la residencia. "De manera personal sí me he sentido un poco presionada por algún chico para salir, también en fiestas. El típico venga, vámonos juntos. Sí que he sentido esa presión y sé que alguna de mis amigas también", recuerda.

"Yo he sido testigo y es algo que pasaba habitualmente. Sí, es triste, pero pasaba. Sobre todo si le das unas cantidades de alcohol tan estúpidas como las que se dan en las novatadas. Y si la dinámica que tienes es la de ir tocando culos y follarte a todo lo que se mueva, lo difícil es que no se dieran situaciones de ese estilo", cuenta Miguel Ramón -que estuvo en el Colegio Mayor Mendel (UCM) antes de ser designado decano colegial para intentar cambiar las cosas en 2018- sobre la recurrencia del acoso sexual en estos centros.

Por su parte, Víctor, excolegial del C. M. U. Ximénez de Cisneros (perteneciente a la UCM), también habla sobre aquellos retos que se dirigían específicamente hacia las colegiales: "Se nos instaba a recitar un poema abrazados a las piernas de la mujer que nos tocase para luego acompañarla a su habitación y tener que volver con sus bragas, con la amenaza de que si no lo hacíamos, dormiríamos en el pasillo".

"Las novatadas siguen siendo para mí una de las experiencias de mayor sometimiento y humillación que he sufrido. Gritos, descalificaciones, impotencia, ninguneo... Chavales de 22 y 23 años humillando a otros de 17 o 18 y disfrutando de su cuota de poder", agrega el exalumno del Ximénez de Cisneros. Relata cómo su rutina diaria estaba totalmente subordinada a los veteranos incluso en lo que respectaba a poder comer y dormir. "Las actividades más comunes eran los botellones o las salidas a discotecas, independientemente de que fuésemos mayores de edad o no. Yo no lo era y se me facilitó el acceso a una discoteca con el DNI de otra persona".

Una situación similar en la que se llegó a encontrar Miguel en su colegio. Hasta entonces ha presenciado numerosas escenas degradantes: desde chupar los pies sucios de veteranos, hasta comer tierra, duchas frías, palizas, golpes, comas etílicos e incluso pruebas con riesgos fatales. "Acababas tragando y tragando porque sabías que eso te iba a hacer formar parte de un colectivo que, además, es donde vives. Es duro. Seguías porque sabías que quedaba poco y que después tendrías una recompensa. Lo interiorizas", dice.

Abordar los abusos: romper la cadena de silencio

"Hay que romper el silencio porque protege al acosador". Quien habla es Olga Serradell, socióloga y actual decana de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ella vivió en primera persona la violencia de género aisladora al apoyar a una compañera que estaba siendo acosada en su colegio mayor, ubicado en el campus de la Cité Universitaire de París. Gracias a los aprendizajes previos, incluidos los adquiridos en el proyecto CREA -la primera institución que investigó sobre la violencia de género en las universidades-, Serradell pudo contribuir a crear un movimiento de denuncia sobre las situaciones de acoso sexual en la universidad.

Teresa: "Quizá no le dábamos mucha importancia, pero sí que había canciones llamando guarras a otras colegialas. Había también muchos juegos destinados a ligar con otros niños de colegios mayores. En muchas situaciones me sentía muy incómoda"

Sin embargo, se topó frente al hermetismo alrededor del acoso en la universidad. "Algunas residentes propusimos abrir el debate público sobre esto en el medio académico. Se sabía que en el campus había habido también otras situaciones. Pero la Cité tenía miedo de dañar la imagen de la institución si abríamos el tema, negaban tener casos", explica. "Esta creencia es perversa, porque protege al acosador. Precisamente lo que da excelencia a cualquier organización, universidad o colegio mayor es actuar para proteger a las víctimas".

Posteriormente, organizaron un acto sobre la violencia de género en la universidad, en un caso que sirve de referencia para conocer los orígenes del Me Too en las universidades españolas, una red de sororidad internacional destinada a sensibilizar y denunciar los casos de violencia de género en entornos académicos. "Se cree que la violencia de género no está en la universidad, pero hay gente del mayor nivel académico que también ha acosado", denuncia Serradell.

La inacción ante estos casos es generalizada en las universidades, según indica la socióloga. De hecho, este mismo patrón también se atribuye a otras instituciones académicas, como la propia Universidad Complutense, que ya aprobó en 2016 un protocolo para la prevención y abordaje del acoso sexual, sexista y lgtbfóbico, pero su aplicación en la práctica está sujeta a crítica: "La respuesta de la UCM respecto a los casos de acoso es pobre y totalmente ineficiente. Apenas se denuncia y cuando se hace no hay respuesta institucional o, de haberla, es contraproducente. La universidad está más pendiente de su prestigio que de proteger a las personas que lo sufren", indica la politóloga Paula Martín-Peláez.

También integrante del departamento de Sociología de la Complutense, Martín-Peláez lleva años investigando sobre el acoso sexual en la misma. "Las personas del ámbito universitario no confían en que la institución vaya a apoyarles. Al final se genera un clima de acoso que recae sobre las personas que lo sufren, teniendo que abandonar finalmente la universidad", añade. Un estudio sobre este asunto realizado por la propia Complutense arroja algunos datos reveladores sobre esta cuestión. Entre ellos, que al menos 956 de las mujeres consultadas lo han sufrido en la UCM y el 18,6% refiere que se han dirigido a ellas utilizando gestos o comentarios peyorativos que han generado un ambiente intimidatorio.

Una alumna se dirige al Colegio Mayor Mendel, en Madrid.
Una alumna se dirige al Colegio Mayor Mendel, en Madrid. Ana Rojas

Algunos excolegiales afirman que se han intentado realizar mejoras respecto a este tipo de situaciones en los centros, aunque estas se hayan producido tras la presión mediática sobre los diferentes escándalos. Por esa razón los cambios, en ocasiones, se limitan a medidas puntuales y contestatarias. "Las penas eran ridículas, las universidades no tomaban ninguna parte al respecto, era increíble. En el caso de las residencias, al menos el Mendel sí que dio respuesta a estas problemáticas, introduciendo medidas internas e incentivando soluciones. Desde otros colegios sí que se ha expulsado a gente, pero al final lo más visual sería que la propia universidad abriera un expediente de forma ejemplarizante", espeta Miguel, ya exdecano del Mendel.

Víctor: "Las novatadas siguen siendo para mí una de las experiencias de mayor sometimiento y humillación que he sufrido"

"Cada poco tiempo sale un reportaje con escándalos de un colegio determinado y es el que toma medidas [el colegio que sale en los medios]. Por no decir que algunos después son protegidos por diversos estamentos y funcionan como una empresa. Solo en el momento que el dinero empiece a bajar, tomarán medidas", añade.

Público se ha puesto en contacto con todos los colegios mayores mencionados, pero solo ha recibido respuesta del C. M. Mendel (adscrito a la UCM). "Hace años que implementamos un plan de integración y lucha contra las novatadas, estableciéndose una política de tolerancia cero que ha llevado a la erradicación de este fenómeno en el ámbito del colegio mayor y que hoy por hoy forma parte de su identidad, donde son los propios colegiales quienes consideran como un valor diferencial positivo que no haya novatadas", explica a este diario su director, Abel Jiménez Gómez, quien también señala que se han realizado encuestas al alumnado donde, según él, hasta un 88% está en contra de acciones como las novatadas.

Respecto a las situaciones de acoso, Jiménez indica que a nivel interno se implantó un reglamento en 2016 destinado a sancionar cualquier tipo de discriminación, además de un protocolo específico de prevención del acoso que se presentó ante la unidad de igualdad de la UCM y el Ayuntamiento de Madrid: "Incluye medidas tanto de prevención como de intervención ante cualquier indicio. Actualmente se encuentra en revisión por estos organismos y esperamos publicarlo lo antes posible", dice.

Mientras, la Universidad Complutense asegura a Público que cuenta también con un protocolo antinovatadas aprobado en 2020, que además "abarca todo lo relacionado con género y condición", actualmente en proceso de adaptación a la nueva ley de convivencia universitaria. La institución explica que anteriormente se ha trabajado junto a otros agentes (el Ayuntamiento de Madrid, la Asociación de Colegios Mayores y la Policía Municipal) para perfilar las intervenciones en este ámbito, poniendo en marcha medidas preventivas en diferentes áreas (social, psicológica y educativa) centradas en la convivencia.

Respecto a mejoras y avances, afirman que las novatadas se encuentran en un declive sostenido, algo que reflejan los datos de reducción de bajas con relación a las mismas (un 50% con respecto a 2017, aunque con un ligero aumento en el presente curso). Sobre las sanciones interpuestas, la UCM indica que desde 2019 se habrían realizado cinco apercibimientos, siete expulsiones de un mes y cinco no renovaciones en los colegios mayores de gestión directa.

"Se ha fomentado un clima general donde se deja atrás la impunidad de los agresores, se abandona la invisibilización de las víctimas y se acompaña y protege en la denuncia a personas que lo necesitan a los distintos órganos a los que los y las estudiantes pueden solicitar amparo", indica la vicerrectora de Estudiantes de la UCM, Rosa de la Fuente. Hasta la fecha, además de las citadas medidas, el centro ha aprobado otras iniciativas como el protocolo de celebración de eventos en Colegios Mayores de la Complutense.

La identidad colegial y la reproducción de la violencia

Como se ha destacado anteriormente, el acoso en los entornos universitarios no se limita a un caso ni a un espacio concreto, a pesar de que el caso de los colegios mayores adscritos a la Complutense sea revelador para entender más sobre este fenómeno. El acoso en la universidad, y especialmente el sexual, forma parte de algo más grande: "La violencia de género, el acoso sexual, se da en todos los ámbitos de la sociedad. Se da en un colegio mayor y en una residencia universitaria. En las universidades, en los institutos, en las casas y en el trabajo", expone la socióloga Serradell.

Los colegios y residencias universitarias, como entornos reservados para la informalidad, son espacios donde puede identificarse de manera cotidiana cómo se construyen y reproducen las estructuras de desigualdad: son espacios donde la violencia y la hipermasculinidad sostienen los vínculos de afinidad, dominantes ante la impunidad. De la misma forma que en los colegios mayores se reproducen situaciones que evidencian la inequidad de género, también tienen lugar otras conductas discriminatorias entre grupos de iguales en lo que respecta a actitudes racistas -por ejemplo, los cánticos nazis haciendo el saludo fascista- y la desigualdad material, según explica Martín-Peláez. "La universidad en sí misma es reproductora de desigualdades de clase, no solo por un tema de recursos económicos, sino también por un tema de background cultural", señala la politóloga.

De acuerdo con algunos de los entrevistados, interiorizar la "identidad colegial" en este contexto, así como las dinámicas que la rodean, lleva a aceptar determinados comportamientos que fuera no se habían replanteado. Algo que, según el exdecano del Mendel, explicaría reacciones como las de las colegialas afectadas tras el escándalo del Ahúja. "La cosificación y la sexualización extrema que se hace de ellas es con lo que conviven, y lo terminan asimilado como normal porque lo han estado viviendo dentro continuamente", señala Miguel.

Esto, en la práctica, afecta de gran manera a las víctimas, que en algunos casos no llegan a identificarse como tal y, de hacerlo, no saben a quién recurrir. "Aunque fueran agredidas, era como si lo normalizaran", indica Carla, excolegiala del Roncalli. Ruiz, exalumna del Santa Mónica, confirma esta tendencia a normalizar estos comportamientos y declara que le dio "mucha pena" la reacción de las actuales colegiales tras los incidentes del Ahúja. "No se puede justificar. Yo pregunté al resto de mis compañeras qué opinaban ellas y piensan igual que yo: normalizamos esos comportamientos, normalizamos los gritos y no entendemos la reacción que hubo".

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