madrid
Anda agitada y tiene prisa, porque entra a trabajar a las 14.00 y apenas queda media hora. Prefiere ir con tiempo porque quiere llegar antes y comprobar el ambiente, que últimamente está saturado: "Ayer hicimos 200 test solo por la tarde", relata por teléfono mientras habla a toda prisa.
Carolina Redondo, de 38 años, es responsable de enfermería del madrileño Centro de Salud San Blas de Parla y está agotada. Son tiempos duros para todos; algo más para los sanitarios. Su cabeza está saturada y sus sueños, dice, consisten en verse de nuevo haciendo test de detección de coronavirus. Su boca, ya despierta, pone voz a los sanitarios, que confrontan una inesperada sexta ola.
"Te puedo asegurar que si atiendes la cola de pacientes, que da la vuelta a la manzana, no puedes atender al teléfono", dice, respondiendo con algo de sorna, a las declaraciones de Ayuso en las que culpaba a los sanitarios de la saturación de la sanidad pública madrileña.
— Perdona que me meta. Recuérdale cómo pasaste tu luna de miel—. Alega su marido Rubén, que no puede evitar participar mientras está puesto el manos libres.
Con la voz algo ruborizada, Carolina relata que, casados hace un mes, canceló su luna de miel y sus 15 días de permiso consintieron en conversaciones telefónicas durante horas que no pudieron evitar que incluso en tres ocasiones acudiera a su centro para ayudar en la coordinación, desbocado por las visitas.
— Ha perdido en dos años 15 kilos —. Dice de nuevo Rubén. —Bueno, es que soy de naturaleza delgada— responde su mujer algo cortada. — El año pasado estuve muy amargada y apenas tuve vida social. Me ha pasado factura emocionalmente. No podía estar de casa al trabajo y del trabajo a casa. Solicité ayuda psicológica porque estuve muy mal y me pusieron los pies en la tierra — recuerda la enfermera.
Ahora se lo toma con algo más de humor y apela a la unidad entre sus compañeros, aunque no quita que hace unos días escribiera una carta para recordar a pacientes y políticos el agotamiento mental de los trabajadores sanitarios, que han pasado de ser héroes aplaudidos en los balcones a ser los sospechosos de culpa del colapso de los centros de salud.
"Se cita a las personas para posteriormente ser descitadas o modificarles las citas a fechas posteriores, lo que produce que asistan al Centro de Salud de "urgencia" para ser atendidos lo antes posible, añadiendo más retraso a los que están citados y engrosando la cola ya existente y sumada a la de vacunas, trámites administrativos y pruebas, llegando a esperar, una o dos horas más para ser atendidos", denuncia la enfermera en su misiva.
Carolina no tiene, ni pretende tener, la solución a los problemas de la sanidad madrileña, con carencias estructurales en personal y con menos financiación año tras año. Pero se acuerda de que en marzo de 2020 era una rutina salir cada noche a aplaudir. Nota el desgaste en las actitudes, en las voces de los pacientes, y constata que están a años luz de aquella solidaridad. Lejos de esperar alabanzas y alfombras rojas, añora esos momentos de comprensión, cuando la empatía fue el motor ante lo desconocido. La tensión de las Navidades ha pasado factura y se han encontrado con tiranteces entre sanitarios y pacientes, desesperados por la falta de medios.
El enfado es el último estado de los madrileños tras chocarse varias veces contra el mismo muro: la inacción de Ayuso, el cierre de las urgencias de la Atención Primaria, la saturación de los hospitales, la falta de test de antígenos en farmacias, las colas de espera, el miedo a contagiar a los seres queridos. El desgobierno y la falta de medios es el caldo de cultivo en el que germina la frustración, que se cobra con el que está más cerca.
La capital es hostil para los trabajadores. La Comunidad de Madrid, de donde este año 2.000 profesionales de la enfermería han marchado para trabajar a otras comunidades, tiene un ratio de enfermeros por paciente igual de los más bajos de Europa, donde haría falta la inmediata contratación de 11.876 trabajadores para estar en la media continental, según el Consejo General de Enfermería (CGE). En general, España no anda mejor. Con 585 enfermeros por cada 100.000 habitantes, se ubica en las últimas posiciones, empatada con Bulgaria y sólo por delante de Letonia (490), Chipre (412) y Grecia (341).
"Es muy difícil hacer entender a estos pacientes que hacemos todo lo posible con los recursos con los que disponemos y teniendo a diario jornadas maratonianas para terminar exhaustos", reza un extracto de la carta, que tiene como intención "remover la patata" de los pacientes.
Mientras habla sobre esa carta, reconoce que tiene "un poco de miedo a que los pacientes no empaticen". "A veces el paciente no entra en razón e incluso hay alguna vez hemos tenido que llamar a la Policía para calmar el asunto", sostiene indignada sobre esos momentos puntuales. La desesperanza de los pacientes se mezcla con el agotamiento del personal de enfermería, que se siente ninguneado: "El sanitario parece que solo tiene que trabajar", dice sobre las noticias que anuncian contagios y brotes entre sanitarios durante su tiempo libre.
"La población está bastante cabreada como para que nos hagan eso", dice Carolina sobre los enfoques más amarillistas de los medios de comunicación. "Somos humanos y necesitamos ese desahogo, es una cosa que nos puede pasar a todos. Es echar la leña al fuego". El derecho a enfermar y a no ser superhéroes.
Su carta finaliza con desesperanza: "Se sobradamente que este escrito no va a servir para cambiar nada de las condiciones laborales (...) y que tampoco va a remover ninguna conciencia de los que tienen la capacidad de cambiar esto", pero se echa a la espalda, como lleva haciendo la sanidad pública, el peso a la espalda: "Ya estamos el colectivo de enfermería nuevamente ahí, en primera línea, para que luego otros se puedan dar palmaditas por los buenos resultados obtenidos".
Aquí puedes leer la carta completa
Yo, Carolina Redondo Marín, como responsable de enfermería del Centro de Salud San Blas de Parla y tras los casi dos años vividos como enfermera de primera línea, ante los acontecimientos venideros con motivo de esta nueva variante, tiene el deber de comunicar e informar a instancias superiores y a quien corresponda ser elevado este escrito de lo siguiente: El colectivo de enfermería, al igual que seguro el resto de los colectivos sanitarios, llevamos muy próximo a dos años con una ingente presión asistencial, motivada por la suma de pacientes crónicos, domicilios, pacientes respiratorios y un sin fin que asisten al centro,sumados a aquellos que vienen por motivo de realización de pruebas PCR/Antígenos y vacunas lo que conlleva una planificación de citas de varios meses, que posteriormente ha de ser modificada de forma distinta, ante las instrucciones recibidas por parte de la Dirección
sistencial, con el consiguiente trabajo baldío y llamadas a pacientes para deshacer lo ya hecho y que no entienden, ni los motivos, ni la nueva situación, para volver nuevamente a ser planificado y ejecutado de forma distinta y si bien es algo que en cierta forma comprendemos y asumimos, por los distintos escenarios que son modificados continuamente y a los que tenemos que adaptarnos con numerosos cambios, deberían de saber que se generan gran cantidad de conflictos telefónicos con los usuarios de los Centros de Atención Primaria, ya que se cita a las personas para posteriormente ser descitadas o modificarles las citas a fechas posteriores, lo que produce que asistan al Centro de Salud de "urgencia" para ser atendidos lo antes posible, añadiendo más retraso a los que están citados y engrosando la cola ya existente y sumada a la de vacunas, trámites administrativos, pruebas y etc llegando a esperar, una o dos horas más para ser atendidos.
Es muy difícil dar un servicio a la población con un mínimo de calidad, así como promoción de la salud y prevención de la enfermedad que es una de nuestras funciones principales y hacer que confíen en sus sanitarios cuando hay un continuo conflicto por parte de esos usuarios por el mal servicio recibido y donde gran parte del tiempo de esa consulta se gasta en tratar de hacer que el paciente entienda las distintas situaciones que se plantean y que no es entendida por muchos que abandonan la consulta, increpando e incluso amenazando y agrediendo a aquel que le ha atendido. Es muy difícil hacer entender a estos pacientes que hacemos todo lo posible con los recursos con los que disponemos y teniendo a diario jornadas maratonianas para terminar exhaustos, sabiendo que al día siguiente va a ocurrir lo mismo y así, día tras día, semana tras semana y mes tras mes. Si esto no fuese suficiente, ante la usencia de médicos sin cubrir, requieren a la enfermería incrementar sus responsabilidades y competencias, añadiendo aún más carga de la que ya soportamos haciendo que el ambiente laboral entre compañeros se vaya lentamente deteriorando por los continuos cambios de planificación y ajustes que se van dando a lo largo de los días, convirtiéndose en fricciones entre unos y otros por el cansancio, falta de paciencia y falta de colaboración entre compañeros, porque están lo suficientemente saturados como para poder ayudar al que solicita de esta por no haber recursos humanos suficientes a consecuencia de las bajas y ausencia de suplentes. En mi opinión, siendo esta refrendada por la gran parte de las compañeras y compañeros con los que hablo, tanto de mi centro de trabajo como de otros centros, estamos psicológicamente agotados y desmotivados, mezclado con un sentimiento total de abandono y de ausencia de respaldo por parte de los ocupan los puestos organizativos en la parte superior de la pirámide jerárquica, ya que en su mano se encuentra la posibilidad de compensar para motivar de alguna forma, el arduo trabajo que se lleva realizando por las enfermeras y enfermeros, próximo ya a dos años y que en algunos casos deberían estar de baja por diversos motivos o cuidando de sus familiares, pero su celo profesional hace que vayan estoicamente todos los días a su puesto de trabajo para dar la cara y ponerse nuevamente en primera línea de batalla y así enfrentarse una vez más a esta nueva plaga velando por la salud de aquella ciudadanía, que ha linchado a esos sanitarios de Málaga y del Hospital Severo Ochoa, por la información vertida por los medios de comunicación, en el que parece que el único derecho que tienen es salir de trabajar y meterse en casa sin celebraciones, ni hobbies, para no infectarse y cuidar de aquellos que sí tienen derecho a divertirse. Dicho esto, seguramente no han pensado en lo anteriormente mencionado, ya que se solicita al colectivo de enfermería nuevamente un esfuerzo extra añadido a la saturación ofreciendo 15€ a aquellas enfermeras/os que doblen, igualando así la cantidad que cobra una babysitter por estar en el sofá de casa viendo la tele al cuidando de un menor.
Se está pidiendo al colectivo de enfermería, velar por la salud de unos usuarios sin permitirse el lujo de un fallo o equivocación a consecuencia del cansancio y el estrés, en el que la única responsable que se va a encontrar sola o solo delante de un tribunal por una segura negligencia va a ser la enfermera que cometa ese error sin importar la ingente carga asistencial que pese sobre sus hombros.
Se sobradamente, que este escrito no va a servir para cambiar nada de las condiciones laborales, para que de esa forma sea más atractivo trabajar en la Comunidad de Madrid, consiguiendo que haya menos fugas de enfermeras a otras Comunidades Autónomas con mejores condiciones y tener una bolsa nutrida para cubrir las distintas necesidades que van surgiendo y que tampoco va a remover ninguna conciencia de los que tienen la capacidad de cambiar esto, pero no se preocupen por eso, que ya estamos el colectivo de enfermería nuevamente ahí en primera línea para que luego otros se puedan dar palmaditas por los buenos resultados obtenidos olvidando nuevamente a los que han dado la cara y han cargado el peso de la Salud, nuevamente sobre sus hombros.
Para finalizar, quiero dejar claro, que la única intención de este escrito, es que se conozca en caso de que no se sepa ya, el hartazgo, cansancio, agobio y tristeza, que siente la enfermería y lo difícil que es trabajar con esta carga asistencial y con tantas ausencias que no pueden ser cubiertas por falta de personal y sin un mínimo de reconocimiento a este gran esfuerzo que se realiza por parte de este colectivo a lo largo de los últimos años.
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