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Bluesky, un Twitter "más amable" y descentralizado para escapar de los bulos (pero no exento de riesgos)

La plataforma promete "fomentar el diálogo" y "luchar contra los abusos", pero los expertos reconocen cierto escepticismo: "La industria de la desinformación todavía no ha aterrizado, pero veremos qué pasa cuando lleguen más usuarios".

Los logos de las redes sociales X (antes, Twitter) y Bluesky, en la pantalla de un smartphone. AFP/Nicolas Tucat
Los logos de las redes sociales X (antes, Twitter) y Bluesky, en la pantalla de un smartphone. Nicolas Tucat / AFP

"¡Es oficial! ¡1.000.000 de personas se han unido a Bluesky sólo en el último día!". La plataforma celebraba con este mensaje la llegada de cientos de miles de usuarios, descontentos, casi todos, con la "toxicidad" y la espiral de violencia y desinformación que impregnan X –antes, Twitter–. Bluesky es una red social de microblogging, con una base descentralizada y similar, precisamente, al antiguo Twitter. El funcionamiento de ambas plataformas es casi el mismo, de hecho, comparten orígenes. La aplicación nació en 2019, pero ganó peso en los últimos días –concretamente, entre 600 y 800 registros nuevos por minuto, la mayoría en Estados Unidos–. Los usuarios han empezado a cambiar el pájaro por la mariposa; el negro, por un azul cielo que promete "fomentar el diálogo" y "luchar contra los abusos en las redes sociales". ¿Qué explica el auge de Bluesky?

La victoria de Donald Trump en las elecciones de EEUU ha sido "clave para el trasvase de usuarios", reconocen los expertos consultados por este diario. "Es un punto de inflexión, está claro. El último estudio sobre el algoritmo de Twitter pone el foco en los sesgos y la intervención [de Elon Musk] para amplificar y potenciar los contenidos relacionados con Trump. Esto ha provocado una cascada de pequeñas acciones que han conseguido mover un poco el tablero...", sugiere Raúl Magallón Rosa, profesor de Comunicación en la UC3M y experto en desinformación y fact-checking. El magnate sudafricano puso la plataforma al servicio de Donald Trump; además, aportó 200 millones de dólares a su campaña. Esta semana hemos conocido el premio: Musk será el nuevo jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental, que se encargará de aplicar reformas "drásticas" en el gasto público.

Elon Musk, propietario de X, durante un acto de campaña de Donald Trump.
Elon Musk, propietario de X, durante un acto de campaña de Donald Trump. Andrew Harnik / Getty Images via AFP

"La plataforma [X] se ha vuelto cada vez más hostil; ahora funciona directamente como una rama del Gobierno más reaccionario que ha tenido Estados Unidos en lo que va de siglo. El hecho de que instituciones y figuras con cierto alcance decidan boicotearlo, hacer huelga –que es como debemos entender esta huida, porque todes generamos ganancia para la empresa en base a nuestra presencia e interacciones– le da más credibilidad al éxodo, que, por otra parte, lleva sucediendo un tiempo", señalan desde Proyecto UNA, colectivo centrado en desenmascarar las nuevas formas de fascismo que acaba de publicar el libro La viralidad del mal. En los últimos días, medios como The Guardian o La Vanguardia han abandonado la plataforma como "forma de protesta", argumentando que, desde la llegada de Musk, había mutado en una "red de desinformación".

Bluesky todavía está lejos de los 335 millones de usuarios activos que supuestamente tiene X, pero su crecimiento refleja un descontento masivo con las decisiones de Musk y la alineación de la plataforma con la extrema derecha. "Las redes tienen que dar su permiso para que los investigadores podamos monitorizar las campañas de desinformación. X no lo hace; Bluesky parece que sí va a permitirlo. La transparencia siempre es importante. Las primeras impresiones son buenas, pero toca esperar, ver si esta plataforma va a funcionar cómo una cámara de eco o tendrá valor diferencial. ¿Qué van a buscar los usuarios en Bluesky y qué van a ofrecer? Esto nos permitirá valorar más detenidamente las migraciones digitales", señala Raúl Magallón Rosa.

¿Qué es y cómo funciona Bluesky?

Bluesky nació en 2019 como una suerte de ensayo dentro del propio Twitter. La idea era que cualquier usuario pudiera construir algoritmos personalizados, filtros de contenido y hasta normas de moderación sin la intervención de la empresa matriz. "Musk ha hecho justo lo contrario: impulsar políticas de no moderación y retorcer las pocas opciones que teníamos los usuarios para protegernos, como el botón del bloqueo. Las consecuencias han propiciado este ambiente tóxico y violento que caracteriza X. Bluesky parece que tiene medidas más robustas, por ejemplo, si tú bloqueas a otro usuario, se supone que no lo vuelves a encontrar. Habrá que ver hasta qué punto funciona...", advierte Marcelino Madrigal, periodista experto en ciberseguridad y redes.

Jack Dorsey, fundador de Twitter, puso en marcha el "experimento" cuando todavía estaba al frente de la plataforma. El empresario llevaba un tiempo observando el poder que tenían los inversores en la toma de decisiones –un poder que afectaba a la experiencia de los usuarios– y era partidario de caminar hacia una tecnología de base descentralizada, sin un algoritmo único. "Esto quiere decir que basa su funcionamiento en un software, un conjunto de servidores a los que la gente se puede apuntar, agrupándose por segmentos de acuerdo con sus intereses, ocupaciones e incluso su localización geográfica", señala Mariluz Congosto, informática e investigadora en redes sociales en la Universidad Carlos III de Madrid.

Bluesky se independizó de Twitter en 2021, pero recibió soporte financiero hasta que Elon Musk compró la empresa. El magnate sudafricano cortó relaciones con la red social de la mariposa, que tiene ahora 16,1 millones de usuarios. La plataforma está en manos de su CEO, Jay Graber, ingeniera de software y experta en tecnologías no centralizadas. "Las redes las hacemos las personas, no podemos olvidarlo. La industria de la desinformación todavía no ha aterrizado en Bluesky, pero veremos qué pasa cuando se pueble mucho, porque corre el riesgo de caer en los mismos vicios", insiste Congosto.

Las diferencias entre X y Bluesky

La interfaz y las funciones básicas de las dos plataformas son bastante similares, lo que facilita, según los expertos, la adaptación de los nuevos usuarios. Bluesky ofrece un feed cronológico y sin algoritmos predefinidos; cada persona podrá decidir cómo interactúa con el resto de perfiles. "El algoritmo será público, no beberá de los intereses de terceros. Los usuarios van a poder escoger lo que quieren ver, tendrán más control. Esto en X era imposible, tenías mensajes de Elon Musk hasta en la sopa...", recuerda Marcelino Madrigal. La aplicación tampoco tiene publicidad, puede recomendar otras cuentas y promete ser más respetuosa con la privacidad de los usuarios. Como hándicap, todavía carece de funciones como los hashtags y la carga de vídeos.

Bluesky permitirá, además, extraer fácilmente tus datos y llevarlos a otra plataforma. Esto quiere decir que los usuarios podrán mantener su red de contactos si la empresa cambia de servidor, algo completamente inviable en otros espacios, como X, Instagram o TikTok. "El objetivo es dar a los desarrolladores la libertad de construir y a los usuarios el derecho a marcharse. La posibilidad de que la gente aloje sus propios datos significa que los usuarios siempre tienen otras alternativas, y que su experiencia no tiene por qué venir solo de nosotros", ha explicado Jay Graber, CEO de la firma.

El hecho de que la plataforma no imponga ningún algoritmo permite levantar –de momento– una especie de barrera contra los bots y la desinformación. Los expertos, no obstante, tienen todavía dudas sobre su puesta en escena. Marta G. Franco, periodista y autora de Las redes son nuestras, explica el porqué de su escepticismo: "Bluesky ha recibido más gente porque ofrece una experiencia que recuerda a la del antiguo Twitter: personas reales conversando y, por ahora, poca presencia de mensajes tóxicos. Lo que ocurre es que detrás tenemos una empresa con ánimo de lucro e inversores de capital, que están desarrollando su propio protocolo. Es cierto que prometen liberarlo, pero en la historia de Silicon Valley hay tantos ejemplos de empresas que arrancan con la retórica open source y luego ceden a la presión de sus inversores...", termina.

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