"Quién le dice al rey que está desnudo". La famosa parábola del cuento de Hans Christian Andersen El Traje Nuevo del Emperador es un magnífico símil de lo que será la Administración Trump 2.0. Podría haber otras analogías. Como la que lanzó el propio Elon Musk (sin duda el más influyente de todos los hombres del presidente y el encargado de aplicar el tijeretazo de dos billones de dólares a los gastos federales no militares), que identificó a su jefe republicano con el emperador romano Lucio Cornelio Sila, pelirrojo como él y, según la visión de los historiadores, de carácter depravado y actitud déspota.
"Cada día que pasa pienso en todo lo que hizo el Imperio Romano", se jactaba el sudafricano dueño de Tesla en un reciente viaje a tierras de su amiga Giorgia Meloni en el que dedicó unas palabras a los jueces italianos por el bloqueo al plan de deportaciones masivas de inmigrantes a Albania de la líder ultraderechista: "¿Viven los italianos en una democracia o hay una autocracia no electa que toma las decisiones?", se preguntaba. Meloni guardó silencio. Fue el presidente Sergio Mattarella el que salió a defender con firmeza a un país que acaba de permitir el desembarco de las empresas de Musk.
Pero, al margen del dueño de X (red que ha estado estos días en boca de todos por su fuga de usuarios y de medios como The Guardian o La Vanguardia por su marcado populismo de ultraderecha), la futura Administración Trump comienza a dar claras señales de inquietud democrática. Casi de secuestro del voto popular sin haber tomado posesión de los cargos. Porque hay un congresista investigado por acoso sexual y uso de drogas, dos tránsfugas demócratas y un oficial de la guardia nacional, presentador de la Fox, con alma neonazi y dispuesto a dar a su jefe "esos tipos de generales que tuvo Hitler".
¿Realidad o ficción? A veces, efectivamente, la primera supera a la segunda y se aproximan a las distopías. Estos fichajes ayudan a entender el perfil revanchista y los propósitos autoritarios de la versión Trump 2.0, concebida desde la Heritage Foundation, como suele ser habitual desde Ronald Reagan, para el Grand Old Party (GOP). Designaciones, además, con un manifiesto déficit de preparación académica y de experiencia profesional en la mayor parte de los casos.
Musk y Ramaswamy, dos insumisos del Estado para el DOGE
El Department of Government Efficiency (DOGE) dirigido al alimón por Elon Musk y Vivek Ramaswamy será el encargado de combatir "el fraude y los pagos impropios", como desea Trump. Es decir, acabar con los subsidios a industrias, renovables e infraestructuras de la política económica de Biden. En comandita a la Oficina de Gestión y Presupuesto (OMB, según sus siglas en inglés) de la Cámara de Representantes. Dos neoliberales a ultranza con fidelidad máxima al próximo inquilino del Despacho Oval. Aunque Musk llevará la voz cantante.
Entre ambos se encargarán de "desmantelar la burocracia, limar cualquier exceso de regulación, recortar partidas sociales y reestructurar las agencias federales". Palabras de Trump, que dará a su empresario de cabecera reconvertido en gestor administrativo manga ancha para acceder a los grandes contratos de la NASA y de tecnología militar del Pentágono para SpaceX y probables cambios en la industria automovilística para beneficio de Tesla. Por si fuera poco, también estarán en sus manos las reglas de juego -o, para ser más precisos, la ausencia de ellas- de la IA y de los criptomonedas.
Musk servirá como empleado gubernamental especial. Ramaswamy, que inició en Ohio su inicial carrera por la nominación republicana, sucumbió casi de inmediato a los cantos de sirena del jefe del GOP. De 39 años, es uno de los reconvertidos dentro del partido. Partidario de la libre circulación de criptodivisas, sin cortapisas ni normas como reclaman los bancos centrales, y del final de la ayuda a Ucrania, apuesta por controles fronterizos con Canadá para frenar la oleada de fentanilo, se declara liberal a ultranza del mercado y defensor de recortes drásticos en la SEC (la CNMV estadounidense) y en cualquier otro organismo de supervisión.
El cinturón del óxido de cinco hebillas y dos tránsfugas
Marco Rubio al frente de la diplomacia estadounidense, Mike Waltz como asesor de Seguridad Nacional, y Tulsi Gabbard de directora de la Inteligencia Nacional. ¿Qué puede salir mal? Los dogmas de fe para crear disrupciones económicas y políticas dentro y fuera de EEUU, centradas sobre China, están a buen recaudo.
Máxima lealtad al servicio del líder. Rubio y Waltz son prominentes halcones de la instauración de acciones exteriores y sanciones económicas contra Pekín. Han dejado constancia de ello en los comités de Política Internacional y de Inteligencia del Congreso. "Se sentirán cómodos" con las consignas contra el gigante asiático, anticipa Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group.
Rubio será el hispano con mayor poder en una Administración americana. Y, por lo visto, todo un superviviente. Después de llamar "estafador" a Trump en 2016 y de protagonizar con él duros y despectivos cruces de acusaciones, ha sucumbido a la retórica del macho alfa republicano. De una manera tal que optó hasta el final por ser su número dos del ticket presidencial que al final Trump entregó a JD Vance. Pero desbancó sobre la bocina a Richard Grenell, antiguo embajador en la Berlín de Angela Merkel, desde donde aprovechó su cargo para insuflar apoyo a los partidos de ultraderecha europeos y, por supuesto, al AfD.
Obsesionado con China, "la mayor amenaza de este siglo", por encima de "cambios climáticos, pandemias o la versión izquierdista de la justicia social", que atenta contra "el orden liberal que ha tejido EEUU" por sus lazos con Rusia, Irán o Corea del Norte -no todos ellos del desagrado de su jefe-, impulsó como congresista de Florida dos rondas de sanciones a Pekín e introdujo la ley de apoyo militar estadounidense a Taiwán. Con él, la diplomacia americana anulará la Alianza Indo-Pacífico ideada por Joe Biden.
Walz se encargará de coordinar las diferentes agencias de seguridad nacional. Como Rubio, otro legislador de Florida, coronel de la Guardia Nacional, escritor y tertuliano televisivo y acérrimo trumpista en los mítines del GOP. Tildó de desastrosa la retirada del Ejército de Afganistán que decretó Biden en 2021 y arremetió contra la práctica totalidad de las estrategias diplomáticas de los demócratas.
"Francamente, los malos y viejos hábitos del Pentágono exigen un proceso de disrupción [...] y Trump es un disruptor". Contará con un alma gemela al frente de Defensa y, a buen seguro, utilizará sus largos tentáculos en los círculos de influencia de Washington que se labró como director de Política de Seguridad con Donald Rumsfeld y Robert Gates como jefes del Ejército para lograr sus propósitos. Cree que EEUU no está preparado para una guerra en el territorio Indo-Pacífico.
En su ayuda, por si la necesitaran, emerge Tulsi Gabbard, directora de Inteligencia Nacional, y la más insigne representante del trasfuguismo demócrata, con permiso de Robert F. Kennedy, que renunció a su carrera presidencial como independiente tras dejar atrás las filas demócratas que lideraron su tío, el presidente asesinado en 1963, y su padre, en 1968, cuando su proclamación como candidato del partido parecía consumarse, y que ha pasado a ser repudiado por la familia más aristocrática del país. Por su contribución a la causa de Trump en el tramo final de campaña, Kennedy, un declarado antivacunas, asumirá el Departamento de Sanidad.
Gabbard piensa que las reivindicaciones rusas en Ucrania son legítimas, se opone al ingreso de Ucrania en la OTAN y negó el uso de patógenos letales y armas químicas y bacteriológicas por parte del Kremlin en su "incursión militar". Tildada de propagandista rusa por los demócratas, es reservista de la Guardia Nacional desde 2003. En 2022 abandonó la formación de Biden y tendió sus brazos de par en par hacia Trump.
Junto a ellos, actuará codo con codo Kristi Noem, al frente de Seguridad Nacional, la gran agencia del país, desde donde activará las deportaciones masivas de migrantes, a través de otro brazo federal, el Inmigration and Customs Enforcement, que se adscribe al Servicio Secreto americano. Noem, convencida republicana, describe la frontera con México como una "zona de guerra". Leal al MAGA (Make American Great Again), rechaza la lucha contra la crisis climática.
Pete Hegseth, de la Fox al Pentágono
Será el secretario de Defensa. Telegénico presentador de la Fox News, escritor y oficial de la Guardia Nacional americana en Minnesota, salió a la palestra política hace cuatro años, a raíz de la proclamación presidencial de Joe Biden, para formar parte de la protección militar del evento tras el asalto al Capitolio y su inmediata revocación de la orden. En su opinión, porque sus superiores no aceptaron sus prominentes tatuajes: una cruz de Jerusalén en su tórax y las palabras Deus Volt -Dios lo Quiere- en su brazo, ambos símbolos de las cruzadas, pero también asociados a lo movimientos neonazis. The Economist no duda en presentarle como el artífice ideal para purgar, como desea, el Pentágono. "Me uní al Ejército en 2001 para luchar contra los extremismos y veinte años después sigo pensando lo mismo".
Acérrimo crítico de cualquier iniciativa llamada woke asociada al progresismo, será el segundo jefe más joven del Pentágono y, probablemente, el más radical: "Lo primero que haré será fulminar a todo general o almirante envuelto en el DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión) que persiguen -aseguró- esos woke de mierda, incluido al presidente de los comandantes en jefe conjuntos". Quizás con un Congreso sin mayoría republicana no superaría su nominación. Pero son tiempos de poderío casi absoluto en EEUU desde el pasado 5N. En su último libro, The War on Warriors, publicado este verano, gira en torno a la idea de que "la izquierda no combate las guerras", según explica, y que el Pentágono -cree- está absorto con la ideología woke desde el asesinato de George Floyd a manos de la Policía en 2020 y las riadas de protestas que siguieron a este homicidio sin garantía alguna. "No pararemos hasta acabar con los movimientos trans-lésbicos, negros y feministas", piensa.
A su juicio, "hay que restaurar el espíritu neocon" y, sin decantarse por el empleo del Ejército en disturbios domésticos, como insinuó Trump en su primer mandato, advierte contra los Antifa, el Black Lives Matter, simpatizantes de Hamás "o cualquier otra tropa de progresistas" que deseen crear "pequeños Samarras", en alusión a los focos de insurrección contra los militares de EEUU desplegados en Irak tras el 11S, que "surgen en el centro de las ciudades americanas".
La ayuda a Ucrania "debilita a su Ejército", como ocurrió con Corea del Sur en la larga guerra del Paralelo 38 -advierte-, dejando caer que el Kremlin debería contentarse con anexionarse Donbás y sugiriendo que esta medida podría dividir Europa. Según él, OTAN, como el Banco Mundial, son nidos de corrupción. A su juicio, Ucrania está despistando a EEUU de su gran confrontación con China.
Matt Gaetz, un acusado de delitos sexuales como fiscal general
Nadie mejor para librar a su jefe de sus imputaciones pendientes. Congresista por Florida, acérrimo correligionario del líder republicano e investigado por delitos de tráfico sexual. El nuevo ministro de Justicia fue uno de los cabecillas que impulsó la destitución en 2023 del republicano Kevin McCarthy al frente de la Cámara de Representantes por su perfil moderado.
Es un trumpista acérrimo y polémico, muy alejado del perfil habitual de los fiscales generales, que suelen trabajar con independencia del propio presidente. A buen seguro que una de sus primeras decisiones será la de cesar a Jack Smith, el fiscal especial que ha investigado a Trump. Antes de revisar los millares de casos abiertos a los asaltantes del Capitolio a los que el sucesor de Biden desea indultar.
Paradójicamente, el Departamento de Justicia que dirigirá comenzó a investigarle en 2021 por, presuntamente, mantener relaciones sexuales con mujeres -entre ellas una menor de 17 años- a través de Internet y que concluyó en 2023 sin cargos, mientras el Comité de Ética de la Cámara inició diligencias contra él por acusaciones de mala conducta sexual, consumo de drogas ilícitas y utilizar fondos de campaña para uso personal. Dimitió como legislador dos días antes de que este comité emitiera un informe devastador contra él para lograr archivar su investigación.
"Matt erradicará la corrupción sistémica en el DOJ, y devolverá al departamento a su verdadera misión de luchar contra el crimen, y defender nuestra democracia y la Constitución", escribió Trump en su red Truth Social.
También desempeñó un papel clave en el Comité Judicial del Congreso que desestimó cualquier respaldo del Kremlin a Trump en las elecciones de 2016. Entonces, se distinguía por su retórica populista y antisistema del Tea Party.
Un cajón de sastre aún por determinar
La configuración del gabinete aún tiene huecos notables por cubrir. Algo normal en un gabinete que está a dos meses de empezar a tomar decisiones. En el área económica, quedaría la vacante más importante, la del secretario del Tesoro, para el que surgió la figura del milmillonario John Paulson, dueño de la firma de inversión Paulson, fundada en 1994 y un patrimonio personal neto de 3.800 millones de dólares, que se ha autodescartado por la "complejidad" de sus "obligaciones financieras", pese a que Trump le califica de "máquina de hacer dinero". También el CEO de JP Morgan, Jamie Dimon -quizás el banquero más prominente de Wall Street-, a quien el dirigente republicano mencionó en una entrevista a Bloomberg como el arquitecto ideal de su política económica. Pero Dimon le recordó que "no ha tenido ningún jefe en 25 años y que no está preparado para aceptar uno".
Las últimas quinielas apuntan a Howard Lutnick, copresidente de Cantor Fitzgerald, que muestra un entusiasmo inusitado por las rebajas fiscales y las guerras comerciales que prepara Trump, y al que ha asesorado entre bambalinas durante la campaña en asuntos económicos.
Sin olvidarse de Scott Bessent ni Robert Lighthizer, que ha sirvió como responsable de Comercio entre 2016 y 2020; ambos escépticos de las tarifas y de las instituciones multilaterales. Ninguno de ellos se va a desmarcar de los dictados de la Heritage Foundation. Como tampoco Linda McMahon, una aspirante a la secretaría de Comercio, que ejerció de responsable de Pymes y ex CEO de la WWE, franquicia televisiva de la lucha libre profesional.
Lee Zeldin estará al frente de la EPA, la Agencia de Protección Medioambiental, con el encargo de suplantar toda iniciativa favorable a las energías renovables para maximizar la producción de gas y petróleo, reduciendo las exigencias regulatorias a los fósiles y estimulando su negocio en los mercados doméstico y exteriores. Para inculcar disciplina, Susie Wiles, ideóloga de los planes de campaña de Trump, se desempeñará como jefa de gabinete. Dicen de ella tanto defensores como detractores que es tan acólita como ordenada y perseverante.
Doug Burgum, secretario de Interior, rico empresario de la industria del software y gobernador de Dakota del Norte, y John Ratcliffe, como director de la CIA, leal sirviente de Trump, formarán tridente con Tom Homan, el zar fronterizo, que ha prometido expulsar a los ilegales que asegura que ponen en riesgo a familias y trabajadores, para imponer orden en un país que no atraviesa por ninguna crisis de seguridad. Por último, este mismo fin de semana, Trump ha elegido a Chris Wright, el dueño de una petrolera y megadonante republicano, para ser el secretario de Energía de EEUU.
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