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Women on Waves El barco que ayuda a mujeres a abortar en alta mar

Women on Waves es una organización que lleva casi 20 años ayudando a mujeres de todo el mundo. Educación sexual, talleres, charlas sobre enfermedades. O, lo más llamativo, abortos que se realizan en alta mar, huyendo de legislaciones restrictivas y ancladas en el pasado. Esta es su historia.

El barco de Women on Waves.
El barco de Women on Waves.

Javiera tiene 32 años y anda por Santiago de Chile. En 2019 quedó embarazada. Su pareja, más de un lustro juntos. Aún siguen. Sin casarse, sin descendencia.
De aquella vivía con su madre, con su hermano. Dice que al principio pensó en un atraso. "Ya me había pasado antes, falsa alarma". Esta vez no. Compró un test, salió positivo. Ese mismo día contactó con Women on Web, la versión digital de Women on Waves.

Me cuenta sobre su caso. Los síntomas, que fueron fuertes. Nauseas extremas, que no la dejaban dormir. Por la calle llevaba una bolsita, por si le atacaban ganas de devolver. Todo a escondidas, en secreto. "No podía decirle a nadie, tenía que disimular, hacer que todo está como siempre. Ni pedir ayuda o consejos a alguna amiga, hablar con mi familia". Nada. Solo lo sabía su pareja. "Lloraba por todo. Andaba muy ansiosa. Tenia mucho sueño, me costaba levantarme. Odiaba estar así". Preocupaciones de salud, claro. Riesgos. "Mi vida durante esas once semanas fue un calvario. Aunque el apoyo de mi pareja, su amor y preocupación, lo hiciera todo un poco más llevadero".

Al Adelaide lo construyeron en Francia. Año 2002. Un velero, uno de esos que llaman sloop fraccionado. Palo único, el foque envergado al estay de proa. La vela mayor es cangreja, y cuenta además con motores diésel de veintinueve caballos para cuando el viento no sopla en la dirección adecuada. Su interior está decorado en brillantes tonos azules, con muchos cojines aquí y allá. Un espacio confortable.

Al menos así lo describe Ian Urbina en el maravilloso libro Océanos sin ley (Capitán Swing). Es allí donde escuché hablar por primera vez de Women on Waves.

"Siempre supe que no iba a tener el bebé", continúa Javiera. Y recuerda la historia familiar. Padre y madre trabajando, una niña a la que cría su abuela. Mujer fuerte, de esas que tienen historia. Cuando joven tuvo una pensión, ponía puestos de comida tradicional en las festividades. Trabajo sol a sol, partiéndose el lomo. "Entonces mi abuela entró en la Escuela de Artes y Oficios, que en ese tiempo era gratuita para todos. Se convirtió en profesora de Modas, una carrera que ya no existe. Nunca ejerció la docencia, pero sí fue modista, hacía desde vestidos de novia hasta disfraces para las representaciones de los colegios. Siempre fue independiente y veló por sí misma. Cristiana, pero a su manera, no comulgaba ni con la Iglesia ni con los curas. Nunca dependas de ningún güevón, me decía".

Javiera: "Las hijas de burgueses pagan a clínicas privadas una operación y ya"

También hablaban de otras cosas. "Ella se hizo abortos, tenía un médico amigo que practicaba raspajes. Tuvo el hijo que quiso tener, e insistía en que nadie me puede obligar a tener hijos. Yo de niña no lo entendí, pero ahora veo que sin sus lecciones jamás sería la mujer que soy". "El problema es que en mi país el aborto es ilegal para los pobres. Sí, para los pobres, porque las hijas de burgueses pagan a clínicas privadas una operación y ya. Apendicitis, le llaman. Eso es sabido desde siempre". Ideas fijas, casi inamovibles. "Yo no veo la religión como una autoridad moral. Los que más se golpean el pecho en nombre de Dios son los primeros en abandonar al prójimo, la experiencia me ha enseñado que es así. Entonces... mi vida es mía y que cada quién haga lo que crea que es mejor para cada quién...".

Una milla náutica mide 1.852 metros. Nada que ver con la milla terrestre, algo más de 1.600, que ha sido objeto de tortura atlética desde que algún chiflado se pusiese el primer dorsal de la historia. Solo que no es en todos los países igual, lo de la milla náutica, porque algunos añaden o quitan cachitos. Tampoco se me echen manos a la cabeza, porque donde vivo yo, en Cantabria, medimos la superficie por carros de tierra, y los carros de tierra arrojan medidas distintas dependiendo del valle. Ya ven, unas risas.

Pero... redondeamos. Una milla náutica son 1.852 metros. Haciendo sencilla multiplicación... doce millas náuticas serán algo más de veintidós kilómetros. Y esto es importante, porque hasta aquí llega el mar territorial.

Al menos desde el año 1982. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Doce como mar territorial, veinticuatro como zona contigua, hasta las doscientas recibe el nombre de zona exclusiva. Aun hoy algunos países abogan porque ese primer concepto llegue a las doscientas millas, casi cuatrocientos kilómetros...

Y es que es trascendente. Simplificando mucho, el Mar Territorial es, a todos los efectos, un trozo del estado que tenga la titularidad. Vamos, que usted puede caminar por la Puerta del Sol o chapotear diez kilómetros mar adentro desde la Isla de los Conejos (enfrente de Suances) y la soberanía será idéntica.

Ocurre que a partir de ese punto, esas doce millas, todo cambia. Allí empiezan aguas internacionales, con la muy peculiar legislación marítima. Digamos que, una vez en ese inmenso azul, la soberanía corresponde al país bajo cuyo pabellón se navegue. Y las leyes a aplicar serán las de ese Estado. Lo que, huelga decirlo, facilita todo tipo de picarescas, abusos y golfadas por parte de quienes podemos llamar "malos de la película".

Solo que a veces es otra cosa. Hay otra gente.

Rebecca Gomperts es de estos últimos. Y viaja a bordo del Adelaide.

"Yo de Women on Web supe a través de una revista universitaria. Allí se mencionaban varias organizaciones a las que una podía acudir en caso de embarazo no deseado. De hecho esa revista salió en otros medios por tener esas informaciones", sigue Javiera. "Al principio pensé que podría ser falso, porque no conocía a nadie que hubiese tenido relación con ellas. Pero decidí arriesgarme y contacté a través de su web. Rellené un formulario y apenas pasó tiempo antes hasta que respondieron. No sé si un día. Fue muy rápido. Desde entonces toda la comunicación se realiza a través de mails. Muy fluida, sin demorarse en las respuestas. Tenía seguridad en que contestarían cualquier cosa que les plantease".

Alrededor de 47.000 mujeres fallecen a resultas de abortos clandestinos

Women on Waves nace en 1999. Rebecca Gomperts, su ideóloga, lo hace unos añitos antes. En Paramaribo, por más señas, así que es holandesa. Dobles estudios. Artes, Medicina. Recién licenciada de lo segundo trabajó en un pequeño hospital, territorio de Guayana, y pudo ver qué efectos causan los abortos clandestinos. Lo que ocurre, sus consecuencias. Cada año se practican unos veinte millones de abortos clandestinos en todo el mundo. La cifra es impactante, pero hay otra que lo resulta aún más. Alrededor de 47.000 mujeres fallecen a resultas de esas actuaciones. Rebecca pensó que aquello era un drama. Pensó que, quizá, podría hacer algo.

Posó sus ojos en el océano. Más allá de donde llegan las leyes estatales, inmenso espacio con pequeños barquitos navegando soberanías sobre las olas. Sí, podría funcionar. Junto con Joep van Lieshout diseñó el Adelaide, concebido como una clínica móvil. ¿En pocas palabras? Un espacio donde embarcar a mujeres embarazadas desde territorios donde el aborto estuviese prohibido. Navegar, después, allende esas doce millas. Proporcionarles, más tarde, medicamentos que les provocasen un aborto. Misoprostol, mifepristona. Atención, apoyo, ayuda. Todo perfectamente legal. Bajo vericuetos jurídicos, si quieren, pero legal.

Llamó a su proyecto Women on Waves.

Mujeres sobre las olas.

(Joep van Leishout montó más tarde, con motivo de la Bienal de Venecia, una exposición mostrando maquetas de la clínica y sus diseños originales sobre el papel).

El proceso, Javiera... ¿cómo es el proceso? "Bueno, primero te envían mucha información que debes leer antes, para prepararte. Instrucciones, posibles preguntas. También los riesgos, claro. Cada poco tiempo me contactaban y estaban pendiente de mí. Luego ellas se encargaron de conseguir medicamentos, me los enviaron con una receta firmada por médico". El miedo, también. "Era una de mis preocupaciones. Que las pastillas no llegasen, que las requisasen en la aduana. Si no tenía acceso a ellas quizá hubiese tenido que recurrir al mercado negro, con los riesgos que conlleva. Y eso en el mejor de los casos".

Me comenta Javiera también sobre dinero. "Tienes que pagar una suma para retribuir la ayuda que brindan. Es una forma de que el capital siga fluyendo para auxiliar a otras mujeres en otras partes del mundo. Ocurre que en aquel momento yo no podía permitirme pagar el costo completo. No importó, no hubo ningún problema. Jamás pensé que pudiera ser así. Ellas me dieron libertad de decisión por mí y por mi cuerpo...".

A veces es imposible. Llegar a todos los rincones. El mundo es muy grande, y hay injusticias por cualquier lado. Para eso surgió, en 2005, Women on Web. Redes digitales en lugar de marítimas. Olas de datos. Una página donde cualquiera puede acudir a informarse. ¿Cómo conseguir Misoprostol, cómo usar los contraceptivos de emergencia? Cualquier pregunta. También, claro, un contacto. Apoyo, asistencia. Hacer que llegue ayuda a los sitios donde esa ayuda resulta ilegal. Es la parte trascendental del proyecto, aunque el barco resulte, claro, más espectacular.

Por existir existe incluso lo que ellas llaman abortion robot, un dron operado desde los Países Bajos que entrega píldoras abortivas a mujeres que lo soliciten. Operación a distancia. Legal en el territorio donde se encuentra quien maneja al "robot". Otra vez los límites del ordenamiento, sus lagunas.

No se busca resolver el problema, porque eso es imposible. Sí echar una mano en lo que se pueda. "Yo estoy aquí por ideología", me cuenta Verónica, una española que colabora con Woman on Waves. "Ayudamos a mujeres, y también concienciamos sobre esta problemática. Creo en la libre disposición sobre tu cuerpo, y pienso que nuestra labor es útil en ese sentido". Me explica cómo se lleva a cabo el proceso, los pasos que van dando quienes utilizan este servicio. "Ayuda", me corrige, "lo que ofrecemos es una ayuda, no un servicio". Comenta que tienen problemas con las autoridades de algunos países, que hay pasillos grisáceos en las legislaciones donde se pueden hacer cosas. Va desgranando cómo entran en contacto con ellas. "Si vamos a algún puerto con el barco lo anunciamos antes. A asociaciones que defiendan ideas parecidas a las de Women on Waves, también periodistas. Así se puede enterar quien necesite nuestra ayuda. Y también nos sirve para explicar nuestras ideas".

Porque luego está lo otro. Estigma, sobreentendidos. Abortar continúa siendo un crimen en muchos lugares del mundo. Respuesta jurídica. Sumen a esa la sanción social. Javiera lo tiene claro. "Creo que hablar sobre el tema nos ayuda a normalizarlo. Muchas mujeres no saben realmente lo que ocurre, y confían en noticias o prejuicios. Que es asesinato, que te vas a arrepentir toda la vida. Y no. El respeto al otro es fundamental, y yo necesito respeto con las decisiones sobre mi propia vida y mi cuerpo". Hablar, entonces. Conocer, compartir. "Al principio yo no quería platicar del tema, porque lo pasé realmente mal y quería seguir mi vida lo más rápido posible, hacer como que estaba bien. Pero en una ocasión se lo confesé a unas personas y ellos se asombraron muchísimo. Sigue siendo tabú, algo que se asocia al sufrimiento, a lo ilegal. Ahora cada vez que puedo lo digo. Hasta a mis sobrinas, a ellas les conté todo el proceso, para que sepan que es algo seguro, que es algo real, que tienes la opción de decidir, que puedes tener apoyo en caso de que lo necesites. Que todo va a salir bien. Un poco como hizo mi abuela conmigo...".

La labor de Gomperts ha despertado recelos en muchos lugares. Visto en abstracto es incluso comprensible. Más allá de aspectos puramente íntimos e ideológicos no son pocos quienes han visto los actos del Adelaide como un salto a su legislación, incluso a su cultura. Las fronteras de la tierra se diluyen allá por los mares, supongo.

Aún antes de partir, incluso. El Ministerio de Transportes de los Países Bajos amenazó con retirarle su licencia de navegación. Gomperts argumentó que la clínica portátil era una obra de arte, titulada A-Portable. No hubo réplica posible.

El primer viaje que hizo Women on Waves fue a Irlanda, cuando el aborto era aún ilegal en aquel país (fue aprobado en 2018, un sesenta y cuatro por ciento de los irlandeses votaron a favor en el referéndum). Luego sitios como Portugal, Polonia, Marruecos. También España. València, año 2008, con ruido (mediático y de otro tipo) por parte de las asociaciones en que ustedes seguramente están pensando. Ah, por seguir con nuestro país, durante el confinamiento de 2020 la web Women on Waves fue bloqueada por parte de los proveedores de internet más importantes. Pasó también en otros sitios como Brasil, Turquía o Arabia Saudí.

A veces las actuaciones son menos sutiles. En 2005 el barco no pudo llegar hasta las costas de Portugal, por causas justificadas. Que se crucen en tu camino dos barcos de guerra son, sin duda, causas justificadas. El acto levantó una (comprensible) polémica, y Gomperts recibió una invitación de la tele portuguesa para que explicase su postura. Acudió, pero, en lugar de plantear excusas o exponer proyectos, dedicó esos minutos a explicar, con todos los detalles, cómo interrumpir un embarazo con Misoprostol. En Pakistán hubo protestas encendidas después de que Women on Waves y diversos grupos feministas pakistaníes pusiesen a disposición de las mujeres una línea telefónica a través de la cual aconsejaban sobre cómo usar medicamentos para inducir un aborto espontáneo y seguro. Algunos políticos tacharon el asunto de "colonial" y "anti-islámico". Eso fue en 2011. Algunos cálculos hablaban de 890.000 abortos clandestinos practicados en Pakistán cada año.

También han actuado en América Latina, claro. Guatemala, de cuyas aguas fue expulsado, con escolta incluida del Ejército guatemalteco hasta aguas internacionales. O México. En 2017 el Adelaide estuvo fondeado en costas aztecas. Ixtapa, estado de Guerrero. Ayudó a entre sesenta y setenta mujeres, según los cálculos.

Recientemente Argentina despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana catorce de gestación. Treinta y ocho votos a favor, una abstención, veintinueve en contra. Antes a eso se le consideraba un delito, salvo que concurriese riesgo vital para la madre o hubiese mediado violación. La antigua ley databa del año 1929.

En toda América Latina solo se ha despenalizado el aborto en Uruguay, Cuba, Puerto Rico, Guayana y Guyana Francesa, además de Argentina

Si lo analizas desde fuera podrías pensar que algo está cambiando. Es una imagen distorsionada, sin duda. En toda América Latina, por ejemplo, solo se ha despenalizado el aborto en Uruguay, Cuba, Puerto Rico, Guayana y Guyana Francesa, además del caso argentino. Hasta cinco naciones lo prohíben sin excepción (Haití, República Dominicana, Honduras, El Salvador, Nicaragua). Entre medias... una miríada de supuestos, excepciones, condicionantes. También políticas federales propias en aquellos sitios donde rige ese sistema, como México.

"Yo lo veo un poco lejano", me cuenta Javiera cuando le pregunto sobre los avances que se van consiguiendo. "En Chile el tema no se trata mucho, y diría que en países vecinos tampoco. Una cosa es discutirlo, pero disposición para hacer algo... Los ricos cada vez son más ricos y los pobres más pobres, unos no saben de dónde sacar para mantener a sus niños y otros se operan de apendicitis en clínicas. Pero día a día somos más los que ampliamos criterios y nos nutrimos de experiencias distintas. Y eso cuestiona lo tradicional".

Y concluye, esperanzada.

"Quién sabe, quizá en unos años podamos tener acceso al aborto de manera segura y gratuita".

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