BARCELONA
Actualizado:Tras 64 años y tres generaciones, el restaurante familiar Jofama bajó por última vez sus persianas el pasado sábado, día 3. El negocio, ubicado en el Eixample Dreta de Barcelona, en la esquina entre la avenida Diagonal y la calle Girona, llevaba tiempo resistiendo las presiones de un fondo buitre para abandonar el local, que ha sido una segunda casa para la familia propietaria de Jofama. Finalmente, ha tenido que acabar claudicando ante las exigencias de los propietarios del edificio.
La historia de Jofama se viralizó con el mensaje que dejó en las paredes del local la hija del propietario del restaurante, Carles Larrubia. "Jofama baja las persianas definitivamente de forma forzada. Donde había familias y vida, ahora sólo hay apartamentos de alquiler turístico, y un fondo buitre, tristemente, ha conseguido hacernos cerrar", lamentaba Anna. El restaurante era muy conocido en el barrio y los propietarios no han parado de recibir el apoyo de vecinos y clientes. Sin embargo, el apoyo no ha servido para evitar el cierre de este negocio histórico.
"Mis padres abrieron el local en 1958", ha explicado Carles Larrubia a Público. Como pasa con muchos negocios familiares, Larrubia se inició desde pequeño. "Cuando terminaba la escuela siempre iba al bar a ayudar. Al final me quedé allí trabajar porque había bastante faena". Ahora tiene 68 años, hace 50 que trabajaba en Jofama y casi 30 que era su propietario.
Originalmente, Jofama era un local más pequeño del que había sido en los últimos años. Sin embargo, cuando el local de al lado se quedó vacío, Larrubia decidió alquilarlo y ampliar el restaurante. "El problema es que, mientras que el contrato del local original era indefinido, el contrato del segundo local era temporal". Ésta resultó ser la clave con la que los han acabado echando.
Hace poco más de cinco años, un fondo buitre compró la finca entera. Pese a que inicialmente aseguraron que no habría cambios, conforme los contratos de alquiler terminaban, los vecinos se vieron obligados a marcharse porque no se les renovaba el contrato. Lo mismo ocurrió con la parte del restaurante regida por el contrato temporal. Ante la negativa de renovarlo, tuvieron que dejar esa parte del local. "Ni siquiera quisieron hablar", lamenta Larrubia.
Sin embargo, la historia no terminó aquí. La pandemia llegó y congeló los contratos de los restauradores. En ese confuso contexto, Larrubia recibió la noticia de que les iban a embargar "una cantidad que no podía pagar" [60.000 euros] por el tiempo que habían estado sin contrato en el segundo local.
Con el fin de evitar el embargo, la familia se vio forzada a dejar también el local que tenía un contrato indefinido. "Hemos llegado a un final de película que no es el que deseaba. He llorado mucho y he pasado muchos nervios. Ahora estoy aquí deshaciendo toda la vida que hemos hecho entre toda la familia: mis padres, mi hermana, mis hijos…", resume Larrubia.
Los fondos buitre y la muerte de los negocios tradicionales
El caso del Jofama no es una excepción. Sin ir más lejos, todos los vecinos del bloque en el que se encontraba el bar han vivido la misma situación, tal y como explica Larrubia. "A medida que los contratos han ido expirando, han ido echando a todo el mundo".
La especulación inmobiliaria afecta tanto a personas como a negocios. "Cerca de Jofama hay varios bares que también han cerrado", asevera Larrubia. Según cuenta, en la mayoría de los casos ha sido por la finalización del contrato, seguida de un aumento repentino del alquiler que los negocios no pueden permitirse.
Por último, el cierre de Jofama supone una nueva baja entre los comercios tradicionales, cada vez más escasos en la capital catalana. En este sentido, Larrubia lamenta que "todos los locales que hacen cocina tradicional en Barcelona están cerrando" y que "la cocina tradicional se está limitando a muy pocos restaurantes barceloneses" frente al auge de cadenas alimentarias.
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